Editorial

No alcanzó sacrificar estilo de vida para más seguridad


La inseguridad sigue golpeando en la provincia de Buenos Aires y ampliando la estadística de delitos, mientras la gobernadora, María Eugenia Vidal, y el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, intentan distintas estrategias que no parecen dar el resultado esperado.

Al delito como forma de vida, que data de tiempos inmemoriales, se ha sumado el consumo de drogas (como agravante y motivador) y el narcotráfico, que son los denominadores comunes de la mayoría de los males modernos. Y no lo decimos por sensación sino porque las estadísticas marcan que cerca del 70 por ciento de los atracos violentos, de los robos y los crímenes tienen como telón de fondo a las drogas. De este modo se mezcla el delito común, siempre presente, de los cacos de todas las épocas, con las necesidades del adicto, quienes roban y a veces matan por un celular, unas zapatillas, unos pocos pesos u otro bien intercambiable por drogas. En paralelo, corre la criminalidad del propio negocio, que además de cobrarse vidas, generalmente jóvenes, por “gajes del oficio”, de tanto en tanto se llevan otras por estar en los momentos y lugares equivocados.

En el panorama general del incremento de la inseguridad, en Pergamino, con su propia escala -que puede relativizarse en su gravedad respecto de los estilos delictivos de otras ciudades- la delincuencia también ha ido ganando terreno, siempre por delante de las fuerzas que le dan combate, que han venido fallando en su tarea preventiva, en la que tanto recurso económico y humano se ha puesto. También la Justicia (de mayores y menores) hace un flaco papel y la alta tasa de reincidencia lo demuestra, revelando tanto que las penas no son suficientes ni cumplen con su función correctiva.

No es casual, antojadizo ni caprichoso que, a pesar de la crisis económica imperante, la cuestión que más preocupa a los pergaminenses sea la inseguridad. Esto es lo que nos quita el sueño, la tranquilidad, las ganas de todo.

Precisamente el miércoles de esta semana y casi al unísono los vecinos de la localidad de Acevedo y del barrio Viajantes, protagonizaron sendas protestas en reclamo de más seguridad para sus sectores, interpretando el sentir de muchos vecinos de otros sectores de Pergamino. Es que los robos, las entraderas a viviendas, salideras bancarias, arrebatos callejeros y otros males, como el eterno hurto y robo de motos, son el desayuno amargo diario.

Mayores de edad y menores son los victimarios de estos delitos, mientras que los vecinos de nuestro distrito las víctimas, y vemos cómo cuando la Policía realiza, muchas veces, un trabajo de saturación en un sector (peinan con muchos efectivos un barrio), el delito automáticamente se traslada a otro y sigue con sus fechorías. En estos días, tras la publicación en LA OPINION de las estadísticas que dan cuenta del crecimiento del delito y una nueva renovación de la cúpula policial, estamos viendo una duplicada y espasmódica presencia policial en las calles; hay uniformados de todos los colores. ¿Y después que se vayan qué? Pasaremos por el típico período de tensa calma hasta el próximo pico. Y así vivimos.

Hay voluntad y hay recursos pero no hay resultados permanentes, solo épocas malas y épocas peores. Falta eficacia y, como en todo el país, un cuadro legal que se adecúe a la criminalidad de la época. Porque si en algo hay que darles razón a la Policía es que es desgastante detener una y otra vez a los mismos malhechores. Lo mismo sucede con los menores, que cometiendo hechos de altísima gravedad, con portación de armas incluso, son devueltos a sus padres en las más de las veces. Entonces, los esfuerzos y las inversiones terminan en saco roto.

Por eso, la variante particular termina siendo, peligrosamente, la más efectiva para el ciudadano. Empezamos por poner alarmas en las viviendas, perros en los patios, llaves y candados para suplir las falencias del Estado, al que de todos modos le seguimos pagando por seguridad. Pero la sociedad está entrando en el peligroso terreno de no solo protegerse sino de querer ejercer un rol de policía y justicia. Así vemos que se conforman grupos de vecinos que, intercomunicados, salen a la “caza” del delincuente, asumiendo que su labor será más efectiva que la del Estado.

No solo modificamos nuestro estilo de vida y asumimos duplicar el gasto por seguridad sino que directamente no confiamos en la labor de quienes tienen que protegernos. En cierto punto, también nos condolemos con los uniformados de bien que se frustran tanto como los civiles al ver que su peligrosa tarea no tiene un correlato en el bienestar de la sociedad porque la Justicia (entendida como sistema y no como la tarea de jueces y fiscales en particular) es anacrónica respecto de la realidad del momento.

Todo lo que debe hacerse para evitar que surja un nuevo delincuente o que los que ya lo son reincidan es necesario pero adyacente a lo urgente que es sacar el sujeto peligroso de las calles. Y en este punto, no hay congruencia entre el quehacer policial y el de la Justicia.

Ahora en Pergamino estamos ante un nuevo punto de inflexión, con la mirada de las autoridades provinciales (responsables de la seguridad del distrito) puesta en la búsqueda de alguna alternativa para frenar el delito. Directivos de Seguridad de la provincia mantuvieron una reunión con funcionarios municipales y policiales de la ciudad, tras lo cual se anunció el arribo de 70 efectivos que trabajarán codo a codo con la Policía del distrito. Así tendremos el Grupo de apoyo Motorizado, Departamento Vial, Comando de Patrulla Rural, Grupo Departamental Pergamino, San Nicolás y Junín, Delegación Departamental de Investigaciones, Infantería, Policía Local y de la Unión Táctica de Operaciones Inmediatas. Este último grupo tiene la ventaja de que depende directamente del ministro de Seguridad bonaerense evitando pasos burocráticos.

No podemos adelantar los resultados de la tarea que están realizando, eso lo veremos con el correr de los días, lo que preocupa es que estas ayudas como es natural no son permanentes y el temor es que apenas se vayan los grupo de apoyo la situación vuelva a desmadrarse. Porque en definitiva lo que se pretende es ver que la estadística baja en forma más o menos permanente, lo cual sería un logro para destacar en las actuales circunstancias. De todos modos no deja de ser una buena noticia que estos sectores de la Policía trabajando en forma conjunta logren aprehensiones de delincuentes que, es de esperar, queden detenidos en función de su peligrosidad. La Justicia debe hacer su parte en este objetivo de cuidar a los pergaminenses. Es una pata tan necesaria que sin ella no habrá tarea policial que alcance, si luego los delincuentes son lanzados nuevamente a las calles sin que paguen por sus responsabilidades. Al fin parte del crecimiento de la inseguridad también se la debemos a la sensación de impunidad del que creen gozar los delincuentes, a veces sobre la base de una realidad.

Tenemos expectativas, aunque moderadas, respecto de los resultados que veremos en la tarea que desarrollará la Policía con los grupos de apoyo que vienen a Pergamino. Pero también tenemos dudas sobre lo que sucederá cuando se vayan.


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