Editorial

Si hay más ajuste, ¿quién lo hará?


Mientras se negocian con el FMI las condiciones de un crédito a tasa baja y que deberá llegar para apagar un incendio financiero que se generó en estos días en la Argentina, no serán los condicionamientos del organismo multilateral los que “obliguen” a redimensionar el gasto público, es la realidad la que, en todo caso, nos obliga. En todo caso –y bienvenido sea- el Fondo monitoreará que se cumplan los parámetros, lo que para nosotros, los ciudadanos, será una garantía de que aquello que se pidió sea utilizado de manera eficiente.

El enorme déficit fiscal que cargamos no viene de la mano del préstamo sino que es endógeno, es un problema que llevamos años sin solucionar y que motiva que el Estado cargue de piedras la mochila del sector privado, entendido como particulares y empresas. Tal es la metáfora que mejor define la carga impositiva que retrasa –cuando no impide- el crecimiento. Si no se aplican medidas sobre este asunto, el camino llevará a soportar ajuste sobre ajuste sin posibilidad de crecimiento alguno, lo que hará cada vez más difícil el pago de las deudas, o el futuro desarrollo. Y mientras castigamos a los que dan empleo, sobre todo registrado, con los impuestos más altos del mundo, vamos lentamente asfixiando el camino de la recuperación. Si a la actual situación le sumamos la fuga de dólares que se produce por las malas praxis financieras que llevan a las corridas cambiarias, el combo es explosivo.

El sector privado ya no puede soportar más de cargas como modo de compensar el déficit; si el camino que elige el Gobierno sigue siendo ese, el resultado es inexorable: desempleos y cierres. Como ajustar por ese lado sería letal, para cumplir el objetivo de equilibrar el déficit deberá hacer su ajuste el Estado. Y cuando decimos esto, no hablamos específicamente de la reducción del gasto vía quita de subsidios y demás ayudas (aunque sí hacer un gasto riguroso y controlado) sino de hacer un recorte mayúsculo en su estructura, en los gastos fijos de su organigrama. Afinar el lápiz en cada dependencia, como se ve obligado a hacer cada vecino en su casa y cada empresario en su firma. Si estamos en crisis, por ejemplo, no es momento para sumar oficinas, secretarías, direcciones; también una crisis es ocasión para acotar el gasto superfluo, como asesores, viáticos y tanta miscelánea que puede revisarse antes de seguir sobrecargando al privado (que al fin mediante su productividad aporta a mejorar la recaudación).

Para poder hablar seriamente de redimensionar el Estado no podemos dejar afuera del planteo a las provincias, donde los gastos están desfasados, el empleo público es la base de un mercado interno regional muy achicado y al que el presidente le ha ido transfiriendo recursos de la Nación que, al fin, no sabemos si no van al enorme agujero negro del gasto.

Por eso, en busca de apoyo político en medio de la tensión económica Macri se reunió este jueves con siete gobernadores opositores. Fue más que nada algo gestual, pero la Casa Rosada logró el compromiso de los gobernadores de que no criticarán públicamente la vuelta al Fondo, aunque en privado algunos le trasmitieron al Gobierno sus reparos sobre la decisión.

En línea con lo que pedirá el FMI, el presidente les solicitó a los gobernadores ayuda para bajar el gasto público para reducir el déficit fiscal. Les planteó la necesidad de empezar a consensuar enseguida los recortes que deberán hacerse en el Presupuesto 2019.

Esos recortes presupuestarios afectarían a todos: Nación, provincias y municipios. Que cumplan con la pauta de los recortes será otra historia, porque hay gobernadores que en Olivos transitan mansamente las reuniones, pero a la hora de las decisiones hacen su voluntad sin tener en cuenta recomendación alguna. Lo podemos comprobar con la posición de los mandatarios provinciales respecto de la ley de congelamiento de tarifas. La mayoría decía estar de acuerdo con el Gobierno, pero sus legisladores sospechosamente fogoneaban en el Parlamento el congelamiento y así lo votaron. Lo mismo pasó en los municipios. Ahora la propuesta llegó al Senado donde los gobernadores tienen más compromiso con los legisladores y veremos qué temperamento toman, si frenan la ley que salió aprobada en Diputados o lo dejan a Macri solo pagando el alto costo del veto.

Hay un cruce que resume alguna tensión entre el macrismo y los mandatarios peronistas: el oficialismo les espetó que la ley de congelamiento de tarifas generaba desconfianza en los mercados a lo que los gobernadores replicaron: que los funcionarios no traigan su plata del exterior también genera desconfianza.

Va a ser interesante el resultado de esta movida porque a través de ella el oficialismo, al fin, sabrá con qué cuenta en las provincias para encarar un ajuste.

Porque si consideramos que con los empresarios es difícil la conversación, con los sindicatos más aun, con los movimientos sociales otro tanto, nada hay más complicado que lograr un gesto del sector político. Ninguno de los estamentos, ni la Nación, ni las provincias, ni los municipios han achicado nada, ni en lo real ni en lo gestual. Los legisladores nacionales tienen la cara tan lisa que transformaron el canje de pasajes no utilizados en “viáticos” así se los cobran sin reproches. En el plano Ejecutivo se siguen nombrando funcionarios en todos los niveles y de todos los colores políticos, macristas, radicales o peronistas, porque para gastar plata nuestra no hay grieta, ni patriotismo ni vergüenza.

Tras reunirse con los gobernadores en medio de las negociaciones con el FMI y mientras el dólar sigue en alza,  Macri continuó buscando señales de apoyo de los principales sectores del país.

Es así que ayer se reunía con los principales industriales y empresarios del país. Formaron parte del elenco Amancio Oneto (Molinos), Gerardo Diaz Beltrán (Came), Miguel Acevedo (UIA), Luis Betnaza (Techint), Eduardo Eurnekian (CAC), Enrique Cristofani (Santander Rio), Alfredo Coto, Eduardo Elzstain (Irsa), Cristiano Rattazzi (FCA) y Martín Migoya (Globant). Todos representantes de empresas de primera línea y parte del círculo rojo.

En el Ejecutivo buscan que el alza del dólar no se traslade con demasiada fuerza a la inflación, una deformación de nuestra economía que no se replica en ningún país de la región, ni en Brasil, ni en Uruguay, ni en Chile.

Macri necesita del apoyo de los empresarios, colegas suyo que desde que asumió inexplicablemente le han dado la espalda con sus actitudes. La situación en este momento es difícil y delicada, de modo que el apoyo es ahora o nunca.

En el Gobierno -y siguiendo con la mala costumbre de pretender que nada sucede, que la gente tiene incertidumbres sin motivos, que aquí no pasa nada- le restaron importancia al encuentro con los gobernadores y se cansaron de emitir comunicados –por interpósitas personas y medios de prensa- respecto del costado positivo que tendría este auxilio del FMI, de lo bien vista que está Argentina en Estados Unidos y de con cuánto beneplácito recibieron este regreso al organismo. Dejar traslucir que este momento es positivo, además de ser falaz, es engañoso y un arma de doble filo. Las cosas por su nombre: crisis, grande o pequeña, financiera o especulativa, es crisis. Y debe quedar bien en claro en el imaginario de todos para que actuemos -Estado y pueblo- en consecuencia, tomando los recaudos necesarios y las medidas imprescindibles.


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