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Día de la Independencia, siempre un buen motivo para celebrar


 La esperanza va de la mano con la independencia son dos caracteres indisolubles para el crecimiento de la nación (Gentileza Lucía Robert)

'' La esperanza va de la mano con la independencia, son dos caracteres indisolubles para el crecimiento de la nación. (Gentileza Lucía Robert)

Hoy celebramos el crucial acontecimiento en el calor del hogar, repitiendo algunas tradiciones gastronómicas. Veamos cómo festejaron los protagonistas de 1816.


Cada 9 de Julio los argentinos recordamos y celebramos la Declaración de la Independencia Argentina de la Monarquía Española, establecida a partir de una firma realizada el martes 9 de julio de 1816 en la casa de Francisca Bazán de Laguna, declarada en 1941 Monumento histórico nacional, situada en San Miguel de Tucumán.

Luego de la firma de la declaración de Independencia, y según cuenta el general Lamadrid, se propuso realizar una fiesta para celebrar el acontecimiento; esta tendría lugar la noche del día siguiente, 10 de julio, en el patio de la misma casa de la anfitriona.

No obstante ello, sería el 9 de julio de 1816 cuando el pueblo de San Miguel de Tucumán festejó con algarabía el acontecimiento en las afueras de la ciudad, a donde asistieron más de cinco mil personas.

Los antecedentes

Después de mayo de 1810 comenzaron las discusiones sobre cuándo y cómo se declararía la independencia. Los miembros de la Junta Grande no lograban un acuerdo. Mientras Mariano Moreno y sus seguidores querían encaminarse hacia una clara declaración de independencia y agregarle a la revolución política cambios sociales y económicos, el sector saavedrista proponía ir despacio y no modificar el orden social y económico de la colonia.

En 1816, Alvarez Thomas en reemplazo de José Rondeau, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata quien se encontraba ausente, convocó a un Congreso General Constituyente en la ciudad de Tucumán.

El primer debate se centró en la forma de gobierno. La mayoría de los congresales estaban de acuerdo con establecer una monarquía constitucional, que era la forma más aceptada en Europa. Una de las pocas repúblicas en ese entonces era Estados Unidos de Norteamérica.

Fray Justo Santa María de Oro propuso que antes de tomar cualquier resolución sobre la forma de gobierno había que consultar a los pueblos de todo el territorio. Las discusiones entre monárquicos y republicanos siguieron cada vez más acaloradamente sin llegar a ningún acuerdo. La primera grieta argentina.

Una comisión compuesta por los diputados Gascón, Sánchez de Bustamante y Serrano redactó un plan de trabajo para el congreso en el que se incluía el demorado tema de la independencia que ponía nervioso al gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín.

Acta de la Independencia

A continuación, las partes salientes del acta: “Declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sudamérica. En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de 1816: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Si bien era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España, los representantes fueron preguntados: ‘¿Quiere que las provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?’.

Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fijando en su virtud la declaración siguiente: ‘Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración’.

“Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios”.

Modificación

El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento, con la intención de bloquear algunas opciones que se contemplaban en aquel momento por las que se pasaría a depender de alguna otra potencia distinta a la Española. Donde decía “independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, se añadió: “…y toda otra dominación extranjera”.

(GENTILEZA LUCIA ROBERT)

Lamentable pérdida

El acta original, firmada por todos los miembros del Congreso, fue redactada en el libro de Actas de las sesiones públicas de dicha Asamblea. Ese libro se ha perdido. Algunos historiadores consideran que fue depositado en 1820 en la Legislatura de Buenos Aires, de donde posteriormente habría sido sustraído. En el Archivo General de la Nación Argentina lo que se conserva es una copia realizada por el secretario Serrano, a fines del mes de julio de 1816.

Mientras tanto, en las calles

El martes 9 de julio de 1816 no llovía como en aquel 25 de mayo de hacía seis años. El día estaba muy soleado y a eso de las dos de la tarde los diputados del Congreso empezaron a sesionar. A pedido del diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamente, se trató el “proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país”. Y la verdad es que no hubo discusión. Todos estuvieron de acuerdo en declarar la independencia. Ese día no hubo fiestas, pero todos se prepararon para los festejos del día siguiente.Los actos empezaron a eso de las 9:00 de la mañana con una misa celebrada por un congresal: el sacerdote Castro Barros. Asistieron todos los diputados, el gobernador Aráoz y el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón.

En la plaza esperaba la gente. Era miércoles pero parecía un domingo. Unos con ponchos y botas, otros con galeras y chaquetas, escuchaban a los cantores que interpretaban cielitos y zambas que tenían como tema principal la Independencia, aunque siempre mezclaban en su repertorio canciones “de amor”, que tanto le gustaban a las chicas.

Después de la misa los congresales tenían que seguir trabajando. Quedaban varios asuntos por resolver. Se hicieron tiempo para mezclarse con la gente y compartir unos ricos pastelitos y volvieron a sus tareas. Pero tuvieron que seguir sesionando en la casa del gobernador Aráoz, porque el salón congresal, el de la famosa “casita” de la señora Bazán, estaba siendo preparado y adornado para el baile de la noche.

(GENTILEZA LUCIA ROBERT)

Baile y reina

La ciudad de Tucumán estaba llena de flores, guirnaldas y banderas. Por la noche se armaron varias peñas y bailes de festejo. Se había esperado mucho para declarar la independencia y la gente quería expresar su alegría.

En la casa histórica el baile se armó en el salón principal. Allí estaban la orquesta y algunos paisanos guitarreros. Porque se bailaba el minué, pero también la zamba. Entre los que mejor bailaban, se destacaba el general Belgrano, que no se despegó en toda la noche de la muy bonita Dolores Helguera, la fututa madre de su hija.

Por allí andaban las chicas más lindas de Tucumán, así que decidieron elegir a la reina de la fiesta. Como en un concurso de Miss Argentina, se armó un jurado y salió electa Lucía Aráoz a la que llamaron “la rubia de la Patria”. Todos quisieron bailar con la reina, que al final de cuentas y de tantas discusiones y propuestas monárquicas fracasadas en el congreso, fue la única que logró, con su belleza, poner de acuerdo a monárquicos y republicanos en proclamar, aunque sea por una noche, a alguien con título real.

Y siga el baile

El gobernador Aráoz pensó que ese baile había sido para unos pocos y que no estaba nada mal armar uno bien grande para todo el pueblo de la ciudad. La fecha fijada fue el 25 de julio. Primero hubo un desfile militar y varios discursos, entre los que se destacó el de Belgrano, que conmovió mucho a la concurrencia. Allí, el general exaltó los valores de la libertad, rindió homenaje a los caídos en la lucha por la independencia y presentó en público su idea de un “Gran Imperio del Sur”, gobernado por un descendiente de los incas. Luego, lentamente, se fue armando el baile.


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