Perfiles pergaminenses

Néstor Hugo Zeppa: una vida sostenida sobre sólidos pilares


 En la redacción de LA OPINION Néstor Hugo Zeppa trazó su Perfil Pergaminense con un relato rico en anécdotas (LA OPINION)

'' En la redacción de LA OPINION, Néstor Hugo Zeppa trazó su Perfil Pergaminense, con un relato rico en anécdotas. (LA OPINION)

Está dedicado al mercado de seguros como productor asesor. Trabajó en importantes empresas del rubro. En lo público, fue concejal y presidió el Concejo Deliberante.  Dirigente del Club River Plate Pergamino, tuvo la fortuna de ser el hacedor de la fundación de esa entidad deportiva. Apegado a su familia y a la fe,  encuentra en los afectos su principal tesoro.


Néstor Hugo Zeppa tiene 73 años. Nació el 12 de octubre de 1944. Hijo de Nelo Zeppa y Delmira  “Pichona” Basílico, es un hombre apegado a sus raíces familiares. Descendiente de italianos, en el comienzo de la entrevista cuenta que su papá fue huérfano de la Primera Guerra Mundial y refiere: “Era conmovedor escuchar los relatos que mi padre hacía”.  Recrea retazos de la historia de vida de sus abuelos y su testimonio retrata postales de los pueblos natales de sus antecesores, esos que tuvo la fortuna de conocer en un viaje realizado hace tiempo.

El relato de los orígenes de su familia tiene el común denominador de lo vivido por muchas familias de inmigrantes. Cuando su padre se estableció en Pergamino comenzó siendo “boyero” en un campo cercano a Ayerza y con la precariedad en el manejo de su idioma, a los pocos años se estableció en la ciudad para ser canillita y poder estudiar. “Hizo la primaria y luego la secundaria en una academia conocida y se recibió de tenedor de libros, lo que le permitió trabajar en varios lugares y progresar”, señala Hugo.

En varios momentos de la entrevista destaca el espíritu de superación de su padre, de quien tomó muchas enseñanzas. “Me emociono cuando hablo de él porque tanto a mí como a mi hermano Oscar, nos dejó no solo consejos sino verdaderos ejemplos. Creo que la mayor parte de nuestra formación ha sido la enseñanza de vida que nos dejaron nuestros padres”.

Cuando nació, su familia vivía en una casa ubicada en 11 de Septiembre y Rivadavia. “Cuando yo tenía 2 años nos mudamos a Prudencio González y Catamarca y a mis 5 años nos establecimos en la que fue nuestra casa familiar en Santiago del Estero 141. Fue un año antes de que naciera mi hermano”, cuenta. Y menciona que hizo la primaria en la Escuela N° 6.

“Me tocó ser abanderado de esa promoción. A los 12 años mi padre quería que fuera a trabajar para poder pagarle los estudios a mi hermano menor, así me transformé en peón de albañil con Tocalini. Mi madre como veía que yo tenía buenas condiciones escolares estaba muy preocupada. Un día lo habló con el sacerdote del barrio, de nombre Estanislao y siempre digo que ese hombre fue mi primer benefactor, porque me ofreció un trabajo que me permitió costear mis estudios secundarios. Un tiempo más tarde entré a trabajar también en la Heladería La Fe”.

Así fue como Néstor Hugo ingresó a la Escuela Nacional de Comercio, una época que recuerda como “memorable”. “Fui el segundo alumno de la clase por mi promedio y guardo maravillosos recuerdos de esa etapa de la vida. Fueron cinco años en los que pasaron cosas trascendentes. En ese tiempo tuve mi primer enamoramiento, hice amistad con mis compañeros a tal punto que hoy nos seguimos reuniendo todos los años y compartimos esos encuentros con nuestros profesores”.

“Me doy cuenta que esos docentes fueron los que terminaron de forjar mi personalidad. Nunca me voy a olvidar del amor con el que me inculcaron la vocación democrática y los valores republicanos”, remarca en la continuidad de la charla. Aunque siente que es injusto no mencionarlos a todos, nombra a algunos de sus compañeros: Pedro Selmi, Daniel Carrera, El “Negro” Bonavita, “Pino” Ruiz Moreno y se define como “el organizador” de esos encuentros entrañables que recrean cada año para volver a verse con los que viven acá y con los que están más lejos.

 

En Buenos Aires

Al finalizar el secundario, se fue a Buenos Aires, para seguir la carrera de contador. Señala que un tío suyo, de nombre Santos, lo ayudó mucho en esa experiencia de vivir en la Capital. “Tenía la carrera de contador en marcha cuando me tocó el Servicio Militar en Zapala. Perdí dos años y eso complicó la posibilidad de seguir estudiando. Al regresar los planes de estudio habían cambiado y con 23 años tenía que empezar de nuevo. Para entonces yo ya estaba de novio, así que me puse a trabajar en una empresa que tenía la representación de venta de lanas de tejer. Me mantuve dos años y finalmente surgió una posibilidad laboral en Pergamino y regresé.

 

La vuelta a casa

Ya de regreso en la ciudad comenzó a trabajar para una empresa que comercializaba máquinas de contabilidad. “Corría el año 1968, vi un aviso que publicaron, me presenté para cubrir el puesto de empleado para programar máquinas de contabilidad y visitar a contadores de la zona para ofrecer los servicios de la empresa”.

El 25 de octubre de 1969 se casó con su novia de siempre: María Cristina García. Se fueron a vivir a la casa de sus padres y con el devenir del tiempo construyeron su propia casa en la planta alta de esa vivienda, por lo que gran parte de su vida transcurrió en el barrio Trocha.

Laboralmente, luego ingresó a Pergamino Seguros, una empresa por entonces incipiente. “Allí hice una rápida carrera administrativa y fui el contador interno de la empresa. En el año 1977 decidieron comprar una computadora y fui el primer gerente del centro de cómputos, un espacio que tenía como treinta empleados”, cuenta.

 

La política

Su carrera en la empresa prosiguió hasta el año 1983 en el que llamado por la política y con la recuperación democrática comenzó a militar en la Unión Cívica Radical. Fue tesorero del subcomité del barrio Trocha y en 1985 resultó electo concejal. Dos años después, cuando la intendencia quedó en manos de Alcides Sequeiro fue elegido por sus pares para ocupar la presidencia del Concejo Deliberante.

 

El regreso al oficio

Aunque tuvo posibilidades de seguir en la actividad política, al finalizar su mandato, decidió que era tiempo de regresar a su labor en la órbita privada. Por entonces su hija mayor, Fernanda, se había ido a estudiar a Rosario. “Cuando finalizó mi mandato Alberto Nader de Pergamino Seguros me llama porque iban a conformar una empresa de seguros de retiro. Me propuso ocupar el cargo de gerente en Rosario, lo que significó para mí la posibilidad de establecerme en esa ciudad y acompañar a mi hija que durante el primer año de la Facultad no la había pasado bien. Primero me fui yo y a los pocos meses, mi esposa y mis otros dos hijos: Gabriel y María Florencia”.

Aunque señala que emprender una nueva labor representaba “un lindo desafío”, reconoce que fue una época compleja para las compañías de seguro. En el año 1995 cerró Pergamino Seguros y la compañía de seguros de retiro en la que trabajaba en Rosario entró en “receso” al año siguiente, lo que hizo que varios empleados se tuvieran que ir, entre ellos Hugo que regresó a Pergamino para reinsertarse en el mercado local de seguros.

“Conseguí trabajo en 1998 en una oficina de Mercantil Andina, me establecí como empleado hasta el año 2002 y luego emprendí mi propio camino como productor asesor, tarea que desarrollo hasta la actualidad y que comparto con mi hija María Florencia y mi nieta Camila”.

 

El costado deportivo

A nivel dirigencial, Hugo es conocido en el ámbito del deporte por cuanto tuvo participación en la instancia fundadora de dos entidades. “Me tocó fundar dos clubes. En el año 1973 el Club Pergamino Seguros que tuvo personería jurídica y un bien propio. Y más adelante en el tiempo el Club River Plate Pergamino ‘Amadeo Carrizo’”.

River es el club de sus amores y lo confiesa en la charla. “Cuando vivía en Buenos Aires esperaba los domingos para ir a la cancha. Amé ese club desde chico y lloré como loco en el año 1966 cuando perdimos la final de la Copa Libertadores con Peñarol en Chile. Cuando regresé a Pergamino River salió campeón después de 18 años y eso me motivó a reunirme con el que yo calificaba como el hincha número uno: el “canillita” Alejandro Giménez. Al terminar el campeonato de 1975 le pregunté qué podíamos hacer, armamos una cena, me relacionó con otro canillita. En el año 1977 cuando River volvió a quedarse con el campeonato volvimos a organizar una fiesta y convocamos a una reunión para fundar la Peña River Plate Pergamino, que fue la semilla de lo que más tarde se transformó en el Club. Presidí la peña y cuando comenzamos a incursionar en el fútbol tuvimos que gestionar la personería jurídica para transformarnos en un Club. Para entonces ya habíamos adquirido el terreno de la sede y del campo de deportes”, relata orgulloso.

 

Su principal tesoro

Sensible y abierto, cuando habla de los suyos se emociona, como sucede en la vida de aquellas personas que hacen de la familia un pilar. Refiere con orgullo que sus hijos están encaminados. Eso lo tranquiliza. “María Fernanda es farmacéutica, Néstor Gabriel trabaja en la Municipalidad y María Florencia trabaja conmigo”.

Parafraseando lo que siempre decía su padre, confiesa que cuando habla de sus nietos “se me llena de miel la boca”. Se refiere a: Camila, Sol, Emanuel, Juan Martín, Valentino, Jerónimo y Pedro.

Y vuelve sobre los valores aprehendidos de sus padres cuando señala: “He recogido de ellos ese aspecto familiero que nos ha sostenido con mi esposa con la que el año próximo cumpliremos 50 años de casados”.

Asume con tranquilidad el paso del tiempo y solo anhela seguir acompañando a sus hijos y nietos. “Quiero trabajar un poco más y después tener tiempo libre para seguir con otras actividades. Además de estar en River soy revisor de cuentas de Provincial, el club de mi juventud. Y estoy en un carisma nuevo, el  Camino Neo catecumenal de la Iglesia donde estamos buscando llegar a una fe adulta”, describe. Respecto de esta experiencia asegura que todos los aprendizajes que adquirió como dirigente los fue volcando a la Iglesia, primero en Lourdes, luego en Santa Julia y ahora en San Roque”. “Necesito tiempo para volcar a las cosas que Dios me pide. Y descansar, disfrutando de estos últimos años en plenitud, hasta que llegue el día en que Dios me llame para decirme acá tenés que descansar con tus padres para siempre”.

Se sostiene en su fe cuando hace esta afirmación que lo muestra de cuerpo y alma. Tiene la satisfacción de ver a su familia encaminada y sabe que poseen el mayor tesoro: el de saber sostenerse unos a otros. “Realmente me siento feliz y realizado”, concluye, con una mirada reflexiva que deja en el balance de la charla lo esencial.


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