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Por una concepción equivocada que se tiene sobre la vejez, a la que se vincula casi exclusivamente con la pasividad, no son pocos los adultos mayores que sufren maltratos y abusos. Un reciente informe de la Oficina de Violencia Doméstica que depende de la Corte Suprema de Justicia de la Nación así lo confirma, al advertir que en 2018 se registraron 815 casos de personas mayores de 60 años que sufrieron violencia familiar, en su mayoría mujeres.
Los avances logrados en el campo de la salud han permitido que en el último siglo la expectativa de vida casi se duplicara en la mayoría de los países del mundo. En la actualidad, la mayoría de la población tiene expectativas de vida nunca antes registrada en la historia de la humanidad. Pero ese logro contrasta con la idea de considerar que en la vejez no hay proyectos para llevar a cabo. O peor aún, como ocurre en las sociedades de consumo modernas donde se tiende a ver a los adultos mayores como algo descartable.
A raíz de haberse celebrado el Día Mundial de toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia publicó un informe que revela que el año pasado se registraron más de 800 denuncias por casos de maltrato a personas mayores. Según este estudio, en el 57 por ciento de los casos, los afectados por situaciones de violencia cohabitaban con la persona denunciada al momento de realizarse la presentación. Este porcentaje trepa al 63 por ciento entre quienes tienen más de 75 años. Asimismo se destaca que la violencia de tipo psicológica se encontró presente en casi todas las denuncias (95 por ciento) y la de tipo física en casi la mitad de las presentaciones. En tanto, ocho de cada diez víctimas tenía vínculo familiar con la persona denunciada: filial (46 por ciento), de pareja (28 por ciento) y fraternal (6 por ciento). El informe del organismo indica, además, que 73 por ciento de las denuncias corresponde a personas con edades que van desde los 60 a los 74 años; mientras que un 27 por ciento a mayores de 75 años.
Un dato que llama la atención es el que señala que el 77 por ciento de las víctimas son mujeres mayores.
Se estima que para 2030 habrá un aumento sustancial de población de personas mayores de 60 años en todo el mundo. Este crecimiento será más rápido en las regiones en vías de desarrollo. En ese sentido, se advierte que si hay un aumento de este sector de la población, se puede predecir que aumentarán también los casos de abusos de las personas de edad. Por eso es necesario dar mayor visibilidad a este problema social que, por supuesto, debe ser atendido con políticas adecuadas que permitan prevenir y erradicar el maltrato.
Se define al abuso a los mayores como “cualquier acto u omisión que produzca un daño intencionado o no, practicado sobre personas de 65 años o más, que ocurra en el medio familiar, comunitario o institucional que vulnere o ponga en peligro la integridad física, psíquica, así como el principio de autonomía o el resto de los derechos fundamentales del individuo, constatable objetivamente o percibido subjetivamente”.
Especialistas en la temática explican que existen distintos tipos de maltrato: físico, psicológico, por negligencia de cuidado, abuso sexual, material o financiero y violación de derechos.
En la Argentina, como ocurre también en otros países del mundo occidental, sólo la juventud y la capacidad productiva son promocionadas como valores positivos, y se invisibiliza o se deja en un segundo plano el valioso aporte que pueden realizar a la sociedad los adultos mayores.
En tal sentido hay una urgente necesidad de de impulsar políticas públicas que reconozcan a las personas mayores como ciudadanos capaces de contribuir al desarrollo, con habilidades suficientes para mejorarse a sí mismos y a la sociedad. Por todo esto, es necesario que la sociedad se interrogue sobre el significado que tiene la vejez y sobre los modos de ver, tratar, valorar e incluir al adulto mayor en la comunidad. Es necesario luchar contra los prejuicios y estereotipos que no dejan ver la verdadera importancia que tiene la inserción social de las generaciones de personas mayores. De lo que se trata, también, es de promover un cambio cultural en la sociedad que permita valorar esta etapa de la vida.
