Editorial

Políticos: a las cosas importantes, porque solo se sale con inversión


Los datos sociales de la Argentina generan alerta, desde hace muchos años, a la luz de una situación que se fue deteriorando a pasos agigantados y cuyas consecuencias se pueden ver en la calle en el día a día. El aumento alarmante que ha tenido nuestro país en materia de delincuencia y narcotráfico en los últimos años, como flagelos de la sociedad, es consecuencia directa de los mayores niveles de pobreza e indigencia.

Pobreza e indigencia que hasta no hace mucho tiempo eran negadas, cuando algún encumbrado político del anterior gobierno machacaba con que los índices socioeconómicos de nuestro país eran mejores que los de Alemania. Hoy es reconocida esta realidad pero solo eso, hay admisión del problema pero no una prognosis, una hoja de ruta para salir de él.

Más allá de la impericia de los sucesivos gobiernos para revertir el drama social, claramente en la medida que la Argentina no logre mejorar sus niveles de inversión, tanto pública como privada, la pobreza seguirá siendo un flagelo implacable.

Hace poco tiempo, desde el actual oficialismo se prometió pobreza cero, algo imposible de cumplir en cualquier sociedad.

Lejos de ello, los niveles de la deuda social mayúscula del país han crecido en forma importante en los últimos 12 meses, de la mano de la devaluación superior al 100 por ciento, de la inflación, el aumento de tarifas, la caída del consumo y finalmente la recesión.

Todo ese cuadro nefasto es el que se repite constantemente en la historia de la Argentina desde hace varias décadas y tiene como telón de fondo la falta de inversión en el país, que es el único camino que permite generar empleo y desarrollo.

Hoy, el proyecto más importante en la Argentina es Vaca Muerta y resulta muy poco para un país con las potencialidades del nuestro. ¿Por qué entonces no hay inversión? Se podría responder este interrogante de mil maneras, pero sintetizaremos en unos pocos conceptos: no hay seguridad jurídica (por ende no hay estabilidad económica), no hay infraestructura, altos costos de logística, altos costos laborales. Pensemos por un momento si nosotros mismos apostaríamos a una empresa que presenta todas estas contras. Si pondríamos nuestros ahorros para montar un negocio en un lugar con estas dificultades cuando podemos hacer lo mismo en otro y sin ellas.

Hay cosas de Argentina que provocan una gran tristeza: una es que tengamos todas las ventajas comparativas (miremos por ejemplo respecto de Chile) y que no podamos explotarlas, quedándonos fuera de toda competitividad. Y la otra es que todavía nos llenemos la boca diciendo que somos el mejor país del mundo por esto y por aquello, en un estado de negación absoluta respecto de que el tren del progreso pasó y lo perdimos. Nos congraciamos tontamente para no ver que cualquiera de nuestros países vecinos, con mucho menos, está mejor que nosotros.

Actualmente el nivel de inversión global en la Argentina no llega al 22 por ciento del Producto Bruto Interno, muy por debajo de los niveles que tienen otros países de la región, que superan el 30.

Esta es la gran “tragedia” de la Argentina: que siendo el noveno país del mundo más grande y unos de los más ricos en cuanto a recursos naturales, posee niveles de inversión sumamente bajos e índices de pobreza que se orientan a los que tienen naciones africanas.

La inversión es el gran motor, el punto es cómo y cuándo la sociedad argentina podrá lograr conseguir que capitales locales y externos empiecen a generar empleo y desarrollo en forma perdurable.

Como decíamos, en este momento el único proyecto realmente importante en cuanto a inversión en la Argentina es Vaca Muerta. Existen otras iniciativas que también captan interés como la minería y la energía renovable, y por el momento nada más por estas latitudes, a pesar de que en el mundo no cesan las inversiones en estas áreas para las cuales nuestro país, merced a sus dones naturales (ventajas comparativas en que nada tiene que ver la supuesta genialidad argentina), tiene un enorme  potencial.

Del lado empresario aseguran que “nadie se va a jugar ahora” a invertir cuando hay una gran incertidumbre sobre lo que puede pasar en las elecciones. Esa misma frase es la que se viene repitiendo de boca en boca desde que regresó la democracia. De hecho, los únicos momentos en que en los últimos 30 años la Argentina obtuvo importantes niveles de inversión fueron muy acotados. Se podría decir que en el controvertido momento de las privatizaciones, de la convertibilidad, luego entre 2004 y 2006, cuando sobraba dinero en el mundo porque las tasas externas estaban en cero y, lo último, mucho más acotado, lo de Vaca Muerta.

Está claro que para que los capitales vengan y se instalen es necesario que el país consiga tener una economía relativamente estable, con sus variables macroeconómicas sanas. Esto implica equilibrio fiscal, superávit comercial, baja inflación y tipo de cambio estable con presión tributaria equitativa.

Todos esos aspectos son lo que aún Argentina está lejos de lograr, lo que provoca caída de la inversión, desconfianza, alza del dólar e inflación.

¿Podrá la dirigencia política actual, tanto oficialismo como oposición, generar esas condiciones para que la Argentina pueda desarrollar una etapa de crecimiento e inversión sostenidos?


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