Perfiles pergaminenses

Luis Cardamone: “Miki”, el dueño de una gomería que hizo historia en su rubro


 Con innumerables anécdotas “Miki” relató parte de su historia de vida (LA OPINION)

'' Con innumerables anécdotas, “Miki” relató parte de su historia de vida. (LA OPINION)

Con el nombre de su apodo, el comercio funcionó en el Cruce de Caminos desde 1974 hasta 2005, producto del carácter emprendedor de un vecino que en esta nota recrea su historia de vida con sencillez. Hoy, a varios años de haber vendido ese comercio que fue un icono, sigue vinculado al mundo de los neumáticos a través de una importante empresa. 

Luis Lorenzo Cardamone es más conocido como “Miki”, un sobrenombre que lleva desde el mismo momento de nacer gracias al afecto que su madre tenía por un personaje de novelas que se leían en aquel tiempo. Pero más que por esa anécdota primaria, su sobrenombre fue reconocido porque fue el elegido para el nombre de su gomería, instalada durante más de treinta años en el cruce de caminos. “Tenía un ratón gigante como cartel luminoso y la propaganda de la radio fue hecha con letra y música de “Pepe” Motta e interpretada por la voz de los Pimpinela cuando aún no eran famosos y cuando no era tan habitual que se grabaran jingles”, cuenta en el comienzo de una charla amena y distendida en la que, acompañado por su esposa, Noemí Giuliano se dispone a trazar su perfil pergaminense.

“Me iba a llamar Ulises, pero me pusieron Luis y mi madre en el momento de tenerme estaba leyendo las novelas de Mikey Rooney, le gustó el sobrenombre ‘Miki’ y así empezaron a llamarme desde que nací. Casi nadie me llama Luis”, refiere.

Con 71 años, las vivencias de su infancia son ricas en referencias sobre el Pergamino de entonces. Hay nombres, lugares, experiencias que están grabadas en su memoria y en las de una generación que compartió esos mismos espacios y ese mismo modo de vivir. “Nací en Pueyrredón y Azcuénaga, en la casa de mis abuelos maternos, allí viví hasta los 3 años, después nos fuimos a la Avenida, mi papá le alquiló la gomería al ‘Ruso’ Simón y así nació Gomería Simón. Al lado mi mamá tenía la Corsetería Simón, así que mi infancia transcurrió por allí”.

Cuando habla de sus padres se refiere a José Cardamone y Elvira Cuidet. También menciona a sus hermanas, la mayor Lalila “Lalo”, casada con Carlos, padres de Paula y Eva, que vive en Italia. De su infancia recuerda muchas cosas. “Me crié entre ‘fierros’, era la época de oro de los autos de carrera, la época de ‘Titi’ Sticconi y Jesús Ricardo Iglesias. Yo iba de un taller a otro, andaba entre la grasa y los ‘fierros’ y lo que menos quería hacer era estudiar”, señala y confiesa que incluso viviendo enfrente de la escuela a la que iba “siempre llegaba tarde y nunca hacía los deberes”.

“En aquel tiempo para ir a la escuela se usaba una cartera de cuero, recuerdo que llegaba a casa, la tiraba y quedaba allí hasta la noche en que me ponía a llorar porque no tenía la tarea hecha y entonces mi hermana se sentaba y me la hacía”.

Completó la escolaridad primaria y fue al Colegio Industrial hasta tercer año, en que decidió que era tiempo de empezar a trabajar. “Entré a una fábrica de autitos de lata y madera, torneaba las ruedas de los autos; después fui cadete de la Tienda La Perla, trabajé en la Zapatería Tonsa y también como fresador en lo de Mazzei. De ahí me fui como lustrador a una fábrica de ataúdes y  más tarde con Juan José Kehoe, cuando tenía la agencia de automóviles IKA (Industrias Kaiser Argentina”.

A la par del trabajo se dedicó al motociclismo y corrió hasta los 20 años. “En aquella época no había plata para ser profesional, tenía un mecánico que me preparaba la moto y todos los domingos iba a correr”.

Considerado un autodidacta, en un momento se fue a trabajar con su cuñado que fue el primero que trajo las garrafas a Pergamino. “Empecé a reformar cocinas a kerosene para llevarlas a gas, siempre recuerdo que cargué la primera garrafa cuando pusieron la planta de gas en Pergamino y estuve en la fabricación de esa planta”, cuenta con el orgullo de haber encontrado siempre el camino para forjarse un porvenir.

 

Lejos de casa

“Cuando era joven había tomado la decisión de irme a trabajar a Estados Unidos en una fábrica de velocímetros y amperímetros, pensaba irme en el barco trabajando para no pagar el pasaje, pero mi madre me pidió que no me fuera. Yo estaba convaleciente del Mal de los Rastrojos y me convenció para que me quedara”.

Esa determinación de algún modo marcó su futuro porque fue tiempo de comenzar a trabajar con su padre en la Gomería Cardamone y Contrera, en la planta de recapado, donde estuvo diez años. 

“Después me casé y cuando nació mi primer hijo, Ulises, tomé la decisión de independizarme y poner mi propia gomería. Así nació Gomería Miki en el Cruce de Caminos”, cuenta. Estuvo dedicado al negocio desde 1974 hasta 2005.

“Fueron años de mucho trabajo, yo era un loco, hicimos el primer jingle en una época en la que no se usaba demasiado la publicidad comercial, no era como ahora”, refiere y tararea la canción que identificaba a su negocio.

Así como un día decidió abrir las puertas, otro día decidió cerrarlas y en 2005, cuando hacía una operación para comprar un auto quiso pagar con un terreno que tenía y se encontró con la intención del dueño de la concesionaria de comprarle el local donde funcionaba la gomería. Aceptó. “Estaba un poco cansado, la actividad había decaído un poco. No me costó para nada venderla, estaba un poco acobardado”, confiesa y menciona que había sido un promotor en incorporar tecnología a la actividad. “Fui un impulsor con la llave de impacto, la máquina de desarmar cubiertas, tengo innumerables anécdotas, resigné muchas cosas pensando en el negocio y tuve una clientela fiel. Pero cuando se me presentó la oportunidad de vender el local, no me costó desprenderme porque sentí que era tiempo de hacer otras cosas”.

 

Una nueva etapa

Aunque en principio pensaba descansar, su pasión por el trabajo lo llevó a continuar en el rubro de los neumáticos, ahora representando a una importante firma en un amplio corredor. “Cuando comenté en la empresa para la que ahora trabajo que había vendido la gomería, enseguida me propusieron que siguiera con ellos. Al principio dije que no, pero después acepté. A los 62 años me subí al auto y empecé a viajar representando a esa empresa, al principio era a localidades vecinas y en la actualidad hago un recorrido que llega hasta Trenque Lauquen, Victoria, Córdoba, cubro una amplia zona y hago un trabajo que me gusta, más que clientes tengo amigos”.

 

El motor

Aunque reconoce que las rutinas laborales siempre le llevaron un tiempo importante, el gran motor en la vida de “Miki” es su familia. Desde hace 43 años está casado con “Mimí” Giuliano. La conoció cuando ella tenía 14 años y él 22. Se miraron e intercambiaron sonrisas durante dos años, hasta que un día Luis tomó el coraje de hablarle. “Ella iba al colegio y yo la veía pasar con el guardapolvo. Nos miramos durante un tiempo largo hasta que un día me resolví a hablarle. La seguí en la moto y la alcancé en la vieja Zapatería Orozco, la llamé y le dije que quería decirle algo. Era un mediodía. Ella enseguida me dijo que sí, que le dijera y ahí me apabullé y le dije que no podía en ese momento porque me tenía que ir a almorzar, algo que en realidad nunca hacía porque me dedicaba al deporte. Pero fue tal el miedo, que me salió decirle eso de lo que nos acordamos siempre. Por suerte después la volví a encontrar y no nos separamos más. Estuvimos seis años de novios y nos casamos”, relata.

Juntos formaron una familia que fue el sostén de cada uno de sus logros. Tuvieron dos hijos: Ulises, que era ingeniero en Polímeros y Elastómeros y falleció hace tres años. “El tenía una fábrica en Rosario, estaba casado con Rosana, tenía un hijo del corazón Emmanuel (24) y Lucio (9)”, cuenta Luis, sin poder resolver del todo aún el dolor de una pérdida tan inesperada como temprana. 

“En Pergamino tenemos a nuestro hijo más chico, Eloy (37), casado con Zunilda, y papá de: Nazareno (11), Bruno (10), Luisina (6) y Estefanía (2); y Octavio que hoy tendría 7 años”, agrega.

 

Grandes aprendizajes

Las pérdidas han marcado una huella en la vida familiar, pero no han logrado quitar de Luis el empuje que caracteriza sus acciones y la entereza con la que afronta las dificultades. “Son golpes que te da la vida y enseñanzas que deja. Nosotros siempre luchamos juntos. Mi esposa siempre estuvo al lado mío empujando la carretilla, no soy ningún ingeniero y todo lo que hice lo conseguí trabajando y creía que ya había acomodado todo. Había vendido la gomería, había comprado a medias con mi hijo Ulises una fábrica de plástico, había comprado una casa para que mi hijo menor no alquilara, y de golpe nos pasó un tren por encima. Un 21 de julio Ulises sufrió un ataque de asma, le pusieron corticoides y le estalló el corazón, de un momento para otro. Fue un golpe tremendo y lo estamos llevando. No nos dejamos vencer, nos acostumbramos a vivir cargando esa cruz”.

Está convencido de que esa dura prueba llegó para enseñarles algo. “Se aprende que la vida no es como uno cree, que hay cosas más importantes que el dinero y que lo material. Se aprende a valorar a los amigos que han sido incondicionales, no puedo nombrarlos porque me olvidaría de varios pero ellos saben quienes son.

“Hemos aprendido que a pesar del dolor más inmenso, por nuestro otro hijo y por nuestros nietos tenemos la obligación de salir adelante. Eso es lo que hemos hecho, llorar no nos hubiera devuelto a nuestro hijo”.

 

Un presente sencillo

Entero y fuerte. Con 71 años “Miki” arremete con la vida. Pasa tiempo con su familia, se dedica con amor a su trabajo. Juega al tenis, un deporte que abrazó e impulsó cuando fue vicepresidente del Club de Viajantes. Cosecha buenos amigos y relaciones que lo nutren.

Tiene del futuro una mirada esperanzada y del pasado infinidad de recuerdos. Desde las carreras en autitos a pedal, que se hacían en la Avenida entre Italia y Libertad (hoy Estrada), hasta las vivencias como jugador de basquetbol en el Club Sirio Libanés.

Dueño de afectos incondicionales, disfruta de rutinas simples y se define a sí mismo como una persona sencilla y exigente con él mismo y con los demás, fruto de un marcado sentido de la responsabilidad que lo acompaña desde siempre.

Aunque fue integrante de la Peña “La Liebre” de los hermanos Bártoli, un espacio famoso en Pergamino que compartía entre otros con “Tití” Sticconi.  “De vez en cuando me reúno con amigos, los miércoles, pero las peñas son para trasnochar y comer cosas que uno no debe comer, así que últimamente prefiero no salir”.

Cuando sobre el final de la charla la pregunta es sobre las asignaturas pendientes, en la vida de “Miki” todo está “más o menos hecho”. 

“Con mi esposa hemos encontrado una clave para permanecer juntos: cuando yo hablo ella se calla; cuando ella habla el que se calla soy yo; y cuando no estamos de acuerdo en algo, lo discutimos hasta el final”, afirma.

“Sinceramente no tengo sueños pendientes, sí el proyecto de hacer junto a mi esposa un viaje a Europa, yo tuve la suerte de ir porque tengo a mi hermana viviendo en Milán, pero nos debemos un viaje juntos”, asevera y confiesa que mientras esperan cumplir ese proyecto, ambos disfrutan de la vida en Pergamino. 

“Este es un lugar en el que me gusta vivir, nací y me crié acá”, afirma. Se sabe parte de una generación que vivió “el esplendor de un Pergamino con otras costumbres de las que fue testigo y protagonista. Eso enriquece su historia. “Tengo millones de anécdotas para contar pero necesitaríamos un libro”, concluye.


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