Perfiles pergaminenses

Elba Labbate: atleta de Pergamino que transita su vida atravesada por la pasión de correr


 Elba Labbate con la humildad de los grandes una gran referente del atletismo (LA OPINION)

'' Elba Labbate, con la humildad de los grandes, una gran referente del atletismo. (LA OPINION)

Es reconocida por sus logros en el campo del atletismo y tiene una historia atravesada por el amor a esta disciplina deportiva. Dueña de una vida sencilla,  cosechó logros significativos tanto en pista como en carreras de calle. Correr le permitió sobreponerse a algunas adversidades de la mano de una actividad que ama.


Elba Rosana Labbate tiene una reconocida trayectoria en el ámbito deportivo y su vida está atravesada por el atletismo, disciplina que la acompaña desde chica. Tiene 59 años y sale a correr todos los días. Compite a menudo y afirma que esa actividad la ayudó para afrontar situaciones difíciles de su vida y sobreponerse a la adversidad.

Traza su Perfil Pergaminense en una entrevista concedida a LA OPINION que se desarrolla en el comedor de su casa, un lugar que tiene ventanas que dan al terraplén, como si su universo íntimo estuviera integrado al paisaje donde se entrena y donde entrena a muchos que llegan al deporte. Los ve pasar a distintas horas y ella misma es parte de esa geografía cada vez que sale a correr. Hoy compite en carreras de calle, y se suma a competencias de pista cada vez que puede. Tiene en su haber grandes logros deportivos y es dueña de un reconocimiento merecido por su constancia y su talento.

Nació en Pergamino, en la zona del Centro. Es hija de Raúl Labbate y Elsa Bonavita. Fue la menor de sus hermanos: Raúl y Araceli.  Creció en el barrio 27 de Noviembre. Su papá fue constructor. Fue a la Escuela Nº 1 y al egresar de la primaria fue tiempo de “salir a trabajar”. Como muchas mujeres de su generación, se desempeñó en la industria de la confección, en una época gloriosa para ese oficio. “Trabajé en el taller de Raies Confecciones, en calle San Nicolás; y más tarde en otros, todos importantes, hasta que seguí trabajando en la confección desde mi casa.

“El oficio de costurera se aprendía trabajando. Cuando entré al taller, teniendo 13 años, me enseñaron, era aprendiz y después con los años aprendí a confeccionar todas las prendas que se hacían”, refiere.

“En 2008 ingresé a trabajar en Pioneer, en una actividad completamente distinta a la que había realizado durante toda mi vida laboral y que significó un gran aprendizaje”, cuenta y refiere que le tocaba salir al campo para la polinización de soja, maíz y hacer cruzamientos. “Entré como un empleo temporario y luego quedé efectiva, a fines de 2011 en que me pasaron a trabajar en la planta, no iba más al campo, hacía mantenimiento, proveedores y ayudaba a la secretaria y hacía trámites en Pergamino”, describe. Trabajó allí hasta 2016, esa fue su última experiencia laboral formal.

El atletismo

En la charla, con el marco que dan los múltiples trofeos obtenidos en la competencia, muchos de los que guarda con entrañable cariño por lo que representaron para su vida, cuenta que se inició en el atletismo siendo muy joven. “Yo practicaba educación física en la escuela y me seleccionaron para participar en los torneos intercolegiales, así conocí lo que era competir, entre las actividades hacía yudo y llegué a cinturón naranja”, refiere.

Al finalizar la escuela primaria, discontinuó la actividad deportiva. Ya trabajando, “un tío que era presidente del Club Juventud recibió una invitación para un torneo. No tenían atletas y me invitó a participar. “Acepté el desafío, corrí y gané las tres fechas del certamen y comencé a entusiasmarme. Así empecé a entrenarme en el Parque, después con mi papá, que me sacaba a correr a la calle alumbrándome con la luz de su Rastrojero. Después de competir en varias carreras de la zona, él me llevó a Buenos Aires porque en el diario se publicitaban torneos”, relata.

Al llegar a Capital, descubrió que para poder competir tenía que federarse. “Eran torneos oficiales para atletas federados, así que hablamos con varios entrenadores hasta que llegué a la Federación Metropolitana, al lado del Parque Chacabuco donde estaba la pista. Nos acercamos y dimos con un delegado de Independiente que me federó y competí en la carrera siguiente”.

Así comenzó una carrera llena de satisfacciones. “Corrí mi primera carrera de 600 metros y gané, me vieron los profesores que como era del interior no me conocían, y tuve la posibilidad de contar con grandes entrenadores teniendo apenas 14 años. Me llegó a entrenar Osvaldo Suárez, que fue uno de los mejores atletas que tuvo el país; y también Antonio Yebra”.

Participaba casi todos los fines de semana de las competencias que se hacían. Viajaba con su mamá que la acompañaba. Su objetivo fue bajar el récord nacional y lo consiguió. Lo menciona con orgullo cuando señala que recuerda cada una de sus carreras, en especial, aquella en la que logró esa meta: “Cuando empecé a competir, siempre buscaba un objetivo, bajar el récord argentino, era la meta máxima. Entrenaba y estaba cerca, pero cuando iba a competir, no llegaba. Hasta que un día sucedió; mi entrenador me avisó que iba a correr una chica que era velocista, que la siguiera, eso hice, ella corrió hasta los 300 metros y quedó. Yo estaba más entrenada para seguir y de un minuto cuarenta y uno que estaba el récord, lo bajé a un minuto treinta y ocho. Después sabía que tenía que salir muy rápido y mantenerme arriba como pudiera. Más adelante lo volví a bajar en un campeonato argentino y fue algo que viví con mucha satisfacción”.

Una decisión personal

Compitió en pista hasta los 19 años. Después su carrera deportiva se discontinuó cuando para seguir había que radicarse en Buenos Aires, algo que su familia no concedió como posibilidad en aquel entonces. En el mismo momento que dejó de competir formalmente conformó su familia. Se casó siendo muy joven y tuvo a sus dos hijas: Georgina (38), que está casada con Hernán García y es mamá de Dante; y Rosana (37) está casada con Juan Rodríguez y tienen dos hijos: Vicente y Alfonso.

Unos años más tarde llegó el hijo varón, que lleva su apellido: Pablo (26), que está estudiando Educación Física y es jugador de fútbol en Douglas Haig.

En 2003 contrajo matrimonio con Daniel Segovia, un hombre al que conoció en el atletismo y con el que comparte esta pasión y la vida. Se conocieron en un momento complejo de la vida de Elba que en el 2000 sufrió una aneurisma cerebral que la obligó a someterse a una compleja intervención quirúrgica. “El deporte fue un aliado en mi recuperación y corriendo conocí a mi actual esposo que también es atleta”, refiere.

Afirma que compartir el mismo hobby los une de una manera muy especial. “Compartimos una misma pasión, conocemos los tiempos y el esfuerzo que supone estar en esta actividad, eso es muy importante para nuestra pareja. Hace años que competimos”, destaca y menciona que en lo cotidiano se complementan muy bien.

Elba confiesa que en la adversidad “fue como una terapia correr, en aquella oportunidad y también hace poco cuando sufrí un accidente que me causó múltiples lesiones”, menciona y describe que un sábado a la tarde corriendo con su esposo por el terraplén al cruzar uno de los puentes fue atropellada por una moto. “Estoy saliendo, me recuperé muy rápido, pero tuve un golpe muy fuerte en la cabeza que me causó una fractura de cráneo que me dejó inconsciente.

“Fue otro golpe durísimo y correr me volvió a salvar”, expresa, agradecida a esa pasión que la sostiene en todos los planos de su vida y que la ayudó a salir “de todos los trances complicados”.

“Ahora ya hice la cuarta carrera después del accidente, hago carreras libres y siempre me tira la pista, así que quizás el año próximo me prepare para algún campeonato argentino”, agrega.

Entrenar y correr siempre

A los 24 ó 25 años comenzó a entrenar atletas. “Yo nunca dejé de correr, aunque no competía, y cuando se armó un grupo de atletas que necesitaban entrenarse. Era un grupo de chicos de corta edad, los empecé a entrenar en el barrio en el que vivían y luego sus papás los traían al Parque. Fue una linda experiencia”.

Cuenta que a menudo entrena a atletas que se acercan a su casa a pedir rutinas y a tomar lo mejor de la experiencia de esta mujer que jamás dejó de correr. “Siendo joven dejé de competir en pista, pero nunca abandoné el hábito de correr. Después retomé las competencias en carreras de calle e hice carreras de pista de atletismo libre.

“Después de la operación empecé a correr en veteranos en pista en campeonatos argentinos, siempre estoy atenta a las carreras y cuando puedo participo”, agrega.

La Asociación Atlética

Un capítulo especial de su historia como atleta es su participación en la Asociación Atlética de Pergamino, institución de la que fue parte desde su instancia fundante y que tuvo el honor de presidir durante mucho tiempo.  “Estoy en la Asociación desde que se fundó, me convocaron porque necesitaban armar esa entidad. Había un grupo de atletas pero no podían hacer carreras en Pergamino porque se necesitaba una organización para promover las competencias. Así se conformó el grupo, me invitaron a sumarme, fui presidenta unos años y después fuimos rotando. Al tener la Asociación se empezaron a organizar carreras en Pergamino y siempre tenemos una actividad muy intensa”.

De la mano del atletismo conoció a innumerable cantidad de amigos y su vida social y la de su esposo, pasan por esta actividad. En las competencias se comparte el gusto por correr, pero también los asados, los logros y todo lo que se celebra en un marco de camaradería.

Su condición de mujer

Cree que es la primera atleta mujer de Pergamino y se siente reconocida por su trayectoria. “En una época era la única mujer que corría, mi papá o mi hermano me acompañaban por eso, porque no había muchas chicas en los lugares donde se entrenaba”.

En su condición de mujer, en 1978 fue distinguida como la mejor deportista del año y durante su carrera obtuvo múltiples reconocimientos. “Correr es algo que se lleva adentro, lo elegí y lo volvería a elegir.

“Nunca es un sacrificio salir a correr, el día que sienta eso no correré más. Disfruto de salir a correr, disfruto mucho de las carreras”, agrega, satisfecha del camino transitado.

Cuando no está corriendo le gusta estar en su casa y dedicarse a su familia. Disfruta de sus hijos y nietos y la hace feliz que su hogar siempre esté colmado de atletas, que sea la posta donde a diario muchos pasan a dejar sus bicicletas, a tomar agua o simplemente a conversar sobre una pasión que los une y los iguala. Cada vez que se le presenta la oportunidad brinda entrenamiento a los que se acercan para pedirle una mano. Lo hace con la generosidad que la caracteriza. Las puertas siempre están abiertas, en un paisaje privilegiado que la mantiene cerca de lo que ama.


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