¿Qué hacemos con la Educación Sexual Integral?

Después de las controversias del año pasado, por las que finalmente no se pudo cumplir con el plan de Educación Sexual Integral (ESI) que marca la Ley Nº 26.150, con el inicio de un nuevo ciclo lectivo reaparece la oportunidad de incorporar al sistema educativo una temática muy necesaria para la formación de nuestros chicos y fundamentalmente para su salud física y emocional.

El año pasado, el conflicto con padres, la desorganización de contenidos, falta de uniformidad en lo que hace a dictarla en todos los establecimientos educativos, hicieron fracasar la aplicación de la norma.

Es un tema complejo porque se refiere en última instancia en los valores que cada familia tiene y que se expresa, entre otras cuestiones, por la mirada sobre la sexualidad. Cierto es que en este tema la escuela no es el único ámbito relevante pero debiera ser, junto con el hogar, el que más y mejor información proporcione al respecto. La cultura mediática, las redes sociales y el ambiente urbano -a veces hipersexualizado y cooptado por un discurso violento- están ocupando ese espacio y dejando desvalidas a las familias en su tarea de instruir y acompañar a niños y jóvenes en la construcción de su sexualidad. Y esto es muy importante tenerlo en cuenta, porque no se trata, en este caso de pensar que si en la escuela no se habla de sexo se preserva a los niños de una temática que muchos creen que debe ser solo del mundo adulto. Lamentablemente, igual recibirán la información pero deformada o contaminada de los peores disvalores. Por eso, quienes se oponen cerradamente a la Educación Sexual Integral lo único que hacen es abrir la puerta a que los chicos reciban una información de cualquier manera sobre un tema delicado. Veíamos el año pasado cómo naufragaba la aplicación de la ley mientras padres iban a gritar como energúmenos a las autoridades de las escuelas exigiendo que a sus hijos no se les hablaran de sexo en ningún modo. Esos padres como eran filmados por las cámaras de los distintos medios y luego podíamos ver por televisión la violencia de esos padres y su negativa a que sus hijos sean informados de acuerdo a lo que establece la ley. No serían mayoría quizás, pero eran lo suficientemente escandalosos como para que los maestros se negaran a seguir brindando educación sexual, ante el nivel de las amenazas.

Para los establecimientos y familias, tan preocupados porque la educación sexual no se aplique, la norma garantiza que la ESI pueda ser adaptada a los valores e ideario específicos de cada institución, de cada familia y estudiante. Obviamente que es importante asumir ciertos parámetros generales, propuestos por los lineamientos internacionales, para garantizar un acceso real y de calidad a la educación. Estos puntos comunes indican que la información debe ser: científicamente precisa; gradual y adecuada a la etapa del desarrollo a la edad de los chicos concretamente; con base en un currículo, los derechos humanos y la igualdad. Y debe ser abarcativa de la realidad con los distintos tipos de familia que las leyes permiten y reconocen como matrimonio, que es una de las cuestiones que más irrita a algunos padres, que se hable de la identidad de género a sus hijos. Sin embargo, aunque les disguste, es una realidad que sus hijos ven en las calles, entre sus pares, en los clubes, por lo que lo más sano es que se hable del tema en forma científica y con base en cuestiones objetivas antes que dejar librado un tema tan importante a las redes sociales, a comentarios ideologizados, a informantes coetáneos y al ámbito urbano en general.

En definitiva, la ESI debe entenderse como una formación brindada por la familia junto con la escuela para promover, a través de información científica y seria, el desarrollo armónico de la sexualidad en todas sus dimensiones -biológica, psicológica, emocional, ética, espiritual y social- para la construcción de vínculos saludables y de un proyecto de vida. Lo que se pretende es el crecimiento de la capacidad de amar en forma sana y madura, el bienestar y la salud. Todo en un marco de respeto, se entiende. Y las disputas groseras basadas solo en atacar la identidad de género no va a contribuir a mejorar la salud sexual de los chicos y por el contrario, la falta de información al respecto puede conducir a serios problemas.

Si entendemos la educación como una oportunidad de formar personas íntegras no podemos seguir ignorando la educación sexual, una actitud que al fin nos remite a un oscurantismo que no es propio de la época que atravesamos y que, al contrario, una desinformación en esta esfera puede llevar a peligros evitables, desde enfermedades de transmisión sexual a evitar el embarazo adolescente, la violencia en las relaciones de pareja. No hablar, en la era 2.0, ya no es sinónimo de no poder acceder a la información. Un chico ya no necesita ir a una biblioteca para hacerse de datos o desagotar las dudas que lo invaden; todo está a un peligroso “click” de distancia. Nuevamente cabe aplicar en este caso la máxima de que “no se puede tapar el sol con un dedo”, entendiendo por ella que aquel padre o institución que se niega a impartir la ESI bajo ningún concepto está evitando que cierta información llegue a los chicos, por el contrario los está invitando a conseguirla por otro lado. Por lo demás, hablar de la sexualidad del Siglo XXI en las escuelas es la oportunidad para fomentar relaciones afectivas saludables, de respeto entre los sexos, más en momentos en los cuales los femicidios están a la orden del día en este 2019 que ha comenzado con una sucesión de crímenes horrendos de mujeres, que parece no terminar nunca.

Precisamente en este mes de febrero en que se planifica el año escolar, es el momento de establecer cómo se irá a brindar en los establecimientos el plan de Educación Sexual integral, cumpliendo las normas y avanzando un paso adelante hacia una sociedad más tolerante y mejor informada.