Editorial

No hay margen para la política en Comodoro Py


La causa de los cuadernos sigue agregando capítulos sobre la corrupción profunda de la Argentina, porque a los funcionarios arrepentidos que empezaron a contar con detalles la ruta de los bolsos, se sumaron los empresarios que hicieron cola en Comodoro Py para anotarse como arrepentidos y dieron carnadura a la historia de las coimas y de la patria contratista. Y para completar el entramado, dijeron su parte los colaboradores cercanos, históricos, del matrimonio Kirchner. Todos desanduvieron el camino de los retornos y el lavado posterior del dinero en los escritorios del fiscal Carlos Stornelli y el juez Claudio Bonadio.

Los testimonios, a la mayoría, les valió encuadrarse en la figura del arrepentido que, por aportes sustanciales a la causa, que permitan su esclarecimiento y que hayan sido revelado antes, los exime de la prisión. Por esa razón, se sospechaba que entre tanto arrepentido cantando como canario, alguno iba a mentir e inculpar a otros para obtener el beneficio. La realidad es que todos los datos han sido tan concordantes, no quedando nada en el aire ni suelto respecto del hijo de la causa, que queda aquella posibilidad no habría ocurrido. No obstante, si surgiera que algún testimonio es falso, la Justicia automáticamente quita el beneficio y suma el cargo de falsedad ideológica al encausado.

Hecha esta aclaración, lo que queda por delante es la aceptación definitiva, por parte de toda la sociedad, de que se cometieron delitos graves y que deben ser condenados. Con todas las consecuencias que esto implica, incluso tener una expresidenta presa, situación que no es lo deseable para un país, más allá de los sentimientos particulares de cada ciudadano.

Con la reciente declaración de Ernesto Clarens ya no falta nada (bueno, que algo del dinero aparezca no estaría mal), porque “la pata” financiera que él relevó -muy necesaria para que el dinero de los cohechos circule- cierra el circuito. El financista vinculado a Néstor Kirchner entregó además un pendrive con una lista de 120 obras en las que hubo sobreprecios y por las que se pagaron sobornos.

Clarens es dueño de la financiera Invernes, investigada en la causa por lavado conocida como “La Ruta del Dinero K”, por la que está detenido Lázaro Báez. Aseguró que él mismo cobraba los sobornos, que recibía en pesos y que luego los convertía a dólares, y que se quedaba con un porcentaje por su tarea. La Justicia verificó parte de sus dichos a través de las declaraciones de otros imputados, como el empresario Juan Chediack, que dijo que el financista fue a cobrarle una coima a su casa en Tortugas Country Club. Como decíamos, no hay margen para mentir en los testimonios para obtener beneficios cuando hay más de 50 testimonios sobre cómo funcionaba el sistema de corrupción; nadie puede decir lo que no fue porque al contrastar con otras declaración queda en evidencia. Todo cierra, lo hechos que todos vivenciamos en su momento (como la valija de Antonini, la dichosa escala en Seychelles, los hoteles vacíos en el sur, las facturas truchas de Suris) y que nos generaban sospechas y el relato de todos los encausados.

Por supuesto que no somos tan ingenuos de creer que con anterioridad no hubo coimas, porque es claro que en la mayoría de nuestras administraciones ha habido corrupción y la realidad es que la Justicia no ha estado a la altura de la situación. No digamos en épocas de Carlos Menem por ejemplo, en cuyo gobierno pasó de todo y por lo menos en una causa está condenado, más allá que el Senado lo proteja de la prisión con sus fueros. En ese momento, como sucede ahora, la Justicia actuó cuando los funcionarios ya dejaron el poder, también es cierto. Pero en anteriores ocasiones no hubo pruebas ni testimonios tan contundentes, por lo que las condenas fueron escasas y con sabor a poco. En consecuencia, no hubo efecto disuasivo y nuestra clase política no solo siguió delinquiendo sino que se “perfeccionó” hasta instaurar un sistema radial de corrupción, con el matrimonio Kirchner como centro y ramificaciones en todas las áreas de gobierno.

Es doloroso ver lo que se nos ha hecho como país; seguramente más doloroso para quienes pusieron su fe en un modelo que mientras se aplicaba permitía también el mayor de los saqueos. La desilusión es comprensible pero la acumulación de la prueba no admite que el accionar de la Justicia sea empañado por el fanatismo político.

En algún momento teníamos que poner un punto y final a la corrupción sistemática de la obra pública y hoy están dadas las condiciones para que sea ese momento. Nunca se había contado con tanta evidencia, es una enorme oportunidad por la cantidad de prueba que existe.

Después veremos si Cristina Kirchner apela las decisiones judiciales, si mantiene los fueros y no llega a estar detenida; si políticamente le conviene al Gobierno que la exmandataria esté libre; si el peronismo racional tiene interés en que le corran a Cristina  del escenario o si los K se siguen victimizando y afirmando que son perseguidos políticos. Son reaccione naturales que podemos esperar, en todos los casos, pero que no debieran distraer y embarrar una causa que desde el punto de vista judicial es cada vez más clara.

De tan contundente que es todo, es ineludible que por una vez en la historia lleguemos hasta las últimas consecuencias; de tan evidente que es todo, cada uno de los argumentos dilatorios que interpone la defensa de Cristina ha sido denegado, incluso por magistrados de Justicia Legítima, quienes nunca ocultaron (aunque debieron hacerlo por su investidura) su adhesión irrestricta al kirchnerismo. A algunos con bronca, a otros con desilusión, pero a todos por igual nos duele esto que nos pasó, lo que hicieron estos funcionarios y empresarios, pero sobre todo la inacción de la Justicia ante las primeras denuncias, cuando todo se podría haber detenido. Pero la política, siempre la política, entorpeciendo lo que se debe hacer. Duele, decimos, pero hay que pasar este trance, como sucede con nuestra economía, para encarar una nueva Argentina donde no se barra bajo la alfombra todo lo sucio que sabemos que hay y que solo molesta cuando el bolsillo se resiente.

La causa fue gatillada por un bloc anotador y siete cuadernos espiralados, tipo escolar, cuya autoría se atribuyó Oscar Centeno, quien fuera el chofer de Roberto Baratta funcionario clave del Ministerio de Planificación durante la gestión de Julio de Vido. Aquellos cuadernos pasaron a ser una anécdota, ya no importa la legitimidad de las fotocopias ni sirve especular con que Centeno era un fantasioso. Mucho debe lamentar Baratta no haber hablado y quedarse en ese silencio leal que mantienen hasta hoy De Vido y Báez. Jamás imaginó a los escritos de su chofer se sumarían 52 testimonios revelando lo que él calló. Ahora es tarde, nada de lo que pueda decir sería una novedad como para calificar como arrepentido.

La “bitácora del delito”, como calificó el fiscal Stornelli a las anotaciones de Centeno, se transformó en un expediente que acumula 32 cuerpos de actuaciones y voluminosa documentación, 70 allanamientos”, el secuestro de unos 6 millones de pesos y poco más de un millón de dólares, 53 declaraciones indagatorias, 26 personas detenidas, 11 de las cuales fueron puestas en libertad, subsistiendo dos personas con orden de captura, 18 imputados declararon en calidad de arrepentidos y se han resuelto 16 acuerdos de homologación en forma positiva.

Con todo este “inventario”, no queda espacio para otra cosa que no sea la Justicia. Dejémosla actuar y volvamos a creer.


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