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Desfila desde los 8 años y el domingo obtuvo el 4° Premio al Mejor Lomillo de Soga en la final del Concurso Nacional de Aperos de Uso Tradicional. Ensilló el caballo y se vistió como lo hacían los paisanos entre 1700 y 1840. Cómo fue llegar hasta la arena palermitana, cómo vivió ese día y un mensaje cargado de tradicionalismo. El video en Palermo.
El domingo pasado se llevó a cabo la final del Concurso Nacional de Aperos de Uso Tradicional en la Exposición Rural de Palermo, donde se concentraron paisanos de todo el país.
En el marco de este concurso participó el pergaminense Matías Pedersoli. Lo hizo en la categoría de Lomillo de soga de trenzas patrias, obteniendo el 4° Premio al Mejor Lomillo de Soga.
Pero, ¿cómo se participa en la arena palermitana?, ¿es sencillo llegar?, ¿hay que sortear muchos obstáculos?, ¿qué hace falta? A todos estos interrogantes respondió Matías a LA OPINION: “Para llegar a esta final hay que ganar en las clasificatorias, esto implica estar dentro de los cinco primeros premios, que se desarrollan a lo largo de todo el año. Yo obtuve el Primer Premio al Mejor Lomillo en la clasificatoria en Roque Pérez en marzo. La primera se llevó a cabo en la Fiesta del Caballo, en Bragado, y la tercera en nuestra ciudad, donde por medio del Fortín Pergamino (a cargo de la organización, conjuntamente con los miembros de la Comisión Tradicionalista de la Rural de Palermo) en mayo se realizó en el predio de nuestra rural, por tercera vez, con record de participantes y de público”.
La categoría en la que se presentó Matías corresponde a la primera forma de ensillar y vestir que existió en nuestro país, data de fines del año 1700 al 1840 aproximadamente: “Luego, al quitarle los arzones al lomillo, quedaron solo los dos chorizos de cuero relleno con lana y cerda o conjunto, formándose así los bastos de soga (lo que se apoya sobre el lomo del caballo), los que persisten hasta la actualidad pasando por diferentes modificaciones de tamaño, ya que en sus inicios, junto con el lomillo, el paisano llevaba todas sus pertenencias sobre el caballo”, narra con lujo de detalles Pedersoli.
Felices y en familia: Matías junto a su hijo Alfonso y su señora Agostina, en Palermo. (MATIAS PEDERSOLI)
Desde los 8 años
Matías tiene 33 años y participa en esta competencia desde el 2011 de manera individual, aunque desfila a caballo desde los 8 años. Luego de unos años pudo hacerlo con sus colegas tradicionalistas del Fortín Pergamino y así presentarse en más de tres finales con una delegación entera de jinetes para competir en el Concurso de Centros Tradicionalistas, obteniendo en una final el 2° Premio y Reservado Campeón al Mejor Centro Tradicionalista del País (en 2014, en 2015 y en 2016).
Matías recuerda aquél pasado no tan lejano con orgullo: “Es una satisfacción muy profunda haber participado con la delegación en Palermo, ya que todos los integrantes somos amigos desde muy chicos, además pudiendo representar con pilchas de nuestros antepasados, las cuales se también se lucen en las calles de Pergamino cada desfile por el Día de la Tradición”.
-¿Cómo viviste el día de la final?
-El domingo fue un día muy especial, más allá del premio obtenido y del reconocimiento del jurado y del público, porque en la tribuna estaba mi hijo Alfonso (2 años) y mi señora Agostina, son esos pequeños momentos que se llevan para siempre en el corazón. Agradezco a esta hermosa familia que formamos, son los que me apoyan todos los días en el camino de la tradición.
Desfilo desde los ocho años junto al Fortín Pergamino. Nunca dejé de participar y de cooperar en las diferentes actividades que lleva adelante la institución tradicionalista. Y hoy, al encontrarme enseñándole andar a caballo a mi hijo, me siento muy gratificado.
-¿Qué mensaje te dejó haber participado en Palermo?
-Lo más importante de este tipo de actividades culturales es justamente tratar de mantener los usos y costumbres con los cuales se levantó nuestra Nación, junto con los valores que nos vienen trasmitiendo nuestros antepasados.
En un mundo donde la globalización avanza a pasos agigantados, poder desarrollar estas actividades es un orgullo.
Finalmente Matías agradeció “a mi familia, a mi abuelo Fernando que desde el cielo me sigue guiando, a mis amigos ‘fortineros’ que estuvieron presentes junto con mis padres y a los amigos que me regaló el camino del tradicionalismo”.
El concurso
El concurso se divide en diversas categorías, las cuales marcan los usos y costumbres de nuestro país, las que han atravesado toda la historia argentina.
De la siguiente manera las describió Matías. La categoría más antigua se denomina lomillo de soga, que puede ser de trenzas patrias (así se llama el tipo de trabajo que lleva el juego de cabeza con el que se viste al caballo, tipo de tejido más sofisticado y delicado) o también con juegos de barquero o de legna (es un tipo de técnica de tejido sobre la base de un cuero crudo de vaca revestido con tientos de potro, logrando diferentes diseños los sogueros). Luego existe la categoría bastos de soga (de trenzas y de barquero o legna); juegos picazos (en la misma encontramos los aperos de cuero con partes en plata, también sobre lomillos o bastos con las tapas o arzones engarzados en plata); lomillos chapeados; bastos chapeados; juegos de pasadores cortos de la llanura pampeana (son los que tienen un pretal con pasadores); juegos de pasadores de matadero (con pretal de pensamiento, más utilizados en Capital y Gran Buenos Aires); y juegos de pasadores largos.
Las amazonas también tienen un papel importante en el mismo concurso, ya que tienen la categorías de juegos de suela; juegos de trenzas y juegos de plata; representando así las diferentes clases sociales con sus usos y costumbres.
El apero
Para comprender los usos y costumbres de esa época Matías describió el apero que utilizó el día de la final.
Un lomillo de suela con carona de suela (todo cincelado a mano por el artesano pergaminense Luis Engeman, socio vitalicio del Fortín Pergamino y lomillero histórico de nuestro país); junto con dos caronas de vaca; más cinco matras araucanas originales; una bajera de cuero de oveja; una cincha de cuero crudo con fino tejido de tientos de potro; un juego de boleadoras retobadas en lagarto; un caronero con cabo de plata; un cojinillo de hilo original; un sobrepuesto de plumas de avestruz; todo sujeto con un cinchón de dos vueltas de cuero crudo; un lazo trenzado de 6 tientos; unos estribos braseros de hierro antiguos con una estribera con fino tejido con tientos de potro (confeccionada por el artesano Gastón Gese); juego completo de cabeza de trenzas patrias confeccionado a mano con tientos de potro y con las argollas de plata (confeccionado por Eduardo Bailleres, de Chivilcoy) y con un freno candado antiguo con copas de plata.
La vestimenta
La vestimenta de época que usó Pedersoli fue la siguiente según palabras: botas de potro sujetas con dos ligas antiguas tejidas a mano; nazarenas de hierro con rodete de bronce antiguas de época; calzoncillo cribado chiripa listado original; faja tejida a mano (por la pergaminense y fortinera Miriam Paganelli); tirador de ñandú bordado a mano con una rastra de plata y oro motivo el águila (confeccionada por otro miembro del Fortín, el platero Santiago Marsilli); facón picazo de plata; camisa de época (con tablitas en el pecho); chaleco de borcato original, saco porteño; pañuelo de seda natural antiguo; sombrero estilo Mitrista y rebenque de argolla de plata antiguo y un poncho inglés de doble faz engomado de lujo original.
El caballo
Respecto del equino, el integrante del Fortín explicó que se trata de un caballo criollo, pelaje bayo naranjo calzado de cuatro (patas y manos blancas). Es cuidado por Manuel Bibulich durante todo el año y los últimos meses colaboró con el cuidado Lucas Bernar.
