Editorial

Mientras no haya otro, a seguir aguantando


Pensemos por un momento. ¿Corresponde que un intendente, Omar Pacini por citar con pertinencia, no vaya a un acto inaugural o celebración de una empresa de la ciudad por ser su propietario de otro signo político? Seguramente coincidiremos en que no. Sencillamente porque se es intendente de todos y no jefe político de un sector. O gobernador de todos y no alfil de una legión en una guerra sin cuartel, como el caso que vamos a analizar.

Desde este punto de vista, en su rol como gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli no tendría que ser cuestionado por asistir a un evento de una de las empresas más grandes del país, que tenía lugar en la meca del turismo bonaerense. Sin embargo, fue denostado por participar el sábado pasado de la inauguración del stand Espacio Clarín, en Mar del Plata, con la presencia de artistas entre los que se encontraba Fátima Florez, la más exitosa imitadora de la presidenta de la Nación. Clarín + Florez parece que cae como una molotov en la Casa Rosada.

No escapa al análisis que, además de concurrir en el marco de su agenda de gestión, Scioli realiza estos gestos para diferenciarse de kirchnerismo radicalizado, que se alimenta y retroalimenta de la relación con sus enemigos creados. Sabe el gobernador que por fuera de ese núcleo duro que acompaña la guerra contra Clarín, hay millones de argentinos que ansían una versión menos belicosa del modelo K. Ese es el voto que el gobernador tiene y que pretende conservar para las elecciones de este año; para ellos -y porque realmente es más moderado- es que el gobernador no duda en salirse del reglamento K y mostrarse con el “archienemigo”.   

Apenas se supo la noticia las redes sociales estallaron de ofendidos kirchneristas que etiquetaban en sus muros “Chau Scioli”, lo tildaban de traidor, y como a ellos más les gusta definir: de “candidato de Clarín” u “hombre títere de Magnetto”. El relato K por momentos se vuelve tan críptico para el hombre común, que Scioli en más de una oportunidad termina quedando como víctima y logrando mayores adhesiones de los independientes.

Pero el juego de ningunearlo o pretender sacarlo del ruedo ante situaciones como esta  se hace cada vez más peligroso habida cuenta que, mal que les pese a muchos, Scioli sigue siendo el mejor candidato para suceder a Cristina. Hace un año que el kirchnerismo está buscando otro postulante para ver si lo pueden sacar de la pista y no lo encuentran; nadie mide lo que el gobernador. 

No obstante, el afán por esmerilarlo es inevitable. Al día siguiente la fila de candidatos k salieron como soldaditos a cuestionarlo y lo atacaron sin piedad. Después se sumó el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que, como representante de la voz oficial de la Casa Rosada, insinuó cierta complicidad del gobernador bonaerense con el grupo mediático.

“Los que quieren jugar a la política, lo tienen que hacer en la posición que corresponda: o están de este lado o están del otro lado. Así estarán las cosas este año”, anticipó el ministro. Siempre apostando al blanco y negro, a una vereda y la otra. Totalmente divorciados de las pretensiones de la gente, no comprenden los operadores ultra K que quien ganará será quien muestre un poco más de diálogo y tolerancia. Estas reacciones las deben aprender a controlar, aún cuando Scioli les haya plantado con su mayor enemigo, porque no sólo no suman sino que restan en la percepción de la sociedad que está harta de tiempo y dinero dilapidados en esta pelea política con ribetes infantiles.

Los dos con pretensiones se sumaron a la ola de críticas: Florencio Randazzo lo acusó de ser el representante de las corporaciones económicas y mediáticas dentro de la interna del Frente para la Victoria y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, dijo que el mandatario provincial “representa un riesgo de volver atrás”. 

Con total desparpajo, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, cuestionó que Scioli estuviera junto con la imitadora de Cristina Kirchner, la actriz Fátima Florez. “No es de buen peronista mostrarse con quien se burla de la presidenta”, dijo, en referencia al video en el que el gobernador sonríe en medio de una interpretación espontánea de la artista, en su parodia presidencial. Flaca memoria tienen los muchachos, que a la hora de mofarse se han cansado de parodiar la figura de Héctor Magnetto agobiado por su enfermedad terminal. O la burla que significó para la población afectada que la presidenta dijera que la diabetes es “una enfermedad de ricos”. Muchas veces, más cuando se trata de personajes populares y vinculados al humor, la mejor estrategia es sumarse y no oponer resistencia.

En estos casos, todos han logrado quedar bien con la presidenta, sin dudas, pero con estas críticas, estos candidateables ¿han logrado un voto más del electorado? Esta es la pregunta que debieran hacerse, porque la imagen de Cristina Kirchner, que es alta, y los votos del núcleo duro, son intransferibles. No basta con que la presidenta los bendiga con el dedo y diga “este es mi candidato” para que la sociedad los vote. Y es allí donde Scioli pretende sacar ventajas, aun a costa de tener que soportar una pelea muy dura dentro del oficialismo.

Mientras Scioli decía que no entraría en debate, porque eso no es lo que le soluciona los problemas a la gente y que él va donde lo invitan, la Casa Rosada le pidió más ataques al jefe de Gabinete, que cuando le consultaron en la conferencia por Scioli lanzó directo: “Lo que el Grupo Clarín quiere en la República Argentina es simplemente un candidato que sea su gerente corporativo o empleado de sus intereses. Es una corporación que ha pretendido sistemáticamente atacar, desestabilizar al Gobierno, calumniar a sus funcionarios y propiciar descrédito”. Y ahí vino la amenaza directa al gobernador: “La línea divisoria de aguas en la sociedad argentina está clara: o están con los grupos económicos y mediáticos concentrados que conspiran contra los intereses del pueblo argentino o están o estamos con este proyecto político que ha transformado la Argentina”. Lo que piensa la sociedad de esta historia de caballería al estilo Quijote que plantea el Gobierno queda reflejado en los sondeos de imagen y probabilidad de voto, donde es clara diferencia que marcan las encuestas a favor del gobernador respecto del resto de los postulantes oficialistas. Y esto es lo que más enoja a los K, pero no hacen nada para revertirlo. Salvo por un gesto de último momento, que evidencia que Cristina decidió poner el freno, tal vez al constatar que la estrategia de atacar a su mejor hombre no le estaba dando resultado. Ayer, el líder de La Cámpora y titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, salió, así, de la nada y sin que nadie le pidiera opinión, a hacer una segunda lectura de la actitud de Scioli. Dijo que no es lo que más le ha gustado del gobernador pero que “hay que aceptar las diferencias” y valoró que lo que importan son los proyectos y no los gestos.

Creer que fue una declaración espontánea es igual a creer en los Reyes Magos. Aunque no con la frecuencia que sería necesaria, Cristina Kirchner hace su lectura de las repercusiones sociales de sus movidas y del “puchingball” que le hicieron a Scioli concluyó que no sacaba nada a favor. Sin certezas, nos atrevemos a imaginar que fue entonces que sobrevino el llamado al joven camporista para que bajara el tono de la polémica y acercar los bochines nuevamente al gobernador que, a todas luces, sigue siendo el candidato potable del kirchnersimo. Y mientras lo siga siendo, los pingüinos de paladar negro tendrán que tragar uno que otro sapo.

 

 

 

 


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