Pergamino

Historias de consumo y superación contadas en primera persona


 Dos de los usuarios del Centro Padre Galli contaron sus historias de vida (LA OPINION)

'' Dos de los usuarios del Centro Padre Galli contaron sus historias de vida. (LA OPINION)

Al Centro Padre Galli asisten personas que sufren por el uso abusivo de sustancias. Algunos buscan dejar de consumir y otros volver a recuperar el control de sus vidas. Muchos lo consiguen y relatan la experiencia como testimonio de que es posible.


A menudo se conoce la tarea que se realiza en los dispositivos de tratamientos de las adicciones desde la voz profesional de quienes trabajan en ellos. Se habla de estrategias terapéuticas y estructuras organizadas. No es tan frecuente que el relato sea de los propios usuarios y que lo que se transmita sean vivencias personales y situaciones extremas asociadas al consumo de distintas sustancias, tanto legales como ilegales.

Hace un par de días LA OPINION visitó el Centro de Atención Integral de las Adicciones “Padre Galli”. Fue una mañana de sol, en un horario en el que varios de los usuarios del dispositivo participan de talleres y espacios de terapia. Algunos están al aire libre y otros en ámbitos especialmente diseñados para el trabajo grupal y el diálogo personal. Comparten el mate y el sentir de la vida cotidiana con talleristas que los guían en diferentes tareas y profesionales de diversas disciplinas que conforman el equipo de trabajo en el dispositivo de Centro de Día. Lo que se percibe al ingresar es que allí cada historia tiene un nombre y apellido y que para cada una de las personas que asiste hay un lugar de respeto en la escucha y en la intervención que es singular y apropiada. La intención de la visita fue tomar contacto con dos usuarios del Centro que se mostraron dispuestos a la inquietud de LA OPINION de mostrar el camino que recorrieron desde su llegada al lugar desde adentro. César y Miguel Angel aceptaron el reto y compartieron un diálogo que más allá de la entrevista se volvió íntimo y personal. Ambos tuvieron serios problemas con el consumo de sustancias y sintieron que “tocaron fondo” hasta que descubrieron que había un lugar al que podían recurrir.

“Era un borracho perdido”

Miguel Angel tiene 55 años y cuenta que su adicción era al alcohol, un consumo que creció tras el fallecimiento de su padre, que también había sido alcohólico. Como si la historia estuviera condenada a repetirse, admite que estaba siguiendo los pasos de su padre cuando advirtió que necesitaba pedir ayuda. “Era un borracho perdido. Aquí me trajo mi hermana que conocía este lugar. Llegué muy mal, me atendieron muy bien y todavía sigo viniendo aunque ya no tomo”, refiere, destacando que en el Centro “Padre Galli” encontró “contención y la ayuda que necesitaba”.

Asiste al Centro desde hace dos años y medio y aunque prácticamente ya recibió el alta, el espacio del dispositivo sigue abierto para él, que además da testimonio a sus pares para mostrarles que con voluntad y ayuda profesional se puede salir de la adicción y recuperar calidad de vida.

“Yo estaba perdido por el alcohol, había perdido a mi hija y a mis hermanos. Todos me habían dejado de lado porque era el borracho”, señala y comenta que cuando logró encausarse en el tratamiento fue recuperando sus vínculos y consiguió reinsertarse en el mercado laboral. “Estoy muy agradecido, volví a vivir”, recalca destacando el trabajo de los profesionales y talleristas que lo acompañaron en el trayecto de su recuperación.

“Yo consumía solamente alcohol. Tengo dos hijas, una de 23 y otra de 25 años y las había perdido a causa de mi adicción”, menciona. Desde su experiencia considera que la decisión de “dejar de consumir” es el primer paso. “No sirve de nada que te ‘pichicateen’ para traerte de ‘prepo’, la decisión tiene que salir de uno mismo. Gracias a Dios yo tomé la decisión”.

Miguel Angel cuenta que antes de llegar al Centro Padre Galli había estado en otro lugar que funciona en la vecina ciudad de Salto. Allí había intentado un tratamiento, pero comenta que “no había profesionales, solo había que orar y trabajar para la gente que manejaba ese lugar”.

Comenta a LA OPINION que en el Centro aprendió carpintería y se sumó a otras actividades que “atesoré para mí”. Posee una historia de superación y su recuperación es evidente. Sus pares lo respetan porque les habla con la autoridad que confiere la experiencia y una vivencia resiliente que es la que hoy le permite disfrutar a pleno de su vida.

Una historia difícil

César tiene 46 años. Es de Buenos Aires y llegó a Pergamino por cuestiones familiares hace tres años. Consume drogas desde chico. “El consumo de drogas y el alcohol me tenía muy mal. Siempre pasaba por la puerta del Centro y decía: ‘Algún día voy a venir’ hasta que en enero de este año estaba muy deprimido porque me había separado de una pareja que tenía y porque tengo un hijo en un penal detenido. Sentí que había tocado fondo y me acerqué a pedir ayuda”.

Confiesa que su mente estaba por explotar. Lo recibió una psicóloga que lo ayudó mucho. Reconoce que fue inconstante y que luego de las primeras dos o tres consultas desapareció. “Me fui a Buenos Aires a ver a mis hijos, y allá tuve un intento de suicidio. Un día, ya de vuelta en Pergamino, desde el Centro me fueron a buscar y aquí estoy recuperándome. No he faltado un solo día desde que regresé hace unos meses”.

Su historia está atravesada por el consumo y reconoce que es muy difícil buscar ayuda cuando se consume. “Uno tiene la mente equivocada y se piensa que lo que uno hace está bien. Y los que consumimos estamos equivocados. No nos damos cuenta que por nuestro consumo y las actitudes que generamos se nos alejan todas las personas por lo mal que nos portamos”, señala con la claridad de quien se ha sentido expulsado de sus relaciones y de sus ámbitos de pertenencia a causa de su adicción.

“En Buenos Aires trabajaba por mi cuenta. Acá no he podido conseguir trabajo, pero ya lo voy a lograr porque en el Centro aprendí cosas que nunca me imaginé poder hacer. En los talleres me han enseñado mucho y también aprendí a abrazar a mis pares y a sentir agradecimiento por el trabajo que realizan los profesionales y los profesores”, menciona.

Todavía consume, pero ya no como antes. “Creo que si hubiera conocido esta gente cuatro años atrás, no hubiera perdido a mi familia”, reconoce en otro tramo de la charla. Y se lamenta por esa pérdida que le causa un dolor profundo en el alma que se le nota en la mirada. De a ratos baja la vista y se queda pensando. Enseguida retoma la charla para narrar su historia de vida: “Yo empecé a consumir de chico y cuando cumplí 20 años dejé todo. Estuve quince años sin probar una sustancia y después caí. Volví al consumo porque es fácil. No le echo la culpa a nadie, pero los muchachos que jugaban conmigo al fútbol consumían todos, me invitaron a probar y probé y fue mi perdición, no lo pude controlar más”.

Se define como un consumidor de cocaína, sustancia que mezcla con alcohol. “Yo había armado mi familia, construí mi casa y mandé mis hijos al colegio. Por las drogas lo perdí todo”, lamenta. Confiesa que tuvo una situación de violencia con su familia y tras una decisión judicial que le impuso una restricción de acercamiento, decidió establecerse en Pergamino. “Hoy me doy cuenta que todo lo que sucedió fue consecuencia de las drogas porque yo vivía alterado y me enojaba mucho. Amenacé de muerte, me denunciaron y para que no me metieran preso mi hermana me trajo para acá”, relata.

En Pergamino siguió “en la misma” porque aunque no conocía demasiado la ciudad a poco de andar descubrió a quien hay que buscar cuando se quiere consumir. Sintiendo que cruzaba todas las barreras y transgredía todos sus límites, por fin un día se dispuso a pedir ayuda y llegó al Centro Padre Galli. “Estoy agradecido de haber venido”, resalta.

Por sus historias y por sus experiencias de tratamiento, de algún modo tanto Miguel Angel como César se han vuelto referentes para sus pares. “Los chicos nos escuchan. Ellos valoran la sustancia, y nosotros les decimos que si vienen para curarse hay que poner decisión y dejarse ayudar. Hablar de otra cosa”, sostienen, confesando que hablan con los chicos que asisten al centro y tratan de inculcarles que el consumo es dañino y les va a ocasionar las mismas consecuencias que sufrieron ellos. “Nosotros tenemos otra edad y a ellos les conviene comenzar a cambiar ahora que son jóvenes y no de grandes”. Aseguran que poder transmitir sus experiencias de algún modo los fortalece en su propio tratamiento y en los logros que han alcanzado.

Cómo contactarse

El Centro Padre Galli funciona en Almafuerte y Padre Galli (continuación de Champagnat). Aunque está al lado de la Parroquia Santa Teresita, es un espacio laico, no asociado a ningún credo. Su creación fue una iniciativa local inspirada en la necesidad de dotar a la ciudad de un dispositivo para el tratamiento integral de las adicciones. Se sostiene con fondos municipales, aunque para la ejecución de determinados programas cuenta con el acompañamiento entre otros organismos de la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. No es una comunidad terapéutica.

La estructura depende de la Secretaría de Salud del Municipio, bajo la órbita de la Dirección de Adicciones. Los pacientes no están internados y llegan de modo voluntario. La confidencialidad es una clave, como la celeridad en la atención de cada caso. Se recibe a las personas que llegan de manera espontánea y los turnos para solicitar la admisión pueden pedirse telefónicamente a través del 02477 423600 o 2477 502200 (de lunes a viernes de 7:00 a 14:00). Desde su creación a las actividades de Centro de Día se fueron sumando otras propuestas como un fuerte trabajo territorial en articulación con Centros de Atención Primaria de la Salud. A la par del tratamiento de pacientes el equipo interdisciplinario despliega una tarea en el eje preventivo en coordinación con distintas instituciones de la comunidad y con los años por las características del trabajo y abordajes que se realizan desde este espacio, inspirado en la Ley de Salud Mental, el Centro Padre Galli se ha convertido en una referencia provincial y el modelo es tomado por muchos municipios.


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