Perfiles pergaminenses

Fernando Chavero: un hombre que supo forjar su destino gracias a sus valores y vocación de trabajo


 Fernando Chavero junto a su nieto Salvador Snchez Pujol (LA OPINION)

'' Fernando Chavero, junto a su nieto Salvador Sánchez Pujol. (LA OPINION)

Con 87 años se levanta cada mañana para ir a abrir su negocio de venta de correas y filtros. A lo largo de la vida realizó múltiples actividades y la estabilidad de la que disfruta es el fruto de su esfuerzo. Confiesa que su nieto es la razón de su vida y asegura que es feliz viéndolo crecer. No anhela nada más que estar cerca de sus seres queridos.


Fernando Alberto Chavero nació hace 87 años en el barrio Acevedo y es un emprendedor por excelencia, además de un hombre prolijo y honrado, apegado a sus afectos. Su primera infancia transcurrió en el barrio Acevedo, hijo de Ermelindo Chavero y Soledad Mujica, tuvo una sola hermana ya fallecida, María Elsa.

Es papá de dos hijas: Rosana María (51) y Graciela Ester (50), que está casada con Miguel Sánchez Pujol. Y abuelo de Salvador Sánchez Pujol, de 11 años y la luz de sus ojos. Recibe a LA OPINION en su casa donde, mate de por medio, relata anécdotas de su vida.

Cuando tenía 2 años sus padres se mudaron a Alsina y 9 de Julio, lugar que sirve de escenario a la mayoría de las vivencias que rescata de la niñez. “Tuve una infancia feliz, tuve muy buenos padres. Mi papá trabajaba en una estación de servicio y era futbolero, jugó en Douglas Haig y Argentino”, cuenta.

Fue a la Escuela Nº 1 y de esa época guarda preciosos recuerdos. Afirma con orgullo que siempre tuvo la suerte de estar entre los mejores promedios del colegio, algo que no fue producto de la fortuna sino del esfuerzo y de su capacidad. “Tuve unas maestras extraordinarias, que me enseñaron lo que aprendí”, refiere.

“Cuando terminé sexto grado, una de mis maestras me preguntó qué carrera iba a seguir y le dije que pensaba trabajar. Llamaron a mis padres para decirles que era una pena, porque tenía muchas condiciones para el estudio. Pero yo quería salir a trabajar porque veía que en mi casa hacía falta”, refiere en el inicio de la conversación en la que va trazando su “Perfil Pergaminense”.

Es claro en sus apreciaciones y frontal en sus conceptos. Ha tenido una vida intensa y apegada al trabajo. Su primer empleo fue en la estación de servicio de Viglierchio, donde trabajaba su papá. Estaba ubicada sobre la Avenida, frente a la Plaza San José. “Entré de pibe después de sexto grado y terminé siendo encargado”, menciona con orgullo y recuerda que siendo muy chico despachaba combustible y con el transcurso del tiempo fue aprendiendo a realizar otras tareas como lavar y engrasar. Asegura que allí aprendió casi todo lo que sabe de autos y motores.

“A mí me hizo la calle, antes era sí. Ahora no, los tiempos han cambiado mucho”, señala.

Trabajó en esa estación de servicio alrededor de diez años. “Después mis patrones compraron la Esso de calle Prudencio González y me mandaron a trabajar ahí como encargado. Por entonces tenía 25 años. Estuve durante cinco o seis años y cuando ya habían cambiado los dueños me fui.

“Guardo muy lindos recuerdos de mi trabajo en la estación, Viglierchio que era el dueño era como un padre. Cuando cumplía años me invitaba. Me querían porque yo me lo ganaba a través de mi trabajo. Los domingos nadie trabajaba, solo íbamos él y yo”, cuenta y recrea las anécdotas de “estacionero”.

Su historia laboral continuó en la empresa Metalúrgica San Luis. Yo llevaba a Buenos Aires las piezas que fabricaban. “Estuve como diez años hasta que se me presentó la oportunidad de alquilar una estación de servicio en Carmen de Areco. Esos fueron mis principios comerciales, me había establecido allí, donde estuve dos años y conseguí levantar la estación de servicio”. Señala que los dueños del lugar eran de Capitán Sarmiento y estaban muy contentos con su desempeño. Más tarde apareció la posibilidad de comprar la estación de servicio en Illia y la ruta Nº 8. “Eramos tres socios, Mario Giani, Oscar Elizalde y yo. Emprendimos el desafío y realizamos cosas importantes, no solo tuvimos la estación, sino que construimos un salón para hacer un restaurante que fue ‘La Vizcaína’”, señala y refiere que se retiró de la sociedad allá por 1964.

Su propio negocio

Con el dinero que recibió por alejarse de la sociedad montó su propio emprendimiento comercial, un local de correas que funcionaba sobre avenida Juan B. Justo y Garay. Se trata del negocio que mantiene en la actualidad, aunque ahora está instalado en calle Balboa en un salón que logró comprar. Desde 1972 que abrió las puertas, ese comercio se transformó en el pilar de su vida comercial y con satisfacción asevera que nunca perdió la alegría de “ir a trabajar”.

“En una época como el negocio se iba agrandando, decidí proponerle armar una sociedad a Ansaldi, un amigo que era empleado ferroviario. Aceptó así que conformamos la firma Alsaldi-Chavero y estuvimos juntos durante 14 años. Cuando esa sociedad se disolvió,  continué solo”, comenta.

Se levanta todos los días a las 6:00 y a las 7:30 ya está al frente del negocio. Con 87 años lo motiva la pasión que le pone a su trabajo. Como el primer día. “Voy todos los días con alegría, me gusta el trato con la gente y tengo la dicha de tener una clientela extensísima”.

Espíritu de participación

Por fuera de la actividad laboral, siempre ha realizado tareas que le significaron mucho compromiso. A todas les puso la impronta de su pasión. Durante más de 35 años estuvo en la filial local del Club River Plate. “Durante 30 años fui tesorero y durante la gestión se hicieron cosas importantes como el salón y la adquisición del predio donde hoy funcionan las canchas”.

Con humildad refiere que ese lugar lleva su nombre. “Aunque yo no quería, insistieron en ponerle mi nombre porque consideraron que los homenajes había que hacerlos en vida. Algo que nunca me pareció, pero acepté”.

Se define como un hincha de River, aunque no se considera un fanático. Sí, un trabajador incansable que siempre puso lo mejor de sí en cada tarea.

En lo deportivo, jugó basquetbol en el Club Sports. “Llegué a la cuarta división, recuerdo que entrenábamos con la primera que tenía un ‘equipazo’, pero no continué porque no me lo permitió mi trabajo”.

Al fútbol jugó solo en el potrero y aún hoy sigue siendo hincha de Sports. “Cuando juega con River se me genera un dilema”, confiesa este hombre que tiene el corazón repartido.

Otra de sus pasiones es el automovilismo: “Me encantan los autos de carrera y tuve la posibilidad de asistir al Turismo Carretera y a las carreras de Fuerza Limitada en las que corría Sticconi. Tuve la suerte de formar parte de equipos, en una época en la que los autos se preparaban de modo muy artesanal. Los que estábamos ahí estábamos hasta las 3:00 y el que no limpiaba piezas cebaba mate. Eramos amigos. Conservo fotos con Sticconi autografiadas”.

Como parte de ese hobby tuvo la oportunidad de conocer a grandes exponentes, entre ellos Juan María Traverso, José Froilán González y otros corredores de las categorías que seguía de cerca.

Por fuera del ámbito deportivo y fiel a su estilo de participación, trabajó en la comisión de la biblioteca de Empleados de Comercio. De esa experiencia rescata algunas anécdotas, entre ellas la organización de las tertulias que bajo el título de “Tardes Selectas” se organizaban los domingos.

“Cada vez que me encuentro con las chicas de entonces, recordamos con alegría esa etapa de la vida”, agrega.

También es una persona a la que le gusta viajar y al momento de elegir destinos siente predilección por seguir conociendo el país. “Amo la Argentina aunque a veces me apenan las cosas que nos pasan como país”.

Parentesco con un grande

Es familiar de Don Atahualpa Yupanqui, primo hermano de su padre. Y en el relato de su historia de vida cuenta algunas vivencias que lo acercan a ese grande de la cultura. “Con él habré estado en toda mi vida cuatro o cinco veces, pero todas fueron muy cálidas.

“Un día apareció en un Citroën en la estación de servicio donde yo trabajaba. La guitarra viajaba en el asiento trasero. Recuerdo que me preguntaba por mi familia y me decía: ‘Vos sos pariente mío””, relata. Y en el mismo sentido recuerda un asado que compartieron junto a Hugo Zeppa cuando a Don Atahualpa lo declararon ciudadano ilustre de Pergamino. “Me acuerdo que le regaló a Hugo, que fue presidente del Concejo Deliberante, un cuchillo con la promesa de que lo donara si en alguna oportunidad había un museo en la ciudad donde pudiera conservarse”.

Amistades valiosas

Con su austeridad, Fernando es un hombre de bien que valora enormemente el valor de sus afectos. Tiene innumerable cantidad de conocidos y algunos amigos verdaderos a los que se mantiene unido mediante un lazo entrañable. Entre ellos menciona a Carlos De Simone y a Hugo Zeppa. “Me gusta llevarme bien con todo el mundo y valoro el buen trato con la gente”.

Su trabajo le ha permitido cosechar buenas relaciones y a muchos de sus clientes los considera de esos conocidos con los que uno puede compartir algo más que una transacción comercial.

“Tanto en la estación de servicio como en mi negocio tengo gente que no solo son clientes sino amigos. Me siento muy agradecido”.

Pergaminense

Pergamino es un lugar en el que le gusta vivir y tiene una mirada positiva de la ciudad. “Este es el lugar en el que nací, en el que crecí y en el que está mi familia, quizás por eso no pueda sino ver las cosas buenas que tiene este lugar.

“Me gusta cómo está la ciudad y veo que en el último tiempo se han hecho buenas obras. Eso es importante, y me agrada porque muchas veces lo que se promete no se cumple. Es importante ver que las obras se realizan”, afirma, desde una mirada ciudadana atenta.

Su familia

Cuando la entrevista lo conduce al territorio de su vida personal se emociona al hablar de su nieto Salvador Sánchez Pujol y trae a su memoria el día que su hija Graciela lo llamó para contarle que iba a ser abuelo. Ese título lo enorgullece. “Cuando me enteré que él iba a nacer me quedé mudo. Al principio no quería que me dijeran si iba a ser nena o nene. Cuando supe que era varón sentí una emoción enorme por todo lo que íbamos a poder compartir”.

Con su nieto se disfrutan mucho. “Salvador es todo para mí, es un nieto muy compañero. Ese chico me puede”, confiesa y cuenta que como vive en el campo, gusta de ir para pasar tiempo con él y disfrutarlo a pleno. “Es un chico inteligente al que le gustan las matemáticas y el Inglés”, refiere con una emoción que le entrecorta la voz. “Me emociona hablar de mi nieto”, reconoce y se complace de poder compartir muchas cosas con ese ser que le ganó el corazón.

A Fernando lo acompaña la buena salud y la genética de su padre que hace que no tenga que tomar medicamentos y que solo deba acudir al médico cuando “se acuerda”.

“Los días con Salvador son extraordinarios. Ellos viven en el campo, así que voy para allá y soy otra persona en ese ambiente de paz y tranquilidad. Estoy con él y esa es mi felicidad”.

En el plano de los anhelos solo desea lo mejor para su nieto y se muestra dispuesto a seguir acompañándolo en lo que elija para construir su destino. Con sus jóvenes 87 años solo aspira a ver feliz a ese niño que representa la expresión del amor incondicional. “El mensaje que puedo dejarle a mi nieto es que haga con alegría lo que elija. Que sepa que hay que estudiar mucho e interesarse por el país, y mantenerse alejado de las cosas que hacen mal como las drogas y el alcohol”.

Lo dice con la templanza de quien ha transitado un largo camino sin perder jamás su honestidad. Y sobre el final de la charla, afirma que está satisfecho con la vida. Y sabe que con las buenas y las malas, el vivir lo ha tratado bien.


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