Editorial

Se rompió el secreto; que no se rompa el mensaje


Cuando un colectivo de mujeres, actrices en este caso, se unen para visibilizar situaciones de abuso sobre las que pesaba el silencio y la incredulidad, se logra el primer paso fundamental para cortar con la problemática: romper el secreto.

Porque desde que el mundo es mundo el abuso existe y su impunidad se ha basado siempre en el secretismo, en que la víctima sienta vergüenza, que tema que la culpen de algo, que no pueda elaborar lo que le ha pasado y no pueda expresarlo. Sobre todo porque el abuso generalmente se da en situaciones intrafamiliares -que es algo horrendo- o en personas cercanas a la víctima y en la que se confía: profesor, sacerdote, vecino, pero sobre todo en las que hay un desequilibrio de poder.

También en el ambiente artístico siempre hubo abundancia de relatos sobre abusos a cambio de trabajos en televisión o teatro y en muchos casos eran ciertos y tolerados por mujeres y varones, pero no por todos.

En Estados Unidos se protagonizaron verdaderos escándalos al destaparse abusos por parte de figuras rutilantes de Hollywood que lanzaron la campaña #metoo (yo también) y ahora en la Argentina empieza a suceder lo mismo, con la consigna #miracomonosponemos. Años de silencio se comienzan a romper.

No podemos afirmar si con estas acciones se termina “la sociedad patriarcal” como opinan los sectores feministas ultras, pero sin duda habrá cambios importantes en la conducta machista. Quizás más por fuerza del escarnio social que por el rigor de la ley ante lo que es un delito.

El caso que tomó vuelo en nuestro país es el de Juan Darthés, que tenía alguna denuncia de aprovechamiento, pero ahora aparecen los señalamientos de violación y de menores. Un crimen aberrante.

Todo habría sucedido, según denuncia Thelma Fardín, el domingo 17 de mayo de 2009 en Managua, Nicaragua, en el final de la gira de Patito feo, con un éxito que había sido arrollador.

La actriz ahora grabó un video tremendo para relatar el calvario que vivió cuando solo tenía 16 años y fue violada por Juan Darthés en esa misma gira, en la habitación del actor.

Hay una frase que Darthés utilizó con esta niña y es la misma que les habría dicho a todas las que denuncian haber sido abusadas por el personaje. Relató Fardín: “Me hizo que lo toque, me mostró que estaba erecto y me dijo: ‘Mirá cómo me ponés’” (de allí el hashtag “mirá cómo nos ponemos”). Así lo cuenta en el video que presentó junto al colectivo Actrices Argentinas que la acompañó y apoyó en su valiente denuncia. La celebración y la alegría del éxito se había apagado para esta niña que apenas podía comprender el horror vivido.

Dentro de lo doloroso hay algo que es bueno rescatar: que en la sociedad hay un consenso que le permitió a Thelma hablar después de nueve años. Porque la única manera de terminar con esto es que no haya complicidad del silencio. Y hablar seriamente, con el propósito de tratar de sanar pero sobre todo resarcir y condenar, implicó para la actriz ir a Nicaragua, radicar la denuncia de violación y luego sí, salir públicamente a decir la verdad.

Lo de la denuncia en sede judicial no es menor porque el escrache mediático, ni siquiera da fe de verdad, aun cuando se le pueda destrozar la vida a una persona públicamente acusándola de abusador. Porque se da la paradoja que cuando lo denunció por abuso, sin acceso carnal, Calu Rivero -que inició de alguna manera este asunto-, Juan Darthés le inició juicio por sus dichos. Juicio que al fin dejó caer cuando llegó la denuncia de violación. Hoy se están presentando en la Justicia otros abusos del actor.

Y hablamos de ir a la Justicia porque el colectivo de mujeres es serio, porque enfrenta en tribunales a los degenerados, no importa el tiempo que ha pasado.

Hoy las redes están plagadas de mujeres que denuncian viejos abusos familiares o no, pero solo en la modalidad escrache y eso puede ser catártico pero también es una terrible “arma”, que como todas, puede tener un buen uso y un abuso. Por eso llamamos en nuestro título a no malograr lo mucho que se ha avanzado, haciendo usos deshonestos de un arma tan potente como lo es la comunicación por vía de las redes sociales. Porque así perdemos todos, no solo el que sin haberlo sido es denunciado socialmente como abusador. Pierden ante todo las víctimas de abuso, porque ante los casos falaces, pierde credibilidad el caso verídico.

No podemos negar la eficacia de un escrache, pero no puede faltar la denuncia penal para que todo lo bueno –dentro de lo malo- que está pasando no se transforme en una cacería de brujas.


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