Editorial

Pobreza, “la” endemia


Aunque parezca extraño, al menos para nosotros, desde el año 2000 en adelante la pobreza está bajando en casi todo el mundo, en el cual las regiones más afectadas son Africa, Asia y Latinoamérica. Al día de hoy son unos 1.400 millones de personas las que deben sobrevivir con ingresos de 1,6 dólares por día -según datos del Banco Mundial-, enfrentando muy duros problemas de alimentación y con atención de la salud casi inexistente.

Y decimos que esto de la retracción de la pobreza nos parece raro porque aquí, en la Argentina, viene aumentando, y con niveles realmente impactantes.

Las cifras y estadísticas son irrefutables, pues al momento se informa la cantidad del 40 por ciento de pobreza a indigencia, aunque ya se da por hecho que se llegará al 50 por ciento a fin de año, habida cuenta que no se advierte ninguna clase de señal positiva para la economía productiva, y que además lo financiero se encuentra en un tobogán que parece no tener final a la vista, con un dólar del orden de los 200 pesos.

¿Se imaginan el escándalo si el Gobierno anunciara una quita del 50 por ciento del salario para todos y todas? En los hechos, el salario real argentino ya ha sufrido un recorte superior al 50 por ciento, por efecto de la inflación y la devaluación. De ahí provienen los “nuevos pobres”. Lo que sucede es peor que el hipotético anuncio, porque no es en los números sino en el poder adquisitivo. Y sin embargo, todos callados y mansos. Pero la desconfianza es total y absoluta hacia un gobierno que no parece encontrar el rumbo y que por el contrario, todo lo que hace causa efectos contrarios a lo que supuestamente busca. Vaya por caso el dólar, cuya suba imparable no es otra cosa que la consecuencia de las medidas impuestas para frenarlo. El mismísimo presidente Alberto Fernández, sin que nadie se lo pregunte, salió a decir que “no habrá devaluación -que todos saben que es lo que se viene- y no se retendrán los depósitos en dólares”, lo cual hizo que a las pocas horas el dólar pegara otro de sus acostumbrados saltos hacia arriba.

Volvamos a la pobreza, aunque todo lo expuesto sea parte de los muchísimos más extensos argumentos que existen para justificar un problema que viene desde hace décadas, si bien últimamente se ha agudizado de manera singular. Es que parece increíble y muy difícil de explicar que la Argentina hace poco más de 70 años haya estado integrando el selecto lote de los 10 países más ricos del mundo, y hoy luego de tan poco tiempo -un lapso realmente corto para la vida de un país- nos encontremos a la par del pequeño grupito de los más decadentes, aun cuando el potencial y mucha de la riqueza de nuestra tierra permanezca ahí aguardando por una oportunidad realmente seria, coherente y confiable para hacer del nuestro un país como debe ser.  Esa es la única manera de poder ofrecer a sus habitantes, es decir todos nosotros, la oportunidad de mayor igualdad, reemplazando el cada vez mayor asistencialismo de un Estado que ya no da para más, que está prácticamente quebrado con estas políticas, y también desterrar los absurdos como la usurpación de tierras y propiedades, como si esa fuese la fórmula de mejor distribución, pisoteando la Constitución Nacional, ya que de eso se trata.

Las estadísticas nos suelen ofrecer algunas comprobaciones realmente dolorosas, como por ejemplo que nuestros vecinos Uruguay y Chile son los países con más reducidos niveles de pobreza de Latinoamérica, lo que debe llamarnos a formular algunas reflexiones al respecto.

Chile, con un territorio en su mayor parte sobre la cordillera. Uruguay, en tanto, con una superficie muy pequeña, lo cual le resta posibilidades en cuanto a recursos naturales y la explotación de los mismos, pero así y todo nos han superado largamente. Otro ejemplo cercano es Paraguay, que hace algunos años viene registrando un mayor volumen que nosotros en la exportación de carne vacuna.

Alguna vez nuestros políticos, los encargados de tomar las decisiones y gobernarnos, ¿se formularon estas preguntas? ¿Se fijaron en las medidas adoptadas por nuestros vecinos? Tal vez ello los llevaría al acierto de hacer exactamente todo al revés de como vinieron actuando, encontrando de tal modo la respuesta.

La gente, en tanto, es la que sufre las consecuencias con el para nosotros invencible flagelo de la pobreza. Esa misma gente que los que gobiernan dicen esforzarse por mejorarle la vida.

Obviamente, no toda la responsabilidad es del actual Gobierno, porque está claro que la pobreza estructural viene desde hace varios años, pero la realidad es que sigue agravándose y no se ha implementado ninguna medida que tienda a revertir esta estructura macabra, sino todo lo contrario: todo lo actuado trajo como resultado la reducción del empleo genuino, el aumento de la inflación y la devaluación de la moneda, es decir que se ha seguido “aceitando” la máquina de hacer pobres. Y de cara al mediano y largo plazo, tampoco se conoce de un plan para revertir esta historia. Y sin hacer futurismo sino basándonos en la historia que conocemos, tampoco lo habrá, porque ya el año que viene hay elecciones y eso en este país es sinónimo de no implementar acciones de fondo, dolorosas pero necesarias, sino de llenar heladeras y bolsillos para contentar al pueblo, incluso cuando ya no hay con qué.

El tema de la pandemia es utilizado frecuentemente como excusa, como así también el hecho de culpar a la oposición, pero nadie realiza una autocrítica y aporta ideas superadoras para solucionar un tema sensible como el de la pobreza, que está directamente relacionado con las necesidades básicas en materia de alimentación y salud.

Es una falencia que no se puede disimular, ni “endulzar” haciendo del pobrismo una categoría moral asociada a la dignidad.


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