Pergamino

El tratamiento desarrollado por Julio Maiztegui intentará probar su eficacia para el coronavirus


 La estrategia que se aplica desde hace varias décadas es observada por el mundo (ARCHIVO LA OPINION)

'' La estrategia que se aplica desde hace varias décadas es observada por el mundo. (ARCHIVO LA OPINION)

Generó repercusión la noticia de que Estados Unidos va a utilizar plasma de pacientes recuperados de Covid-19 para tratar a otros que cursan la enfermedad. Esto, al tiempo que abrió expectativas generó cautela y volvió la mirada a esta región, por cuanto esta terapéutica logró bajar la mortalidad por Fiebre Hemorrágica Argentina.


El anuncio de que la autoridad regulatoria de alimentos y medicamentos de Estados Unidos autorizó el uso de plasma de personas convalecientes para tratar el Covid-19 tomando como modelo la estrategia sanitaria desarrollada en Pergamino por el doctor Julio Maiztegui para el control de la Fiebre Hemorrágica Argentina abrió una expectativa y puso la mirada del mundo sobre la tarea científica desarrollada para bajar la mortalidad del Mal de los Rastrojos.

La estrategia implementada hace muchos años por el fundador del Instituto Maiztegui es observada con atención en la pandemia de Coronavirus. Esto al tiempo que abre expectativas, genera cierta cautela en actores del sistema sanitario que entienden que hace falta tiempo y validación científica para determinar si la estrategia es o no extrapolable a una enfermedad causada por un agente muy diferente al Virus Junín.

Más allá de las consideraciones médicas o científicas, y de las pocas precisiones que aún existen en relación al anuncio que también se hizo respecto de que el Instituto Maiztegui iba a sumarse a protocolos de investigación para implementar la estrategia en Argentina, el tema lo que motivó es una mirada retrospectiva sobre la enorme tarea científica desarrollada por Julio Maiztegui.

En este contexto, y con el objetivo de rescatar aspectos de ese trabajo, LA OPINION tomó contacto con dos de las profesionales que no solo conocieron a Julio Maiztegui, sino que acompañaron su labor compartiendo con él varios de estos desarrollos que transformaron a la Fiebre Hemorrágica Argentina en la única fiebre hemorrágica viral en el mundo para la cual existe un tratamiento probadamente efectivo y una vacuna preventiva.

Una de las personas consultadas para la producción de este informe fue la doctora Delia Enría, exdirectora del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” (Inevh), quien destacó la rigurosidad del trabajo científico desplegado por el Maiztegui. Y recordó: “El suero de convaleciente se utilizó desde la descripción misma de la enfermedad allá por la década del 50, pero con una metodología inadecuada. El estudio clave para reducir la mortalidad por Fiebre Hemorrágica Argentina se hizo en la década del 70, cuando se comparó la eficacia del ‘plasma inmune’, es decir plasma donde se había corroborado existencia de anticuerpos para el Virus Junín con una técnica de inmunofluorescencia. Se hizo un ensayo clínico, cuyos resultados se publicaron en 1979. El autor de esta publicación fue Julio Maiztegui y los coautores Néstor Fernández y Alba Damilano. Ese fue el estudio definitivo que terminó con la controversia respecto de si plasma si o plasma no e inició una nueva era en el tratamiento”.

“A partir de ese momento se supo que el plasma era inmune y controlado por una técnica de reconocimiento de anticuerpos. Esa fue la verdadera estrategia de Julio Maiztegui. De ahí en más, el Instituto Maiztegui montó su estrategia para sembrar bancos de plasma controlado e incluso se ofrecieron a los servicios privados y fue así como se bajó la letalidad de la Fiebre Hemorrágica Argentina”, agregó.

Prudencia y paciencia

En relación a si la estrategia desarrollada por Maiztegui puede ser extrapolable al tratamiento del nuevo Coronavirus, Delia Enría, que actualmente integra un comité de expertos de la Organización Mundial de la Salud para el trabajo en infecciones peligrosas, señaló: “Aún no está claro cómo se va a utilizar, porque no se han desarrollado adecuadas técnicas de detección de anticuerpos o están en etapas preliminares. Probablemente la estrategia pueda ser exitosa, pero estamos frente a una enfermedad nueva y no hay tampoco muchos convalecientes”.

En la misma línea, remarcó: “El modelo desarrollado por Julio Maiztegui consistió en aplicar ciencia y metodología científica, que es lo mismo que sugiero que se haga frente al Covid-19”.

“Con mucho trabajo podría ser una herramienta útil. Hay que hacer el trabajo que hizo Julio Maiztegui. También desde la biología molecular se podrían ofrecer respuestas. Mientras tanto se puede ir llevando un registro de pacientes y ver si de ellos se puede obtener plasma, pero es imprescindible demostrar que ese plasma tiene evidencia de respuesta inmune contra el Coronavirus”, apuntó.

Cuando Enría ingresó a trabajar al Instituto en el año 1979 ya se usaba de rutina el plasma inmune en etapas tempranas de la enfermedad: “Eran épocas muy complicadas. Los pacientes se atendían en el Instituto y trabajábamos a destajo en la asistencia. El plasma tenia anticuerpos detectados por inmunofluorecencia y después progresamos con los anticuerpos neutralizantes. Mi primera investigación fue precisamente establecer las dosis de anticuerpos que resultaban apropiadas para tratar a los pacientes”, recordó insistiendo que el modelo desarrollado por Julio Maiztegui para controlar la Fiebre Hemorrágica Argentina es “ejemplar”.

Delia Enría y Ana Briggiler, dos de las médicas que trabajaron con Maiztegui hablaron del trabajo científico desarrollado. (ARCHIVO LA OPINION)

Tan científico como artesanal

La doctora Ana Briggiler, jefa del Departamento de Capacitación y Epidemiología del Inevh comenzó a trabajar allí en el año 1982. El primer recuerdo que tiene de su llegada es el de Julio Maiztegui llevándola a una sala donde había una congeladora con unidades de plasma. “Allí el plasma estaba separado por grupos y había un espacio para los plasma negativo”, refiere en el diálogo mantenido con LA OPINION en el que recordó que el Programa Nacional de Fiebre Hemorrágica Argentina se creó en el año 1978, y entre sus múltiples actividades estaba la creación del banco de plasma para tratar a los pacientes, que en aquel entonces en su gran mayoría se atendían en el Instituto Maiztegui.

“Hasta pasados los años 90 nosotros atendíamos a los pacientes, con la doctora Enria y el doctor Fernández hacíamos guardias, y cuando estábamos desbordados porque eran épocas de grandes epidemias contábamos con profesionales del Hospital San José que nos brindaban su apoyo. En el Instituto teníamos la sala de plasmaféresis donde se obtenían las unidades de plasma de personas que se habían curado”, comenta.

Relata el trabajo artesanal, pero sujeto a una rigurosa metodología científica que se llevaba adelante desde el Instituto para construir el modelo que hoy es observado por el mundo. “A los familiares de los pacientes que estaban internados les dábamos una lista de potenciales donantes, ellos regresaban a sus localidades, buscaban a esas personas y las traían para que voluntariamente pudieran donar su plasma. La gente respondía muy bien, porque eran personas que habían sido atendidas en el Instituto y tras recibir el tratamiento se habían recuperado de la enfermedad. Había mucha gratitud y solidaridad en esa respuesta”.

“Hoy ya no se trabaja con donantes por reposición sino que se busca que las donaciones sean voluntarias y repetitivas”, remarca. Con innumerables anécdotas de aquel proceso y del trabajo realizado, Briggiler destaca que cuando se comenzó a tratar a los pacientes con plasma no había ningún criterio científico establecido: “Con los estudios se había verificado que el plasma era eficiente aplicado precozmente. Recién cuando se pusieron a punto las técnicas de neutralización en el Instituto, pudimos determinar una dosis efectiva”.

“Cuando no había una dosis estandarizada, lo que se hacía era administrarle una determinada cantidad que iba entre los 250 y los 500 centímetros cúbicos. Cuando se estableció la dosis, en un trabajo del que participamos junto a Julio Maiztegui, la doctora Delia Enría, Silvana Levis y yo, ya no se administró por volumen sino por título de anticuerpos”, explicó. Y prosiguió: “Hoy se administran 3.500 unidades por kilo de peso del paciente. Ese requerimiento puede estar contenido en media bolsita de plasma o en tres unidades si el donante no tiene alta cantidad de anticuerpos”.

El Banco de Plasma sigue funcionando en la actualidad en el Instituto Maiztegui, donde además de recibir a donantes se realizan las determinaciones de anticuerpos neutralizantes con muestras que se envían desde las distintas provincias. A la par de ello, con el paso de los años, y a partir del proceso de descentralización de la atención de pacientes, se fueron organizando algunos bancos y centros de stock en ciudades de provincias del área endémica, como parte de una estrategia para garantizar su disponibilidad cuando el caso clínico lo requiere y facilitar su administración en la primera semana de aparición de los síntomas, que es cuando el tratamiento consigue disminuir la letalidad.

Cautela y expectativa

En coincidencia con las apreciaciones de la doctora Delia Enría, Ana Briggiler observa con cautela y expectativa el curso de los protocolos que se siguen en relación a poder encontrar una terapéutica adecuada para tratar el nuevo coronavirus. Con respecto a ello, en el diálogo mantenido con LA OPINION sostuvo: “Todo profesional o trabajador de salud ante una situación tan grave como la que estamos viviendo y con tantas muertes, tiene la expectativa de que pueda hallarse un tratamiento que pruebe ser efectivo. Es una gran esperanza y creo que son varias las alternativas que se están evaluando para el Covid-19. En este sentido es un orgullo que el modelo desarrollado por el doctor Julio Maiztegui sea tomado en cuenta como una posibilidad”.

A título personal, resaltó el enorme valor que “Don Julio” le daba a la metodología científica y rescató de su vínculo con él las enseñanzas: “Yo llegué siendo muy joven al Instituto y Maiztegui y Delia Enría fueron mis maestros. De Fiebre Hemorrágica Argentina todo lo que sé lo aprendí de ellos. Trabajé en casi en todos los proyectos que se hicieron desde 1982 a la actualidad. Y tuve el privilegio de observar cómo Maiztegui fue construyendo esta estrategia que resultó exitosa en el control de la Fiebre Hemorrágica Argentina”.

“Un gran desarrollo fue poder demostrar que el plasma era el tratamiento efectivo administrado en la dosis adecuada dentro de los ocho días de iniciados los síntomas. Eso permitió reducir al 1 por ciento la mortalidad. Otro desarrollo importante fue la vacuna, un proceso que demandó mucho trabajo y del que tomé grandes aprendizajes. Participé desde el inicio porque Maiztegui me mandó como co - investigadora principal a Estados Unidos donde se hicieron las primeras pruebas en humanos y posteriormente pude intervenir en las diferentes etapas hasta lograr producir la vacuna Candid I en el Instituto Maiztegui y cubrir la necesidad de todas las personas expuestas a riesgo”, relató.

“Los médicos lo que queremos es salvar vidas y los que trabajamos con Julio Maiztegui tantos años vimos cómo de la mano de la ciencia eso fue posible”, concluyó.


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