Pan para hoy, hambre para mañana

Las Pymes, en cualquiera de sus actividades, generan tantos recursos importantes para el Estado, que siempre deberían ser  tenidas en cuenta a la hora de trazar diferentes programas económicos. No solo son relevantes en relación con el PBI sino especialmente con el empleo, por la cantidad y variedad de puestos que crean pero principalmente por el federalismo que propician: mientras grandes industrias se apostan en grandes conglomerados urbanos y sus inmediaciones por sus necesidades logísticas, en cada pueblo hay no una sino varias pequeñas y medianas empresas.

De allí que es dable decir que al Estado, y a cada gobierno que lo administre, le conviene que las Pymes estén siempre fuertes. De otra manera, ¿de qué manera se emplean los vecinos de ciudades y pueblos? Ergo, que el Estado ayude a las Pymes es siempre una buena medida. Y tranquilos, que está muy bien discriminado, por ley cuáles empresas son Pymes y cuáles no, por lo que nunca un beneficio para un pequeño empresario, que puede ser el comercio de la esquina, llegará a manos de una gran industria o holding. Aclaramos esto porque en este país hay una concepción errónea y mal prejuzgada del “empresario” como la encarnación más terrible del capitalismo salvaje cuanto en realidad todos los que no son empleados son empresarios, llámese kiosquero, verdulero o fabricante de lo que sea; y la suerte de sus empleados depende de cuán exitosos ellos sean.

Afectadas por la pandemia, las industrias y empresas de esas características, hoy están viviendo momentos de una complejidad como pocas veces -o quizá nunca- han tenido que atravesar en toda la historia argentina.

Antes del coronavirus, el panorama era desalentador, pero  luego se fue profundizando hasta llegar a una realidad agonizante y sin un horizonte que permita visualizar una corta o mediana recuperación.

Hubo asistencias del Estado, que en alguna medida, contribuyeron pero que de ninguna manera resultaron determinantes como para sostener una actividad que sigue mostrando indicadores negativos.

Algunos tuvieron que bajar las persianas. Otros debieron reinventarse y buscar alternativas para hacerle frente a una crisis que no tiene fecha de vencimiento y que recién podrá evaluarse con datos más certeros una vez que la emergencia sanitaria le pueda dar paso al ansiado regreso a la normalidad. Claro que esta “reinvención”, al tiempo que es una salida para algunos, es el final para otros: la venta on line que tanto se propicia y de la que muchos ya son cultores trae consigo la desaparición de puestos de trabajo (vendedores, personal de limpieza) y un cúmulo de rentistas que, con sus locales vacíos, restringen sus consumos a la par de sus mermados ingresos.

No son las grandes empresas sino las Pymes las verdaderas aliadas del Estado. En una imaginaria pirámide, ocupan el lugar más relevante y forman parte de una estructura que solo puede afirmarse en sus aportes a la economía nacional.

Empresas en las que trabaja un número no tan elevado de personas e incluso aquellas netamente familiares, son las que hoy necesitan de la asistencia de un Estado que tiene la responsabilidad de transmitir un mensaje que responda a las necesidades del sector.

Durante esta pandemia, la entrega del Ingreso Familiar de Emergencia para ciudadanos sin ingresos en blanco y monotributistas sociales reveló un número inviable para cualquier país: casi 10 millones de argentinos lo solicitaron. Sobre un total de 28.5 millones personas que componen la Población Económicamente Activa (PEA), el 35 por ciento no está aportando al PBI ni al sistema previsional. Y esto no es una circunstancia de la pandemia sino que la pandemia lo  hizo evidente: esa gente ya no estaba en el sistema. Si a esas personas las ubicamos geográficamente, están distribuidas en todo el territorio nacional; en provincias del norte, de la Patagonia, en grandes conglomerados  pero también en pequeñas ciudades y pueblitos. ¿Cómo revertir ese número y que el Estado pueda tanto dejar de dar como empezar a recibir para hacer sostenible el sistema (educación, salud, jubilaciones, etcétera?  Pues empleando en el sector privado. ¿Y quiénes emplean? Las empresas, especialmente las Pymes por su diversidad y extensión territorial. Por eso es que el empresario, lejos de ser el enemigo del pueblo, es quien puede hacer viable al pueblo argentino.

Hoy las economías regionales necesitan de la aplicación de medidas directas a las empresas. Para que sean las empresas las que puedan pagar un sueldo en lugar de que el Estado pague una asignación. Es lo que esperamos se anuncie en los próximos días, dentro del plan de 60 puntos sobre los que está trabajando el Gobierno.

El campo, la agroindustria, tendrá que ocupar un lugar preponderante. Nadie desconoce su potencial y todo lo que aporta en favor de las arcas del Estado, que no siempre tiene para con ese sector un trato que su gente merece, por su cultura de trabajo. Y nuevamente: así como no estamos hablando de las grandes industrias, tampoco hablamos de los grupos agroexportadores.

La agricultura y la ganadería son dos patas clave en la mesa de la economía y deben ser valoradas de esa manera, porque, en definitiva, sostienen, aún en las situaciones más difíciles, una política donde el gasto fiscal no para de crecer y necesita permanentemente de mayores aportes privados.

Mientras se está reportando diariamente un crecimiento exponencial de contagios y fallecimientos, el deterioro también es evidente en una sociedad donde la pobreza sigue incrementando su porcentaje como consecuencia de una política que desde hace muchos años posterga, de manera sistemática, a los más necesarios: los pequeños y medianos empresarios.

Si ellos no pueden dar trabajo para que los ciudadanos progresen, aporten y consuman, ¿lo hará el Estado? Lo que hoy hace al poner el dinero directamente en mano de los desempleados es, literalmente, “pan para hoy y hambre para mañana”.

Para que esa ayuda sea realmente el comienzo de algo viable para este país, esos fondos que deben ser parte de un plan que involucre a las Pymes, las reales generadoras de empleo en cualquier país.