Una “catástrofe generacional”

A nivel global la educación ha sido uno de los sectores más afectados por la pandemia de Covid-19. Millones de niños, niñas y jóvenes en todo el mundo dejaron de concurrir a las aulas por las restricciones impuestas en sus respectivos países para evitar la propagación del virus. Pero el impacto no fue igual para todos. Según la Unesco, más del 60 por ciento de la población estudiantil mundial tiene desventajas a la hora de acceder a una formación remota debido, fundamentalmente, a la desigualdad que hay en el acceso a Internet y a las nuevas tecnologías.

El problema de la brecha digital, es decir la imposibilidad de amplios sectores de la población de contar en sus hogares con una conexión de banda ancha, computadoras actualizadas y hasta de espacios adecuados para que los chicos puedan estudiar, quedó en evidencia en todo el mundo. En América Latina, que no es la región más pobre del planeta, pero sí la más desigual, el problema se hizo más evidente entre estudiantes de los sectores de menores recursos. Diversos documentos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre la realidad educativa en la región, elaborados antes de la pandemia, ya advertían que América Latina y el Caribe es una de las regiones donde hay mayor disparidad en tecnología y menor preparación en infraestructura digital.

El duro golpe que la pandemia asestó a la educación hizo que distintos organismos internacionales centraran su atención en el problema. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, expresó hace pocos días la preocupación del organismo multilateral por el impacto y dijo que el cierre global de las escuelas podría causar una “catástrofe generacional”. Según el alto funcionario, la pandemia de coronavirus causó la mayor interrupción de la educación en la historia, dejando a millones de estudiantes sin la posibilidad de asistir a las aulas. Para Guterres esta situación podría conducir a “una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, socavar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”. Indicó además que al menos 40 millones de niños y niñas más en todo el mundo han dejado de asistir a clases “en su año preescolar crítico”. Los expertos de la ONU que monitorean la situación en todo el mundo estiman que más de 250 millones de niños ya no estaban escolarizados antes de la pandemia, y solo una cuarta parte de las personas en los países en desarrollo abandonaron la escuela “con habilidades básicas”.

Ante esta preocupante realidad, las máximas autoridades de Naciones Unidas entienden que lograr que los estudiantes vuelvan a las escuelas y a las instituciones de aprendizaje de la manera más segura posible debe ser una prioridad en aquellos lugares que lograron contener la propagación del virus.

Por otra parte, un informe elaborado por el Instituto para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, de la Unesco, reveló que el cierre temporal de las universidades por la emergencia sanitaria del coronavirus afectó aproximadamente a unos 23,4 millones de estudiantes y a 1,4 millones de docentes en los países de la región, lo que representa casi el 98 por ciento de la población de estudiantes y profesores de educación superior de la región.

Vale recordar que la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible tiene como uno de sus principales objetivos alcanzar una educación de calidad para todos. Pero garantizar “una educación inclusiva, equitativa y de calidad, promoviendo oportunidades de aprendizaje para todos, a lo largo de toda la vida”, como se plantea en esa agenda, requiere avanzar en forma simultánea con acciones y medidas que permitan que la innovación y la creatividad ocupen un lugar privilegiado en las aulas; y que además se asegure que la escuela sea inclusiva. Los gobiernos deben redoblar sus esfuerzos para marchar hacia esa meta que, en el actual contexto de crisis sanitaria, obliga a actuar con mucha inteligencia y prudencia en relación a los próximos pasos a dar en la etapa en la que se considere seguro el regreso de los estudiantes a las aulas y que deberá comenzar, como señala Naciones Unidas, en ciudades y poblados que lograron contener la propagación del virus.