Editorial

Venezuela: fuerzas y debilidades de uno y otro empardan la partida


La situación política de Venezuela ha entrado en un callejón sin salida a la vista. Guaidó no tiene fuerza suficiente para echar a Maduro; por su parte, Maduro no puede controlar del todo la situación, salvo que recurra a una represión exagerada.

Cuando Guaidó se proclamó presidente hace un par de meses, daba la impresión de que la oposición iba a conseguir poner en serios aprietos a Maduro. Sin embargo, la batalla sigue empatada.

Es verdad que Guaidó ha conseguido un importante respaldo internacional, pero Maduro también tiene algunos apoyos importantes, especialmente el de Rusia y China. Guaidó consiguió un impacto propagandístico con su intento de introducir alimentos y medicinas a Venezuela, pero lo cierto es que Maduro dijo que no entraban y no entraron. Guaidó ha conseguido que 700 militares se hayan pasado a sus filas, pero el grueso de las Fuerzas Armadas sigue fiel a Maduro.

Ahora, Guaidó ha hecho un llamamiento a los funcionarios, incluidos los policías, para que empiecen a desobedecer a Maduro y se plantea incluso llamar a una huelga de funcionarios. Es una guerra de desgaste. Guaidó espera que todo esto debilite a Maduro, y Maduro cree que el globo de Guaidó acabará desinflándose.

Horas tras horas frente a la pantalla y lecturas tras lecturas, atrapados por la crisis humanitaria que viven los venezolanos. Momentos de emoción ya que parece es inminente el derrocamiento del dictador Maduro y luego momentos de desolación al ver que parecieran fuegos artificiales sin efectos positivos las de algunas acciones y análisis de “expertos” sin obtener resultados definitivos.

Viva la “libre autodeterminación de los pueblos”, premisa falsa cómoda e hipócrita que lo único que ha hecho es dar tiempo a la dictadura para seguir pisoteando los derechos de las personas que tienen derecho a vivir dentro de un régimen democrático para, en elecciones libres, elegir a sus gobernantes. Hace tiempo que asistimos a diálogos infructuosos sin voluntad política y, en cambio, se impone la engañosa voluntad para perpetuarse en el poder.

Derechos humanos que deberían permitir la libre expresión de las ideas; que no censuren nulificando al ser pensante, que permitan el acceso a una buena educación y a una buena alimentación; derechos humanos que hagan realidad la justicia y no encarcelen, atormenten ni física ni psicológicamente a los ciudadanos; que respeten el derecho a la integridad física y a la vida. Eso es lo que se desea para el pueblo venezolano. Pero esas luchas, en este caso de la oposición en Venezuela, no son con las armas, estas las usa la dictadura en contra del pueblo al que debería proteger.

Artistas de distintos lugares del mundo realizaron un evento musical para recabar fondos y se juntaron alimentos y medicinas que trataron de pasarse a Venezuela para las personas que están muriendo por hambre y medicinas para quienes necesitan mejorar su salud para no morir como otros, pero lamentablemente el operativo fracasó ya que el ejército no estuvo a las alturas de las circunstancias: de patriotas pasaron a viles mercenarios, útiles a los intereses de un régimen que no quiere claudicar.
Estados Unidos, China, Corea ,Rusia y cualquier otra nación que tenga base como potencia, no tienen amigos sino intereses y hasta hoy no hemos visto nada verdaderamente efectivo para lograr una salida.

Hasta ahora nadie ha sido capaz de introducir un plan concreto, real, efectivo que frene la hambruna, la crisis sanitaria y el presente decadente de los venezolanos. Todos sospechan de todos. Y es lógico: son los intereses y no los principios lo que mandan.
Nadie quiere ser el tercero en discordia y quedar, al final de la historia, como el malo de la película. Todos consideran que es el natural proceso de las cosas el que terminará inclinando el fiel de la balanza hacia uno u otro lugar.

Todos nos preguntamos, entonces, ¿cómo es que si la inmensa mayoría del pueblo venezolano no quiere seguir sometida a las arbitrariedades de un régimen cuasi dictatorial como el que lidera Nicolás Maduro, aún no se puede dar un corte definitivo a un sistema que, a toda luz, ha fracasado?
Fácil la respuesta: porque unos hacen uso de las armas y en ellos el fin justifica los medios y los otros no tienen en su espíritu el derramamiento de la sangre.

¿Hasta cuándo entonces esta agonía? ¿Podrá pronto el pueblo venezolano ver un nuevo amanecer que alegre sus corazones, llene sus estómagos, cierre sus heridas y los pueda hermanar de nuevo para que solidariamente saquen a flote su patria y sus recursos estén al servicio del pueblo y no de aquellos que la han saqueado, exprimido y herido hasta lo más profundo donde duele?

El partido sigue empatado y conforme pasa el tiempo, nos animamos a arriesgar, favorece al que controla la pelota, en este caso el régimen de Maduro.

Las armas sostienen a Maduro y las mayorías le dan sustento a Guaidó. En el medio el presente que desespera y el futuro que no se ve. El laberinto al que estos sujetos con aires dictatoriales, carentes de ética y valores humanos, corruptos e impunes han llevado a todo un pueblo,  ya no tiene posibilidad de retroceso. Han hambreado, saqueado, encarcelado y matado. Y encima resisten ante el clamor popular de que dejen de asfixiar y hasta se niegan a una posibilidad de diálogo.

¿Hasta cuándo, entonces, Venezuela? ¿Será, acaso, un estallido social el que deba resolver la cuestión? Sería lamentable que se llegue a esa instancia, pero las negociaciones que hoy no existen  mantienen abierta esa posibilidad.


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