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Miedo y crisis: así vive Epuyén, el pueblo jaqueado por el hantavirus


 Personas con barbijos la postal de estos días en Epuyén (LA NACION)

'' Personas con barbijos, la postal de estos días en Epuyén. (LA NACION)

Es la localidad patagónica donde se originó el brote que se cobró nueve víctimas. Las 86 personas aisladas por haber estado en contacto con infectados, las medidas de precaución y la palabra de las autoridades. La dramática situación sanitaria deriva en que el turismo, la principal fuente de ingresos del pueblo, no asista esta temporada.


EPUYEN, (INFOBAE). A primera vista, Epuyén no parece un pueblo en cuarentena. A la entrada de este lugar de aspecto bucólico con aires de aldea agrícola sobre la ruta Nº 40, un hombre joven hace running en un parque público. A pocos metros, en una estación de servicio, un playero despacha combustible y saluda con amabilidad a los clientes. No hay vallas, bloqueos de ruta, retenes sanitarios, presencia de la policía o de Gendarmería. Apenas el movimiento habitual de una ruta que conecta los principales destinos turísticos del norte de Chubut y sur de Río Negro.

Sin embargo, a medida que se avanza aparecen indicios de que algo distinto está pasando. En la oficina de turismo, ubicada a la vera de la ruta, un empleado municipal les explica a dos turistas los atractivos del lugar. Sería una escena normal para cualquiera de estos pueblos que en verano desbordan de visitantes en busca del encanto de los lagos del Sur si no fuera por el empleado que usa barbijo y se enjuaga obsesivamente las manos con alcohol en gel.

No se trata de un trastorno obsesivo-compulsivo: es una orden municipal firmada hace dos días como parte de las medidas dispuestas para contener un nuevo brote letal de hantavirus. La enfermedad transmitida por un ratón conocido en la zona como “colilargo”, con síntomas similares a la gripe, ya se cobró 9 muertes desde que se detectó el primer caso, a fines de noviembre.

En el corazón de esta pequeña comunidad de 4.000 habitantes dedicada principalmente al turismo, la sensación de crisis es notoria: la gente usa barbijo para ir al mercado, para pagar los impuestos, para sacar dinero del único cajero automático del pueblo.“Es una preocupación grande, hay mucha gente conocida que falleció”, dice Laura, tía de una de las víctimas fatales, mientras paga una boleta. “Acá todos nos conocemos”.

Precisamente ese carácter de pueblo chico haya sido quizá la principal causa de este nuevo brote, luego del primero, ocurrido en 1996. Esta vez el contagio de persona a persona ocurrió a una velocidad que superó la previsión de las autoridades y que tuvo un origen en apariencia ingenuo: una fiesta de 15.

La celebración fue el 3 de noviembre de 2018 en el salón Peumayén, cerca de la costa del lago, un lugar prolijo rodeado de un jardín con flores y césped bien cortado.

Hay varias versiones sobre la aparición del primer caso, el llamado “caso índice”: algunos dicen que el primer infectado se contagió mientras recogía hongos en el bosque y entró en contacto con las esporas del virus, presente en las heces del “colilargo”; otros, que se contaminó mientras barría un galpón.

La versión más fehaciente, reconstruida por los epidemiólogos que trabajan en la zona desde la aparición del brote y relatada por autoridades municipales, es que se contagió mientras cortaba leña en una zona rural.

Lo cierto es que el hombre acudió a la fiesta y de ahí el virus se propagó entre los allegados. El sobrevivió, pero la enfermedad acabó con la vida de 9 familiares y vecinos, entre ellos una niña de 14 años, amiga de la cumpleañera, y otra de 16.

Angustia

La angustia que causa el brote entre los pobladores no tiene edad. “Estoy preocupado”, dice Junior, de 11 años, parado con los pies en el asfalto sobre su bicicleta a metros del hospital local, que no atiende pacientes afectados por hantavirus, ya que todos son derivados a centros de mayor complejidad en Esquel y Bariloche: “Capaz puede morir alguien de mi familia”, concluye el niño.

Juliana, que atiende una oficina de venta de boletos de colectivos, asegura que ya no se venden pasajes y que la empresa para la que trabaja le adelantó que van a cerrar el servicio. Los campings están vacíos y hasta un polirrubro camino al lago ya puso un lúgubre aviso: “Liquidación por cierre”.

El intendente de Epuyén, Antonio Reato, reconoce que la situación es “complicada” y que los barbijos “asustan un poco”. Sin embargo, dice que su uso es preventivo y que sólo es obligatorio para quienes estén sospechados de portar el virus o para quienes estén efectivamente infectados.

Al evaluar el impacto a nivel económico de la crisis, no titubea: “Estamos peor que en el peor mes del año cuando no hay turismo”. Pese a la crisis que lo rodea, se muestra optimista: “Hace siete días que no se detectan casos sospechosos dentro de Epuyén”, dice. Pero como los períodos de incubación del virus son de entre 7 y 30 días, aún es difícil determinar si el ciclo del brote está cerca del final.

Pablo Nouveau, director del Area Programática Esquel, prefiere hablar de una “meseta”, y destaca que de los 115 casos positivos de hantavirus detectados en los últimos 30 años todos fueron por contagio ambiental, es decir, del ratón al hombre, y no interpersonal.

El viceministro de Salud de la provincia, Fabián Puratich, de visita en Epuyén, recomienda “no bajar la guardia”, aun cuando todavía deben esperar dos períodos de incubación, unos 80 días aproximadamente, para declarar el final del brote. No obstante, dice que hay que aprender a convivir con la presencia del hantavirus en la zona. “No hay posibilidad de erradicar la enfermedad”, afirma. “Es como querer erradicar la gripe”.

En la actualidad hay en Epuyén unas 86 personas en condición de aislamiento en sus hogares debido a que estuvieron en contacto con alguno de los casos positivos de hantavirus. Todavía permanecen internados 8 pacientes, 4 de ellos en terapia intensiva en Esquel -2 hombres y 2 mujeres jóvenes-, y no se descarta que la cifra de muertos siga en aumento.

En estas condiciones, parece difícil que el pueblo pueda recuperar la calma, en medio de la desconfianza reinante por temor a ser portador del virus y el riesgo de que vivir en el pueblo se convierta en un estigma. Como sintetiza Juliana: “Si vas a otros lugares y decís que sos de Epuyén, no te atienden bien”.


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