Editorial

Policías, fiscales y periodistas bajo fuego


En una carta enviada a una ONG argentina que trabaja contra la droga dependencia, el Papa Francisco advirtió sus temores respecto de que la Argentina se “mexicanizara”, es decir llegara a los niveles de violencia y delito que hay en el país centroamericano. La nota era privada pero la organización decidió hacerla pública para alertar a los argentinos sobre los riesgos que vivimos. La analogía empleada le costó al Santo Padre un dolor de cabeza con Méjico, cuyas autoridades se ofendieron. Y es lógico, porque no ha de ser grato que se utilice el drama de un país como ejemplo negativo. Pero lamentablemente, las tragedias cotidianas, especialmente de los distritos del norte, son predominantes en las noticias que se proyectan al mundo. No por ello deja México de ser un país bello, lleno de gente honesta y amigable, pero lo que lo distingue en los últimos años es el avance del crimen organizado vinculado a drogas y prostitución. Sucedió hasta hace muy poco con Colombia. Sin embargo, un trabajo comprometido de sus autoridades logró revertir el estigma y este país dejó de ser sinónimo de narcotráfico para ser reconocido por sus virtudes de siempre, por ejemplo la calidad de su café y su crecimiento económico. Todo depende de la actitud de cada gobierno y el empeño que pone en salir a flote de problemas que, en mayor o menor medida, agobian a todas las naciones. 

Las palabras empleadas por el Papa hablan de temores no son infundados si tomamos las zonas más calientes del delito y la droga en la Argentina: el Conurbano y la ciudad santafesina de Rosario. Lo que allí sucede ya excede el marco de la preocupación y habría que tomar más medidas que las ya tomadas porque lo que está sucediendo es tremendo y no muestra visos de mejoría.

En lo que va de este año seis policías y un gendarme fueron asesinados en el Conurbano bonaerense, víctimas de distintos hechos delictivos. El último efectivo fue asesinado en la madrugada del jueves en Lanús, luego de recibir un disparo en la cabeza de parte de delincuentes que le robaron el vehículo. Cuando se identificó como policía le tiraron a quemarropa delante de su mujer y su hijo, un bebé de brazos. Se desempeñaba en Operaciones Metropolitanas de Drogas Peligrosas de la Policía Federal. 

Nadie está tranquilo en el Gran Buenos Aires y menos aun la Policía, que se ha convertido en blanco de los delincuentes. Cuatro meses atrás, en octubre de 2014, un hombre fue asesinado a quemarropa por dos motochorros que intentaron robarle su auto, también en Lanús.

En esa zona, al sur de la Capital, roban autos, motos, arrebatan carteras de las mujeres que esperan los colectivos para ir a trabajar. Una verdadera zona liberada daría a pensar, si no fuese porque a los policías que rondan allí también los matan.

En poco menos de dos meses, 11 uniformados, pertenecientes a distintas fuerzas de seguridad, fueron víctimas de hechos delictivos: tres pertenecían a la Policía bonaerense, cuatro a la Federal, uno a la Gendarmería y los restantes tres a fuerzas provinciales del interior. 

Mientras tanto, en Rosario, una ciudad tan cercana a Pergamino, se presenta ya como un territorio tomado por las bandas narco. Hay muertos diariamente en enfrentamientos entre distintos grupos de dealers, en medio de los cuales termina muriendo generalmente algún vecino desprevenido. A tanto ha llegado la violencia que los fiscales de Homicidios pidieron por su seguridad que les suministren chalecos antibalas para ir a trabajar a los lugares donde se cometen los crímenes. Para abundar en detalles, la cifra alcanzó los 47 asesinatos en lo que va del año, escasos 59 días.

El Ministerio Público de la Acusación resolvió que cuando los funcionarios judiciales vayan a la escena de un crimen lleven por precaución dos chalecos en el auto que los traslada y se estableció a través de una circular que los fiscales deben retirarse si está en riesgo su vida. Esto es prueba de lo que sucede en Rosario, hay un crecimiento exponencial de la violencia y los fiscales llegan a lugares donde se han producido crímenes, en medio del desastre que queda luego de estos hechos luctuosos y, a veces, los asesinos están en el lugar aún y eso significa peligro.

La seguridad de los funcionarios judiciales se puso en peligro, por ejemplo, en el barrio La Tablada, donde habían concurrido a investigar el asesinato de Leonel Zalazar, de 20 años, acribillado de nueve balazos. La zona de Ayacucho y Centeno es territorio de disputa entre dos bandas ligadas al narcomenudeo, con un historial cargado de muertes. Estando ya en el lugar la Policía, los fiscales y algunos periodistas, se escuchaban disparos a unas cuadras del lugar, de modo que la guerra entre bandas seguía y muy cerca. Efectivos policiales persiguieron a los jóvenes en moto que estaban armados, pero no los pudieron detener, mientras los periodistas corrían a refugiarse en casas de vecinos que les abrían las puertas. 

A partir de allí surgió el tema de pedir los chalecos antibalas.

Un hecho similar ocurrió a principios de enero pasado en el barrio Ludueña, cuando en medio de un clima de extrema tensión tras el asesinato de un joven en las inmediaciones de un búnker de venta de droga (esta especie de casetas totalmente cerradas, de la que ni siquiera el vendedor que está adentro puede salir por sus propios medios), un grupo de jóvenes en moto disparó contra los investigadores judiciales, los periodistas y fotógrafos que cubrían el hecho. Para colmo no estaba la Policía de modo que la desprotección de todos era total. Para el periodismo rosarino cubrir las noticias policiales se ha convertido en una tarea de riesgo, como es sencillo advertir.

Por ese motivo, recientemente la Comisión de Libertad de Expresión y Formación Profesional del Sindicato de Prensa Rosario alertó sobre la difícil situación que se vive en distintas zonas de la ciudad, en la que quedan expuestos los trabajadores de prensa que cumplen con su tarea, aun ante la presencia de efectivos de la Policía y de representantes de la Justicia.

 

La problemática de la violencia y el narcotráfico se ha dejado estar y ahora, las medidas que se toman en el Conurbano o en Rosario no parecen suficientes para frenar el caos. Tanto que si fuera por estas zonas geográficas bien podría el Papa utilizar el término “argentinización” para alertar a otros países del punto al que no se debe llegar.


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23 de Marzo de 2024 - 05:00
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