Editorial

Morir por Fiebre Hemorrágica Argentina en tiempos de coronavirus


En los últimos días el fallecimiento por Fiebre Hemorrágica Argentina de una mujer en Roldán, provincia de Santa Fe, tomó trascendencia pública porque el diagnóstico se conoció tras su deceso, y porque la paciente fue tratada bajo el protocolo de sospecha de Covid-19 sin haber podido recibir por consecuencia la terapéutica que hubiera resultado apropiada a su patología.

La noticia, que tuvo amplia repercusión en los medios de comunicación en el contexto de las muchas situaciones de salud que quedan relegadas en la pandemia, en realidad tiene una lectura mucho más compleja: en zona endémica de Fiebre Hemorrágica Argentina, a pesar de contar con un tratamiento efectivo y una vacuna preventiva, las personas siguen muriendo a causa de esta enfermedad que muchas veces se piensa equivocadamente “erradicada”. 

En momentos en qué el mundo entero habla del plasma inmune como estrategia sanitaria para controlar el Covid-19 mirando el exitoso modelo desarrollado para tratar el “Mal de los Rastrojos”, una persona con síntomas compatibles con esta enfermedad endémica en una amplia región del país, se vio obligada a deambular por diversos consultorios médicos sin que nadie sospechara en un principio de Fiebre Hemorrágica Argentina. Fue en cambio internada con sospecha de haber contraído el virus pandémico, sin tener posibilidad de acceder en forma oportuna al tratamiento que quizás le hubiera salvado la vida. Y esto no sucedió porque el plasma no hubiera estado disponible- se supo que estaba todo listo para su administración cuando finalmente la mirada de uno de los tantos médicos que la trataron puso el foco en la posibilidad de que sufriera FHA-. Pero ya era tarde. Tampoco estaba vacunada con Candid I.

¿En una de las provincias del área endémica que anualmente reporta casos, el sistema médico no advirtió esta posibilidad? ¿Qué hubiera pasado si tempranamente se le hubiera administrado plasma? ¿Esto es sólo consecuencia de la pandemia que hace que la atención del sistema sanitario se centre solo en el Sars-COV 2?

Tras su fallecimiento se informó que en su barrio se dispusieron medidas de saneamiento y se activó una campaña de vacunación. Como si la acción preventiva siempre se reforzara luego de las tragedias.

Aparece aquí otra realidad: en los últimos años las estrategias de vacunación de las provincias del área endémica de Fiebre Hemorrágica Argentina han sido “conservadoras” porque si se pretendiera vacunar a la totalidad de la población a riesgo, no alcanzarían las dosis disponibles.

Esta semana a través de sus redes sociales, la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (Anlis) ratificó el compromiso de realizar inversiones para el restablecimiento de la producción de Candid I, biológico que no se fabrica desde 2018, e inició una campaña de comunicación orientada a destacar su importancia. Esto abre un marco de expectativas, aunque se sabe que de cumplirse los plazos establecidos más allá de la semántica de los anuncios, recién se estaría en condiciones de producir en el primer trimestre del año próximo.

Aunque aseguran que el stock disponible es suficiente, por lo bajo se sabe que ninguna autoridad sanitaria provincial- sobre la cual recae la competencia de llevar adelante la estrategia de inmunización- toma la decisión de hacer más agresiva la política preventiva.

Si bien es cierto que el Instituto Maiztegui no tiene injerencia en la atención de los casos ni establece la estrategia que instrumenta cada provincia, no menos real es que es el organismo que señala la línea rectora por cuanto lidera el Programa Nacional de Prevención y Control de la Fiebre Hemorrágica Argentina. En ese marco, quizás sea tiempo de volver a insistir en la necesidad de mantener el alerta y sensibilizar a la población y al propio sistema sanitario para que la enfermedad pueda ser sospechada en forma temprana. Porque ninguna estrategia resultará efectiva si se considera a la Fiebre Hemorrágica Argentina como una enfermedad del pasado o se la piensa solo asociada a los trabajadores rurales.

Hace un tiempo el Maiztegui llevó adelante una investigación que indagaba en las representaciones sociales y creencias de la población respecto de la enfermedad. El trabajo daba cuenta de nuevos escenarios de transmisión que marcan que los casos no se circunscriben solo a trabajadores de campo o habitantes del área endémica, sino que el riesgo alcanza también a quienes la transitan por diversas razones.

Las conclusiones de aquel estudio no solo están vigentes, sino que cobran una relevancia sustantiva para iluminar el camino hacia mejores decisiones.

El trabajo científico realizado por el Instituto Maiztegui por años, y la propia realidad hablan a las claras de la necesidad de sostener la conciencia. La baja incidencia de esta enfermedad es consecuencia de la seriedad de la tarea realizada. Y esto corre el riesgo de echarse a perder si las historias como las de Roldán se repiten.

Es imperdonable que existiendo una vacuna y un tratamiento efectivo, la gente siga muriendo por el Mal de los Rastrojos, y que eso suceda cuando la estrategia de abordaje de esta enfermedad es observada por el mundo como modelo.


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