Perfiles pergaminenses

Daniel Della Valle: un divulgador de la ciencia, apasionado por la Astronomía


 Daniel Della Valle junto a sus elementos de Astronomía con los que acerca a la gente a la ciencia (LA OPINION)

'' Daniel Della Valle, junto a sus elementos de Astronomía con los que acerca a la gente a la ciencia. (LA OPINION)

Ha destinado y destina gran parte de su tiempo a acercar a la gente a la actividad científica. Sus talleres de astronomía son conocidos y valorados. Es docente en colegios secundarios y está a punto de jubilarse. También trabaja en Escuela Viva.  En una amena charla, relató la historia de su vida, rica en vivencias y saberes que generosamente comparte.


Ha destinado y destina gran parte de su tiempo a acercar a la gente a la actividad científica. Sus talleres de Astronomía son conocidos y valorados. Es docente en colegios secundarios y está a punto de jubilarse. También trabaja en Escuela Viva.  En una amena charla, relató la historia de su vida, rica en vivencias y saberes que generosamente comparte.

Hugo Daniel Della Valle, es un pergaminense conocido por su tarea docente, su pasión por la Astronomía y la divulgación de la ciencia. Nació en Pergamino hace 63 años y vive en la misma casa desde entonces, en avenida Rocha, muy cerca de la Plaza 9 de Julio donde transcurrieron las vivencias de su infancia junto a la “barra de calle Pinto” con la que compartía travesuras que hoy recuerda con una sonrisa.

Es un buen contador de historias y quizás por su formación docente y su amor por la ciencia,  sabe hacer simple lo complejo en la explicación. La conversación es amena y muchos de sus relatos representan verdaderas postales de esta ciudad a la que define como “su lugar en el mundo”.

Sus padres llegaron de Capitán Sarmiento para establecerse en Pergamino. Su padre se llamaba Juan y era empleado de correos. Su mamá, Amanda fue modista y enseñaba corte y confección. Tiene una sola hermana menor, llamada Nancy, mamá de sus sobrinos. Es papá de tres hijos: Daiana (27) Camila (24) y Vittorio (18). Su hija mayor siguió sus pasos en la docencia en el campo de la Física y la Química y estudia la tecnicatura en Alimentos en la Unnoba. La del medio está en Buenos Aires estudiando Ingeniería Química y el menor se estableció también en Capital donde estudia Diseño de Imagen y Sonido. Está separado, vive solo con sus mascotas en la misma casa que fue de sus abuelos.

Refiere a su infancia para señalar que todos los juegos se dieron en la Plaza 9 de Julio, a la que llama “su” plaza. Cuando creció y le dejaban cruzar la Avenida iba a la Plaza de Ejercicios “Miguel Dávila”. “Mis amigos eran los chicos de Pinto, entre Rocha y Azcuénaga. Eramos seis o siete y nuestras primeras picardías era sentarnos a mirar a las chicas que pasaban por la plaza”, cuenta. Y menciona: “Hasta nos hemos llegado a ganar algún dinero porque nos poníamos con la gomera y les cobrábamos a las parejas que iban a la plaza a ‘hacer el novio’ para romper el foco de la luz de un ‘gomerazo’ y al que no nos quería pagar lo molestábamos bastante para que se fuera y pudiera llegar otro ‘cliente’. Al otro día iba el placero a mi casa a quejarse por los daños y en realidad no sabía bien quién había sido el autor de tamaña travesura porque siempre andábamos en grupo”.

Fue a la Escuela Nº 5 que funcionaba sobre la Avenida. Recuerda la rivalidad que había con los chicos que asistían a la Escuela Nº 6 y señala que lo mismo pasaba con las barras de fútbol de potrero a uno y otro lado de la Avenida.

Luego asistió al Colegio Comercial, donde egresó como perito mercantil. Siguiendo su pasión por la Astronáutica y la Física, se fue a estudiar a La Plata, Ingeniería Química, un requisito que se requería para rendir el examen de ingreso al Instituto Balseiro para hacer Física Atómica. “Corría 1973 cuando me fui a La Plata con esa intención, pero eran épocas muy convulsionadas, nos hostigaban mucho a los estudiantes. Al año  siguiente me fui a Rosario para tratar de seguir, pero finalmente discontinué los estudios y regresé a Pergamino”.

 

Su paso por LA OPINION

Había empezado a repartir fotos para “Chavi” Di Santo que era fotógrafo de LA OPINION. “Fue así que comenzó mi relación con el Diario, donde aprendí a hacer fotografía e incursioné en el periodismo con una columna de ciencia que escribía semanalmente cuando el diario funcionaba en calle Merced”, relata. Recuerda haber estado en la cobertura fotográfica de acontecimientos importantes como el fallecimiento de Juan Domingo Perón o cuando trajeron a Pergamino al “Indio” Bonet después de la masacre de Trelew y lamenta que esos registros históricos se hayan perdido con el incendio de 1992. También tuvo un espacio televisivo en Canal 4 en el que hablaba de ciencia.

 

La docencia

Más tarde se decidió a cursar el Profesorado de Matemática, Física y Cosmografía en el Instituto de Formación Docente que funciona en el Colegio Normal. Se recibió de profesor en 1981 y en 1983 comenzó su carrera docente dando clases en colegios secundarios. Incursionó también en el nivel superior y así fue consolidando su perfil como educador. Está a pasos de jubilarse. Actualmente trabaja en Escuela Viva y está desarrollando una experiencia de extensión universitaria vinculada al acercamiento de los más chicos a la ciencia. Son proyectos que lo entusiasman y que piensa continuar después de retirarse.

Se define como un “divulgador de la ciencia”. “Mi objetivo es que el chico, la chica, la persona adulta y los jóvenes se interesen por la ciencia y ser una guía”.

Tuvo alrededor de 14 mil alumnos. Confiesa que no recuerda sus nombres pero sí sus caras y que siente un enorme placer cuando le dicen “profe”. “Me entusiasma encontrarme con alumnos que han decidido seguir estudiando y me reconforta mucho verlos. Siento que de algún modo los docentes hemos sido mentores de esa elección. “Amo la docencia y la ciencia”, afirma y observa con satisfacción que sus hijos hayan tomado el camino del estudio para forjarse un porvenir. “A uno lo constituye el entorno y mis hijos han gateado encima de mis libros y jugado con mis planetas”, refiere.

Es un amante del laboratorio. “Yo soy profesor de Física y en la época en que a mí me enseñaban se iba mucho a los laboratorios. Incluso tengo recuerdos de la época de los Montoneros en la que nos obligaban como estudiantes a ir al laboratorio de Química para fabricar bombas molotov.

“En los colegios, cuando vi que cada vez había menos laboratorios fui buscando la forma de enseñar. Para hacer experimentos no se necesita nada especial, con un poco de ingenio, en cualquier escuela se puede hacer ciencia”.

 

La Astronomía

Para Daniel la Astronomía es la ciencia madre y es un defensor de su enseñanza.  Pero eso trasciende la escuela. “Todos los meses de febrero doy charlas en el Museo de la Ciudad y llevo mis telescopios y también tengo un simulador del cielo en tiempo real”, refiere. “Hago como una especie de stand up de Astronomía y eso acerca mucho a las personas a temas que parecen complejos”, agrega.

Su amor por esta ciencia lo siente desde siempre. Menciona a su abuelo y a su padre cuando habla de sus primeros “acercamientos” a los misterios del universo.

“Yo arranqué con la carrera espacial. Soy del año 54 y teniendo tres años le pedía a mi abuelo que me leyera porque en octubre de 1957 se lanzó el primer Sputnik. Mi padre era radioaficionado y en el fondo de casa tenía instalados los equipos y recuerdo con mucha emoción que me llevó a escuchar un ruido en la radio, que después me enteré que era el sonido de ese satélite artificial”, relata y reconoce que “evoca muchas vivencias a partir de los sonidos”.

También menciona el día en el que con su abuelo vio la transmisión televisiva que reflejó el día que el hombre llegó a la Luna. “Estábamos aquí, en este mismo comedor que funcionaba como living, mis padres se habían ido a dormir y con mi abuelo el 20 de julio de 1969 vimos el descenso del hombre en la luna. Me quedé pasmado con lo que veía en imágenes en blanco y negro”.

Comenzó a construir su primer telescopio a los 15 años. Lo finalizó a los 30 y durante muchos años con él se instaló cada domingo a la noche en la Plaza de Ejercicios “mostrando la Luna y así empecé a divulgar la Astronomía”.

Afirma que desde chico le gustó “mirar para arriba” y evoca las veces que iba al campo de su tío a observar las estrellas. “El cielo en el campo se ve con una nitidez que no se tiene en la ciudad”, agrega y asegura que no hay nada que le guste más que el trato con la gente.

“Yo doy Astronomía desde el punto de vista grecorromano, pero también me gusta la Astronomía mapuche o tehuelche, los cielos que veían nuestros antepasados”, cuenta y refiere que la Astronomía está muy conectada con los mitos, los cuentos y las leyendas.

En la conversación desentraña los secretos que se esconden detrás de algunas constelaciones y algunas cuestiones ancestrales. Confiesa que le gustan mucho las constelaciones de verano, entre ellas la constelación de Orión, o  Las Tres Marías para la gente y comenta que “al lado de ellas, más arriba hay una pequeña nube que se llama la nebulosa de Orión que es el lugar donde se originan estrellas, es un espacio de nacimiento constante”. Para él la aventura de ser “astrónomo amateur” le ha permitido nutrirse de experiencias que lo han enriquecido en conocimiento. “Cuando me jubile me voy a comprar un telescopio grande. Tengo amigos que fabrican y a mí mismo me gusta esa tarea porque te vuelve una especie de luthier”.

 

Una nueva etapa

La jubilación llegará para él el 30 de junio. “Me retiraré de la docencia secundaria, pero seguiré en el sistema impulsando nuevos proyectos”. En ellos seguirá poniendo lo mejor de sí, estimulando la curiosidad y el espíritu crítico.

 

Apegado a sus raíces

Aunque la vida lo llevó por caminos diversos y por distintas ciudades, Pergamino es donde le gusta vivir. “Uso mucho las redes sociales y tengo muchísimas fotos publicadas, no de personas sino de esta ciudad pequeña. “Cuando me jubile comenzaré a viajar, tengo ganas de conocer e interiorizarme en culturas ancestrales y Astronomía antigua, pero mi lugar en el mundo es este”, asevera.

En la continuidad de la conversación se introduce en el terreno de las creencias: “Un día escuché que el hombre no es de la tierra porque siempre está mirando hacia arriba, como buscando de dónde vino. Y me gustó esa idea, quizás porque creo en la eternidad. Creo, no en el universo sino en el ‘multiverso’, en una idea de muchos universos y para mí, cuando morimos, quizás comenzamos de otra forma en otro lugar”.

Esta convicción le permite llevarse muy bien con la idea del transcurso del tiempo. “Uno es viejo cuando los recuerdos superan las expectativas. Soy grande, pero no me siento viejo y si la vida termina, me queda la esperanza de que puede haber algo más”.

Vuelve sobre su pasión cuando señala que “la Astronomía es una ciencia que humaniza” y se siente un afortunado de poder incursionar en este terreno que le da enormes satisfacciones y que lo compromete con la tarea de contribuir a que la gente pueda tomar más conciencia de que “por ahora este es el único mundo que tenemos y debemos cuidarlo”.

Habla de los libros escritos durante su trayectoria docente, uno sobre Astronomía, otro de fotografías y relatos de los alumnos del Colegio Nacional y el que está en proceso y se llamará “Vivencias” y contendrá relatos e historias.

Ese es su universo y “localista” como se define, vuelve sobre su casa en el final de la charla. “Soy feliz de tener mi lugar, el mismo en el que vivieron mis abuelos y mis viejos que ya se fueron. Quizás porque soy descendiente de campesinos la querencia de uno, el lugar donde se hizo, es importante”, concluye. Con la mirada puesta en su “universo íntimo” y en los “lejanos universos” que estudia.


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