Editorial

Triunfo de Evo Morales en Bolivia: contundente y con nuevas expectativas


El primer mandatario de Bolivia, Evo Morales obtuvo un contundente triunfo en las elecciones presidenciales del pasado domingo (logró más de 60 por ciento de los votos) y de ese modo permanecerá en el poder hasta 2020.

Obtiene así una nueva victoria electoral que le permite encarar su tercer mandato consecutivo, con una gestión que arrancó en 2006 y que culminará a priori 14 años después.

Se trata del triunfo de otro de los líderes continentales de la centro izquierda, parte de una alianza en esta región junto a presidentes como Rafael Correa en Ecuador, Nicolás Maduro en Venezuela, eje que se ha mantenido con ciertos acuerdos básicos y políticas de alta participación del Estado en la economía y de una impronta política denominada Socialismo del Siglo XXI. Cristina Fernández, de Argentina ingresa también en ese grupo, al igual que Dilma Rousseff, de Brasil y José Mujica, de Uruguay, aunque en cada caso con diferentes matices, no en posiciones tan radicalizadas.

De hecho, los presidentes de Argentina, Uruguay, Cuba, Venezuela y Nicaragua celebraron el triunfo electoral, por mayoría absoluta y en primera vuelta, de su par Morales.

El presidente uruguayo, llamó a Morales desde Montevideo para felicitarlo y destacar el tiempo vigente de “rebelión y revolución” en Bolivia y, por extensión, en América Latina.

La presidenta de Argentina se comunicó con Morales para extenderle una felicitación, a nombre propio y del pueblo argentino, por su contundente triunfo en las urnas. Un dato interesante es que Morales se alzó con más del 80% de los votos de bolivianos en Argentina donde 120.000 personas estaban habilitadas para sufragar, constituyéndose en el país con mayor cantidad de bolivianos habilitados. Esto habla de que muchos bolivianos se van de su país en busca de un futuro mejor y recalan en la Argentina, donde a su vez muchos argentinos se quieren ir porque creen que les faltan oportunidades de crecimiento y desarrollo. La respuesta a lo que parece un contrasentido puede estar en dos motivos: el primero en que fuera del país de origen se trabaja “de cualquier cosa”, y segundo que en Argentina, aún con las múltiples falencias que tenemos como sociedad y los desaguisados que padecemos en la cuestión económica, siguen abriéndose oportunidades para todos los que quieran trabajar. 

En este punto, es real que miles de bolivianos y paraguayos y en menos escala de otros orígenes, hacen trabajos y cumplen exigencias (muchas veces fuera de la ley siendo aprovechados por explotadores laborales) que miles de argentinos no están dispuestos a realizar.

Volviendo el tercer triunfo de Evo Morales y la alegría que despertó en la región, el más efusivo fue el mandatario venezolano Nicolás Maduro, que vivó el proceso boliviano y a los pueblos de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (Alba).  

También el presidente de Cuba, Raúl Castro, obsequió elogios al llamado “proceso de cambio” en Bolivia y aplaudió por el pueblo boliviano que volvió a elegir a Morales.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, dijo que la victoria de Morales en las urnas “significó el vigor del proceso de liberación de la región”.

El propio Evo se ocupó de poner la nota de color de la noche del domingo anunciando que el triunfo se lo dedicaba a Hugo Chávez y Fidel Castro, dejando en claro su orientación ideológica y con quienes está alineado a la hora de tomar decisiones.

Bolivia tiene una situación social y política muy particular que la muestra geográficamente dividida en su composición social, sin embargo en esta elección esa diferencia no fue tan notoria como en oportunidades anteriores.

La novedad es que el control parlamentario se profundiza en manos de Morales y el oficialismo de este modo tendrá una mayoría importante que ayudará a seguir profundizando la impronta del gobierno actual.

El reelecto presidente tiene el impulso de una bonanza económica que en nueve años de “socialismo originario” abatió la pobreza a mínimos históricos, y la irrefutable muestra del éxito de su gestión fue que ganó en ocho de los nueve departamentos en que se divide el país.

Las claves de Morales para perdurar en el poder, sin embargo, parecen estar esta vez en sintonía con un cierto viraje, en principio leve y controlado, hacia puntos políticos y económicos que hasta ahora eran tabú. 

A pesar de celebrar su triunfo, tan contundente como inobjetable, con un mensaje a favor de la liberación latinoamericana, bajo la consigna “patria sí, colonia no”, Evo en su campaña anunció que está dispuesto a reabrir negociaciones con Estados Unidos si Washington se comprometiera a respetar la soberanía de Bolivia sin entrometerse en asuntos internos.

Analistas esperan que en este nuevo período siga aumentando el rol del Estado en la economía pero con una mayor apertura hacia el sector privado y la inversión extranjera. 

Morales, que asumió en el 2006 como el primer presidente indígena de América del Sur, tiene muchos desafíos por cumplir. 

Su política económica basada en nacionalización de hidrocarburos, minería y telecomunicaciones le permitió subir el gasto público con planes sociales que bajaron la pobreza en más de 15 puntos porcentuales. 

Morales llevó a Bolivia al club de países “socialistas y antiimperialistas” que durante la última década ha desafiado la influencia de Washington, pero se ganó al mismo tiempo los elogios de Wall Street por su disciplina fiscal. Según pronostica el FMI, será el país de América Latina con mayor crecimiento económico (5,2%), en 2014. 

Sin embargo, el país sigue dependiendo casi exclusivamente de las exportaciones de gas y no ha logrado avanzar en una industrialización sostenida. En la campaña electoral propuso para este nuevo mandato no solo eliminar la pobreza en su país, sino que aprovechando sus inmensos recursos naturales, convertir a Bolivia en el centro energético regional. Pero analistas señalan además que el alto precio de las materias primas es coyuntural y que si no hay recuperación económica global, el volumen de las exportaciones caerá. 

Por eso buscará, sin apartarse de sus ideales, negociaciones con Estados Unidos, por ejemplo. Una especie de pragmatismo que le sea útil a su país, para que las oportunidades de sostener el crecimiento no se desaprovechen. Evo Morales, de quien nadie desconoce de dónde viene ni que las doctrinas que declama son verdaderas y sustentables por una coherencia entre su decir con su vivir y su hacer, parece dispuesto a negociar con quien ideológicamente es el paradigma del enemigo, pero entiende que ese es el camino que él ahora impone y hacia allá va, con su traje indígena y sus convicciones indelebles.


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