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Todos juntos y en manos de Dios


 Francisco oró a los pies del Cristo que se dice salvó milagrosamente a Roma de la peste en 1522 (NA)

'' Francisco oró a los pies del Cristo que, se dice, salvó milagrosamente a Roma de la peste en 1522. (NA)

Desde la inmensa Plaza San Pedro vacía, el Papa Francisco se dirigió ayer al mundo. En su homilía, sobre la base del episodio de Jesús ante la tempestad, llamó a no temer y tener fe en Dios, que conduce la barca en la que estamos todos. Por eso planteó que “nadie se salva solo”. Impartió la indulgencia plenaria a todos quienes siguieron la transmisión.


DE LA REDACCION. “Al atardecer de ese mismo día, les dijo: ‘Crucemos a la otra orilla’. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

“Lo despertaron y le dijeron: ‘¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?’. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio! ¡Cállate!’. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

“Después les dijo: ‘¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?’.  Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: ‘¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?’”.  (Marcos, 4 35-41)

Ayer, desde la inmensa Plaza San Pedro vacía, el Papa Francisco se dirigió al mundo. Y para expresarse respecto del momento que vive el mundo, se valió del Evangelio de San Marcos que relata cómo Jesús calmó la tempestad, pero poniendo el énfasis en el gran tempo que azotó a los discípulos en los tumultuosos momentos previos a la calma. Así planteó claramente la visión cristiana de lo que se vive: estamos en manos de Dios y debemos tener fe en El, que nos llevará hacia un estado de bienestar nuevamente; tras salir de una orilla, atravesar la tormenta, nos llevará a la otra. Con dos aspectos a tener en cuenta: debemos llamar y contar con Dios y asumir que “todos estamos en la misma barca” por lo que  “nadie se salva solo” de la crisis mundial generada por el avance del coronavirus.

Durante el histórico rezo que encabezó en soledad en la Plaza San Pedro para pedir el fin de una pandemia con la que, afirmó: “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados”.

“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido”, inició el Pontífice su mensaje desde el atrio central de la Basílica de San Pedro, de frente a una plaza usualmente colmada por decenas de miles de fieles y ahora vacía por las medidas de seguridad adoptadas por el Vaticano durante la pandemia. “Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”, planteó Jorge Bergoglio durante la oración, transmitida por streaming a todo el mundo.

Como los discípulos

Durante el inédito acto en una Roma lluviosa, el Papa estuvo flanqueado por los dos símbolos muy particulares dentro del universo católico. Uno fue el crucifijo milagroso que habitualmente está expuesto en la iglesia de San Marcelo en Via del Corso, que según la tradición católica salvó a la capital italiana de la peste de 1522, y al que Francisco besó en los pies tras su homilía. Y también la Virgen Salus Populi Romani, emplazada usualmente en la basílica romana de Santa María la Mayor, a la que el Papa encomienda y luego agradece cada uno de sus viajes fuera de Italia.

Haciendo analogía a la actitud de los discípulos en la barca durante el episodio del Evangelio, planteó: “Nos encontramos asustados y perdidos”, porque “nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”.

Y así llega a la misma conclusión que todos en estos días: “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”, planteó Francisco.

Ahora el mundo escuchó

Como en toda homilía, el sacerdote hace una catequesis con el mensaje evangélico. En este caso Francisco I puso en palabras lo que esta pandemia está haciendo a los hombres, ya no desde lo físico sino en el alma

“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”, sentenció Bergoglio, de 83 años.

La pandemia, siguió, “nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas salvadoras, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”, lamentó el Papa, que además concedió la indulgencia plenaria, con su bendición Urbi et Orbi,  a los millones de fieles que siguieron la transmisión en todo el planeta

Con tono crítico, aseveró durante su mensaje que “con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

“Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”, criticó Francisco en la homilía, tras la que impartió la bendición Urbi et Orbi, reservada usualmente para Navidad, Año Nuevo y Pascuas, a las casi un millón de personas que siguieron el rezo online.

“No nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”, detalló en esa dirección.

Los valiosos

En ese contexto, en línea con las misas matutinas que celebra a diario en la capilla de su residencia de Casa Santa Marta, Francisco recordó que “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia”.

En ese grupo, incluyó a “médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”.


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