Perfiles pergaminenses

Haydée Lanzillotta: en la docencia, el arte y la vida, la sencillez como atributo para cumplir sueños


 Haydée Lanzillotta pintando uno de sus cuadros en la intimidad de su hogar (LA OPINION)

'' Haydée Lanzillotta, pintando uno de sus cuadros en la intimidad de su hogar. (LA OPINION)

Fue maestra y directora de nivel Inicial. Tras jubilarse incursionó en varias disciplinas del arte siendo parte de grupos de danzas, teatro y canto. Es dibujante y pintora y durante la cuarentena encontró en esta actividad “una válvula de escape”. Madre y abuela, nutrió a los suyos de su sensibilidad y encuentra en ellos su pilar.


Haydée Lanzillotta nació en Pergamino y vivió toda su vida en el barrio Centenario. Es docente jubilada y dueña de una sensibilidad que la ha conducido a lo largo de su vida a recorrer los caminos del arte. Autodidacta para algunas disciplinas y buena alumna para otras, incursionó en la danza, el teatro, el canto coral y la pintura y en todo lo que hizo a lo largo de su vida puso lo mejor de sí con una entrega nacida del alma.

Hoy atraviesa la pandemia cuidándose mucho y dejándose cuidar. Y este tiempo de aislamiento impuesto por las circunstancias la ha vuelto sumamente activa en su producción de pinturas. Le gustan los paisajes y es amiga del dibujo en todas sus formas. También ha aprovechado el tiempo para mantener sus clases de coro, llevadas al entorno virtual, en un ejercicio de aprendizaje que afrontó con entusiasmo. Como todo lo que hizo durante su vida.

Valiéndonos de las posibilidades que brinda la tecnología, la entrevista en la que traza su Perfil Pergaminense se concreta en entorno virtual, lo que demuestra su predisposición a conectarse con lo nuevo, sin sentir nada como un obstáculo infranqueable.

En el comienzo de la conversación habla de su infancia vivida en la misma casa en la que vive actualmente. “Mis padres fueron Modesta Raimundo y José Lanzillotta. Mi mamá era ama de casa y mi papá era empleado de Obras Sanitarias y en los ratos libres, plomero y hacedor de la quinta de la casa. Fuimos ocho hermanos, cinco varones y tres mujeres. Mis hermanos ya fallecieron y nosotras tres, las mujeres, somos muy unidas. Yo soy la más chica de la familia y quizás por eso siempre me sentí muy mimada”, cuenta.

Asegura que necesitaría un día entero para recrear los recuerdos de su infancia, a la que define como “un tiempo feliz” en el que forjó aquellas cosas que luego se transformaron en una vocación como la docencia y el arte. Comenzó la primaria en la Escuela N° 77- hoy 53-, allí hizo hasta cuarto grado, luego cursó un tiempo en la Escuela N° 1 y apenas se habilitó el quinto y sexto grado en “su querida escuela” regresó para finalizar sus estudios. El secundario fue en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, de donde egresó con el título de maestra y realizó dos años más para recibirse de maestra jardinera en un instituto.

Su experiencia docente

Comenzó a trabajar en suplencias de escuela primaria. “Durante un tiempo viajaba a Peña y Acevedo. Mientras estaba en Peña me llegó el nombramiento para ocupar un cargo como maestra titular en el jardín de infantes de Colón, así que durante cuatro años viajaba todos los días y a la par de esa experiencia me anotaba en Pergamino.

“Fue así que un día viene Ethel Giácoma, que era la directora del Jardín de Infantes N° 1, y me dice que iba a ser maestra de su jardín. Desde ese momento fui maestra de esa institución en la que transité el resto de mi carrera docente y me jubilé siendo directora. Primero funcionaba enfrente de la Escuela N° 2 y hoy como Jardín de Infantes N° 901, en calle Florida, al lado del Registro Civil”, relata.

Asegura que la docencia le dio enormes satisfacciones. “Fue la época más maravillosa de mi vida. Siempre decía que aunque no me pagaran me gustaba trabajar”, confiesa y aunque no sabe de quién tomó la vocación docente, sí recuerda perfectamente que siendo niña “siempre estaba enseñando”.

“Desde chiquita era maestra. Jugaba con las botellitas de perfume, las ponía en fila y las transformaba en mis alumnos imaginarios. De más grande con mis amiguitas del barrio las sentaba y yo escribía en cualquier lugar imaginando un pizarrón”.

Otras pasiones

Cuando se jubiló, Haydée se dedicó a realizar actividades que no había podido llevar adelante mientras trabajaba. Amante del arte, sus intereses la llevaron a incursionar en distintas disciplinas. “En la pintura fui bastante autodidacta, aprendí sola y apenas si tomé algunas clases para aprender algunas técnicas”. Esa pasión también nació en su infancia. “De niña me pasaba horas dibujando, copiando imágenes de las revistas retratándolas en cuadernos grandes de hojas cansón. Mis siestas eran para dibujar”.

Le gusta pintar paisajes y dibujar le gusta todo, especialmente las figuras humanas. Reconoce que la inspira casi todo al momento de crear sus obras. “En esta cuarentena es increíble lo que he dibujado y pintado. Ha sido una manera de ocupar el tiempo. Le doy gracias a Dios que me dio esta segunda oportunidad de hacer algo que me gusta mucho”.

Reconoce que pintar le da mucho placer y considera que esa actividad es su “válvula de escape”. Cuando lo dice el tono es reflexivo y afirma, convencida, que ponerse delante del atril y pintar despeja cualquier preocupación, de la naturaleza que sea.

En la danza, durante muchos años bailó en la Academia de los Hermanos Pérez. Eso le valió no solo aprender las técnicas sino vincularse con muchas personas que se transformaron en amigos, como en cada espacio del que fue parte. “Durante 13 años estuve con ellos, viajábamos, bailábamos por todos lados, hasta fuimos a Chile con la Academia. Bailé folklore y tango”.

“Cuando vino el profesor Fernando Alvarez a Pergamino fui la primera alumna, el tango me gustó toda la vida. De chica bailaba con mis hermanos. Siempre me gustó bailar”.

“Después me sumé al taller de danzas que dicta el profesor Mauro Goitea en el Programa de Educación y Promoción de la Salud de Adultos Mayores (Pepsam) de la Unnoba, actividad que realicé hasta que comenzó la pandemia”.

El coro

También ya retirada de la actividad docente, sus pares de la Asociación de Docentes Jubilados la invitaron a participar del coro de la entidad. “Fue así que me acerqué. Mi primer maestro fue Hugo Ramallo y hoy el Coro Matices está a cargo de María Auil, una genia”.

Refiere que le gusta cantar “cualquier cosa” y que siempre tuvo el deseo de que su voz pudiera ensamblarse en la actividad de un coro. Lo logró a fuerza de mucha dedicación y constancia. En la pandemia, la modalidad de los ensayos cambió por completo y Haydée tomó el desafío de seguir adelante: “Con la ayuda de mis hijos que me ayudaron a familiarizarme con la tecnología seguí participando y cualquiera que llega a mi casa es común que me encuentre ensayando lo que aprendemos a través de las clases que hoy son virtuales”.

“En una época también hice teatro con Neme Carenzo y con Jorge Sharry”, agrega. “Fue una hermosa experiencia con profesores y compañeros increíbles”.

Lazos perdurables

Sin asignaturas pendientes, afirma que no se ha quedado con ganas de nada: “Me gustó viajar en avión y viajé; me gustó andar en barco y lo hice; todo lo que quise en la medida que pude lo hice”.

De cada experiencia vivida, rescata los lazos que pudo establecer con las personas con las que compartió su tiempo. “Nunca me gustó dejar los grupos que se formaban en cada actividad”, señala resaltando que los vínculos hay que cultivarlos.

“En la docencia tuve la suerte de que en el jardín fuimos amigas que estuvimos juntas casi todos los años de la trayectoria docente. Siendo docentes todas fuimos solteras, casadas, nos transformamos en madres, criamos a nuestros hijos, transitamos nuestras pérdidas”, reflexiona y agradece a la vida por el camino recorrido.

Sabe que lo más lindo que le puede suceder a un maestro es encontrarse con sus alumnos y que el tiempo no desdibuje ese lazo perdurable.  “A pesar del paso de los años si alguno de ellos me encuentra por la calle me siguen diciendo ‘seño’. No creo que haya premio más grande para un docente”.

Su familia, su mayor riqueza

Cuando la charla se introduce en el plano de la intimidad, su familia cobra un lugar central en su relato. Se emociona cuando habla de sus hijos, sus nueras y sus nietos. También cuando menciona a sus hermanas. Con la sensibilidad que la caracteriza, reconoce que sus afectos son su mayor tesoro. Es mamá de dos hijos: Fernando y Rodolfo “Fito” Crespi. Abuela de nietos a los que ama con toda el alma. “Pude trabajar y criar a mis hijos gracias a que tuve conmigo a una mamá increíble que cuidaba a mis chicos cuando yo estaba en el jardín”, señala y afirma: “Con los años, lo mismo hice yo ayudando a mis hijos y nueras en lo que estuvo a mi alcance”.

“Tengo cuatro nietos y dos nietos del corazón: Julieta, Santiago, Guido, Agustina, Mora y Lucio. Dos de mis nietos están en pareja y en poco tiempo voy a ser bisabuela, algo que me genera mucha ilusión”, cuenta esta mujer que transmitió a los suyos los valores de la sencillez y la sensibilidad que llevó a sus hijos y a algunos de sus nietos a transitar los caminos del arte. “Es una enorme satisfacción haberles transmitido eso, porque el arte nutre. Soy fans número uno de ellos”.

A mano con la vida, confiesa que su único temor es que pueda sucederle algo malo a los suyos: “Lo único que me preocupa es la salud, la salud de los míos. Es el único miedo que tengo y siempre trato de correrlo y el arte es un aliado para eso”, expresa. Pero no se detiene en lo que la asusta. Tiene un espíritu inquieto y alegre que siempre se conecta con la vida. Vuelve sobre su familia para reiterar que es su principal riqueza. “Me da mucha felicidad sentirme tan cuidada y acompañada por ellos. Siempre están pendientes de mí, tanto mis hijos como mis nueras, Marina e Irene, que son maravillosas conmigo”.

“Tengo la fortuna de tener una familia hermosa. Y unos nietos que no me alcanzan las palabras para definir lo que significan en mi vida”, resalta esta abuela que los mima preparando sus dulces de higos que afirma son “muy populares”.

“Tengo una higuera en casa y ella me da los higos que uso para preparar el dulce que les gusta a mis nietos, es el sabor que les dejaré a mis nietos”, afirma y disfruta de poder agasajarlos.

Una linda vida

Haciendo un balance, afirma que tuvo y tiene una buena vida. “Fue divina la vida, me ha tratado muy bien. Tuve una linda niñez, fuimos una familia humilde pero crecí rodeada de hermanos y de mucho amor. Recuerdo aquellas reuniones familiares, las fiestas de Navidad y Fin de Año cuando estábamos todos juntos. Y ahora tengo mi propia familia, muy unida. No puedo más que sentir gratitud”, señala.

Si volviera a nacer sabe que elegiría y recorrería el mismo camino. El equipaje seguramente sería la sencillez y la sensibilidad, atributos que en la docencia, en el arte, en sus vínculos afectivos y en la vida le han servido de llave para abrir puertas que le permitieron ser protagonista de experiencias honestas y felices. Y hoy recoge el fruto de su entrega y como recompensa recibe el amor de los suyos y la consideración de quienes la conocen y definen como una persona comprometida con sus sueños y siempre dispuesta a brindarse a los demás.


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