En la figura de San Juan María Vianney, el cura de Ars, se celebra la labor de quienes están en la trinchera de la Iglesia. En comunidades, para lo bueno y para lo malo, son la cara de Dios.
A veces “hacen lío” y ruido, pero en la mayoría de las ocasiones cumplen su labor de manera desapercibida y sacrificada, en el cansancio o la fatiga, la enfermedad o la desolación.
En los barrios donde son destinados pasan a ser “la cara de Dios” para la gente, la figura referencial, la palabra esperada. También son la cara de Dios para recibir las bofetadas. Para todo, ellos, los curas párrocos, están en la “trinchera” de la Iglesia de Roma.
El día 4 de agosto es la fiesta de San Juan María Vianney, atrono de los párrocos, por ello hoy se celebra el “Día del Párroco”. El popular “cura de Ars”, nació en Dardilly, cerca de Lyon (Francia) en un modesto hogar de labradores, el año 1786. De “pocas luces”, hizo con gran dificultad sus estudios eclesiásticos. Sin embargo aprendió lo bastante como para poder ser sacerdote y a los 30 años el obispo lo ordenó y lo destinó a la Parroquia de Ars, también cercana a Lyon.
El amor suplió a la ciencia y pronto el desconocido pueblo rural se convirtió en el foro espiritual de Francia. Durante 42 años transformó a la parroquia rural en una parroquia ideal, merced a su continua predicación con la palabra y con el ejemplo, y por su caridad con los pobres para quienes fundó el Asilo de la Providencia. De todos los rincones de Francia, de Europa y hasta de América llegaban para confesarse con él, que comenzaba con esta labor antes de que saliera el sol.
Murió el 4 de agosto de 1859. Pío XI, en 1925, lo proclamó santo. En él se ha cumplido lo que dijo San Pablo: “Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir a los grandes”. En la fiesta de San Juan María Vianney saludamos a todos los párrocos de Pergamino en su día.