Editorial

Según cómo se lo gestione, el arbolado público puede ser una bendición o un problema


Además de las situaciones puntuales que viven a diario los vecinos, con roturas de baldosas, cañerías y hasta el ingreso de raíces en el hogar; o bien hacia arriba con ramas que se entrometen por ventanas o dañan los techos, hay otras que afectan al total de la población y que por ello requieren de una respuesta, ya no particular sino a nivel estatal. Tal el caso de los estragos causados por la tormenta del domingo pasado, en que la mayor parte de los daños no fueron por acción directa del fenómeno sino a consecuencia de la caída de árboles y ramas.

Lo vivido llevó a los pergaminenses (queremos creer que también a las autoridades) a poner la mirada en el arbolado público, su estado, su mantenimiento y la responsabilidad sobre él. Porque las especies urbanas tienen una particularidad: el frentista no las pone, no hace el gasto, no decide la variedad, ni siquiera es consultado sobre si quiere o no tener un árbol en su vereda. Todas estas decisiones recayeron antes y ahora en la Municipalidad. Sin embargo, el vecino debe hacerse cargo luego de su cuidado y afrontar las consecuencias civiles y económicas de lo que ese árbol provoque.

Según cómo se lo gestione, el arbolado urbano puede convertir a las plantaciones en un estorbo o en un elemento útil.

Es común encontrar especies ya realizadas muy mal conducidas. De este mal manejo pueden derivar varios problemas como el ocultamiento de carteles indicadores, roturas de veredas, obstrucción de desagües, corte de cables, daños en los frentes de edificios, oscurecimiento de calles, golpes producidos a vehículos altos (camiones y colectivos), falta de sombra durante el verano y hasta dificultad para visualizar el tránsito. A esto hay que sumar lo que sucede en las tormentas con estos árboles que han crecido descontroladamente. No hace falta entrar en detalles porque lo vivimos el fin de semana pasado pero, para resumir, los riesgos van desde la obstrucción de una calle hasta la muerte.

¿Qué hace el vecino cuando advierte el peligro inminente por el avance de las ramas o la inclinación del tronco? ¿Y cuando las raíces destrozan las veredas? ¿Cuando un peatón se cae en esa vereda desnivelada y rota? ¿Y cuando esas raíces ya están dentro de las cañerías y el hogar? Por sí mismo, no puede hacer nada, más que afrontar los costos de reparaciones y eventuales juicios. El frentista, el vecino “dueño” de ese árbol por el que debe velar, no puede hacer nada. Porque si bien es de él, según la ley también es de todos. Entonces, tiene que darse intervención a la Municipalidad.

Y es entonces cuando aparecen los mil y un inconvenientes. El Municipio de Pergamino cuenta con un área específica para estas cuestiones dentro de la Subsecretaría de Servicios Públicos. Se llama Espacios Verdes Públicos, antes denominada Dirección de Parques Jardines, que  se encarga del arbolado. El señor Pedro Salas es la última persona de quien se tiene noticias que estuvo a cargo. En el organigrama de funcionarios publicado en la Web municipal actualmente no figura nadie.

A la Subsecretaría es entonces a donde se recurre ante la necesidad de accionar sobre un árbol público. Pero no basta con la pretensión del vecino, que si bien puede llamar para que le extraigan la especie problemática,  la decisión última respecto de la conveniencia o no de hacerlo recae en esta área municipal. Es decir que el frentista puede advertir un peligro inminente o señalar un perjuicio evidente, pero las autoridades pueden considerar algo distinto y que no es necesario proceder más que con una poda y/o un encauzamiento de la raíz. Y al año siguiente, lo mismo. De más está decir que no se trata de llamar y que vengan sino que generalmente, dadas la múltiples funciones que cumplen los operarios de Espacios Verdes, la visita de los podadores suele dilatarse bastante cuando no se trata de los circuitos ya programados.

Ahora bien, además de este sector operativo del asunto, por adhesión a la ley provincial en la materia, cada municipio debe contar con un Consejo de Arbolado Público, compuesto por especialistas y representantes de todos los bloques de concejales. En las formas Pergamino lo tiene, pero su actividad es bastante errática. Lo último que se supo es que en 2016, con colaboración del Inta, coordinaron un censo de especies en Pergamino y se proyectaron trabajos de cara a contar con un vivero municipal. Nada más desde entonces. Y mientras tanto los árboles siguen creciendo y molestando…

La cuestión es que, en los hechos, nada o solo lo estrictamente necesario por demanda espontánea (podas de temporada y de reclamos vecinales) se ha hecho por evaluar seriamente el estado de situación del arbolado público en Pergamino.

Hablamos puntualmente de las especies implantadas en la zona más antiguamente poblada de la ciudad, puesto que en los nuevos barrios, ya viendo la evolución de ciertas especies en tamaño y altura, se optó por variedades que no causan inconvenientes.

Es que cuando nuestros abuelos y funcionarios de antaño plantaron las especies que hoy conforman el arbolado público, lo hicieron con las mejores intenciones pero tal vez desconociendo los perjuicios que con el tiempo ocasionarían tanto las raíces en las veredas como las ramas en el espacio aéreo.

Como muchas cosas que en su momento parecieron buenas y el tiempo dejó ver sus perjuicios, el arbolado añoso necesita intervención urgente.

En el medio urbano no suelen encontrarse las condiciones adecuadas para el correcto desarrollo de los árboles. Cada árbol cuenta con una serie de características que lo vuelven apto -o no- para el ajetreo de la ciudad. Si lo que se busca es un buen efecto estético, con bajo costo  y escaso mantenimiento existe una serie de factores que no pueden dejar de considerarse: tipo de raíz, follaje, frutos, floración, tamaño, longevidad. Todos estos aspectos a tener en cuenta van a condicionar la adaptación futura de los árboles a su entorno, su desarrollo y su sanidad, por lo tanto las consecuencias de su presencia en el futuro.

Visto que hay árboles que ya son más perjudiciales que beneficiosos, el Municipio debiera proceder a una solución drástica teniendo en cuenta la opinión de especialistas, no de funcionarios ni de concejales. Porque no se puede permitir que se dañen más casas, más autos ni mucho menos que un vecino pierda la vida bajo una rama. Esto además de todos los perjuicios colaterales como la dificultosa convivencia con los tendidos eléctricos y la contaminación visual.

Un recambio de especies sería lo ideal. Es difícil, sí. Es costoso, también. Es lamentable trasplantar añosas y frondosas arboledas, mucho. Pero no se puede vivir más con esta amenaza. Ni pueden seguir los vecinos cayéndose en las veredas. Tampoco es justo que el frentista tenga que asumir el costo de las roturas causadas por un elemento que él no dispuso, no eligió ni pidió.

Entre la burocracia con que se enfrentan los pergaminenses cuando quieren una solución, los tiempos de espera y los costos, se advierte que muchos han encontrado la manera más eficiente (no la mejor) de lograr el objetivo: extraen el árbol por su cuenta, se sacan el problema de encima y luego pagan la multa correspondiente por haber dañado el arbolado público. A esto nos lleva la ineficiencia municipal, a que lo más sencillo y efectivo sea infringir la ley y pagar las consecuencias.


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